La mañana de la entrevista amaneció nublada; me levanté con mucha energía positiva, tenía la intuición de que el día me traería algo bueno. Me levanté temprano, preparé el desayuno para Ethan y me aseguré de que todo estuviera recogido antes de salir. Victoria llegaría en menos de una hora para llevarme a la agencia de eventos donde tenía la entrevista.
Me puse un pantalón vaquero, una camisa blanca y un abrigo negro; quería causar una muy buena impresión sin parecer demasiado formal. El cabello lo llevaba suelto; caía sobre mis hombros y opté por un maquillaje natural, no ir demasiado maquillada. Me miré en el espejo y respiré hondo. “Tú puedes hacerlo. Lo vas a conseguir, tranquila, Isabelle”, me dije a mí misma.
Cuando Victoria llegó, venía con una sonrisa. —Estás lista, ¿verdad? —me preguntó.
—Más que nunca —por supuesto—, respondí, aunque por dentro me comían los nervios.
El camino hasta la agencia fue rápido. Estaba más cerca de lo que creía. Victoria me explicó un poco sobre la empresa: se trataba de una firma reconocida en la organización de eventos de alto nivel, desde bodas hasta galas benéficas. Un empleo ahí no solo significaba estabilidad económica, sino también la oportunidad de rodearme de un ambiente dinámico y con posibilidades de crecimiento; eso era importante para mí, siempre había querido trabajar en un sitio así, y ahora tenía la oportunidad.
Al llegar, la oficina me impresionó. El edificio era moderno con una decoración moderna y elegante. Me anuncié en recepción y, tras unos minutos de espera, una mujer de cabello corto y gafas sofisticadas apareció. —Isabelle, ¿verdad? Soy Amelia Carter, la directora de contratación. Sígueme, por favor.
Entramos a su oficina, donde me ofreció asiento con una sonrisa cortés. Sobre su escritorio había varios portafolios y una taza de café humeante. —Victoria me ha hablado muy bien de ti. Siéntate y cuéntame un poco sobre tu experiencia, por favor.
Estaba súper nerviosa, me aclaré la garganta y comencé a hablar de mi formación en administración y mi experiencia en la organización de eventos más pequeños en el pasado. Expliqué que tenía experiencia en gestión, planificación y trato con los clientes. Amelia me miraba con una sonrisa, tomando notas.
—Parece que tienes un perfil muy interesante —dijo tras unos minutos. Te seré sincera, estamos buscando administrativas, pero viendo tu currículum me parece una pena desperdiciar la oportunidad de contratarte, no para la administración, sino para que formes parte de nuestro equipo, claro, si tú estás dispuesta. Sin embargo, este trabajo puede ser exigente. A veces hay eventos de última hora y cambios repentinos. ¿Crees que podrías manejarlo siendo madre soltera?
Su pregunta no me tomó por sorpresa. Sabía que la maternidad podía ser vista como un obstáculo en ciertos ambientes laborales, pero yo estaba lista para demostrar que no era así.
—Por supuesto que me gustaría formar parte del equipo. Entiendo su preocupación, Amelia. Pero ser madre me ha enseñado a gestionar mejor mi tiempo, a adaptarme a los imprevistos y a trabajar bajo presión. Si algo sé hacer bien, es organizar y priorizar.
Ella sonrió, aparentemente satisfecha con mi respuesta. Luego, me explicó más detalles sobre el puesto: tendría que coordinar eventos, contactar proveedores, supervisar montajes y garantizar que cada cliente quedara satisfecho. Me encantaba la idea, era justo lo que necesitaba.
Después de casi una hora de entrevista, Amelia se levantó y me tendió la mano. —Me ha gustado mucho nuestra conversación, Isabelle. En los próximos días te llamaremos y te daremos una respuesta, pero debo decirte que tienes grandes posibilidades. Creo que en nuestro equipo estarías muy bien; buscamos gente como tú, que quiera crecer profesionalmente, que tenga aspiraciones, que le guste su trabajo y que esté dispuesta a aprender.
Salí de la oficina contenta, con una buena sensación.
Victoria me esperaba fuera, ansiosa por saber cómo me había ido. —¿Y bien? —¿Cómo te fue? —dime. ¿Te hizo la entrevista Amelia? Es una tía genial, hace años que la conozco.
—Creo que salió todo bien. Sí, la entrevista me la hizo ella. Amelia parece simpática y creo que le guste para el puesto.
—¡Sabía que lo harías genial! —dijo Victoria con entusiasmo. Ahora, para celebrar, llevemos a Ethan a su pizzería favorita.
–Estará en casa de mis padres; esta mañana fue Christopher a mi casa para recogerlo. Está súper feliz con Ethan, se llevan genial; nunca pensé que mi hermano tendría esa faceta de padrazo.
Cuando recogimos a Ethan en casa de mis padres, estaba jugando con Christopher al fútbol en el jardín; cuando me vio, se tiró a mis brazos.
— ¡Mami! Ya estás aquí. Le metí al tío cuatro goles, soy el mejor. De mayor voy a ser futbolista.
—Mami, ¿podemos ir a comer pizza? —preguntó entusiasmado.
—Sí, cariño. Hoy es un día especial.
La pizzería del centro estaba llena de familias y grupos de amigos. Nos acomodamos en la mesa junto a un ventanal y pedimos una pizza enorme de queso y pepperoni. Mientras comíamos, Victoria y yo hablamos sobre las posibilidades del trabajo, y Ethan nos contaba emocionado sobre las cosas que había hecho con Christopher ese día.
Por un momento, me permití disfrutar del presente. Había dado un gran paso hacia una nueva vida; aunque aún tenía miedos y dudas, supe que estaba en el camino correcto, esta vez sí. Ahora, solo quedaba esperar la llamada que podría cambiarlo todo.