El sábado por la mañana me desperté temprano con los primeros rayos del sol que entraban por los grandes ventanales. Me estiré en la cama, disfrutando por un momento de la calma; sólo se escuchan los pájaros cantando. Era como si estuviera en el paraíso. Escuché un ruido en el pasillo. Me senté encima de la cama. Y Ethan vino corriendo a mi habitación; conociéndolo, no tardó mucho en hacerlo. Ethan es muy cariñoso, no sé a quién se parece, pero desde luego no a su padre.
—¡Mami, mami! —¡Vamos a ir con los abuelos! —exclamó, subiéndose a la cama dando saltos sin parar; se tiró de golpe a abrazarme con alegría.
Sonreí y le despeiné todo el cabello.
—Sí, campeón, pero primero tenemos que ducharnos y luego desayunar. ¿Quieres hacerte muy grande, verdad, como tu tío? ¿Qué te apetece, desayunar?
—¡Tostadas con mermelada y leche! —Mami—dijo sin dudarlo.
Yo me comencé a reír; qué niño, éste sabe más... Me acordé de cuando yo tenía su edad; cualquiera me aguantaba, pobrecita mi madre con lo pesada que fui yo de niña. Ahora que soy madre, muchas veces pienso en lo que sufren las pobres, y los hijos no nos damos cuenta.
Nos levantamos y fuimos a la cocina. Mientras preparaba el desayuno, puse un poco la tele de la cocina, unos dibujos animados, para que Ethan estuviera entretenido. Sonó el timbre, y fui a abrir. —Quédate aquí, vuelvo ahora —le tenía prohibido abrir la puerta. Era mi hermano Christopher, quien llegó para recogernos y llevarnos a casa de mis padres. Ethan siempre se emocionaba al ver a su tío; le había cogido mucho cariño en poco tiempo, y a mi hermano Christopher le daba mucha energía, y eso era muy positivo para él.
La mañana transcurrió entre risas y charlas con mis padres y mi hermano. Disfrutamos de una comida tranquila, luego jugamos un rato en el jardín con Ethan. Me gustaba pasar tiempo con mi familia; era un recordatorio maravilloso, siempre había tenido un lugar seguro al que volver. Y unos recuerdos de mi infancia maravillosos.
Después de comer volvimos a casa para cambiarnos. Había quedado con Victoria en el parque, así que me puse algo cómodo, le puse a Ethan un chándal y unas deportivas, y salimos a encontrarnos con ella. El parque estaba lleno de niños jugando, familias paseando y parejas disfrutando del buen tiempo. Victoria me saludó con una gran sonrisa y un abrazo, cogió a Ethan en brazos, como si no pesara.
—¡Por fin sábado! —Necesitaba un respiro de la semana, con las ganas que tenía de ver a mi Ethan —dijo Victoria, mientras caminábamos por los senderos.
—Lo sé. ¿Veo que le has echado de menos al grandullón? Ya sabés que puedes venir si quieres todos los días a casa; vivimos al lado. Cambiando de tema, para mí esta semana ha sido intensa, pero me ha gustado. Aunque aún me estoy adaptando a todo, y anoche... Vi a Alexander con su novia, fue en la gala —le confesé.
—Es normal. Ay, amiga, ¿sabes algo? Nunca me han gustado los niños, de hecho yo no tengo por eso mismo, pero Ethan me ha enamorado. Es tan dulce, cariñoso, es un amor de niño, así no me importaría ser madre, jajaja. Por cierto, ahora además, ¿en serio viste a Alexander? ¿Qué te pareció la maravillosa Charlotte? Seguro que ahora lo tendrás rondando otra vez. Eso debe ser un extra de estrés —comentó riéndose, con picardía.
Suspiré, porque tenía razón. No quería pensar en él, pero su presencia en la gala aún rondaba en mi mente. Cambié de tema rápidamente, no quería que arruinara mi tarde libre.
—No lo creo, Alexander no es así de pesado; además, ahora tiene novia, y a ella se le ve muy enamorada, aunque a mí personalmente no me gusta nada, para mi gusto un poco pija. Cambiemos de tema, todavía puedes ser madre, estás a tiempo. Me reí al ver su cara; los niños estaba claro que no le gustaban, solo le gustaba Ethan y un rarito. Supongo que todas las mujeres no hemos nacido para ser madres. —Victoria, anímate, mujer, yo me quedé embarazada sin querer y asumí mi responsabilidad. Si me hubiera casado, también hubiera tenido hijos. Bueno, también es cosa de dos, como digo yo... Por suerte no lo hice, cosa que me alegra mucho.
Después de un rato en el parque, fuimos a su casa, que estaba a solo dos casas de la mía. Victoria había insistido en hacer una barbacoa, y yo no podía decirle que no. Nos pusimos manos a la obra, organizando la comida: unas salchichas, unas hamburguesas, patatas fritas y unas ensaladas en el centro. Encendió la parrilla. Poco a poco fueron llegando algunos amigos suyos; que tenía bastantes, todo con un ambiente relajado y agradable.
—Esto es justo lo que necesitaba —dije, tomando un sorbo de Coca-Cola, mientras veía a Ethan jugar con los hijos de una amiga de Victoria.
—Tienes que salir más, Isabelle. —No todo es trabajo y responsabilidades —dijo ella con una sonrisa pícara. Lo decía por los chicos que había, como si no la conociera ya...
La tarde pasó muy rápido entre conversaciones, risas y el delicioso aroma de la comida en la parrilla. Los amigos de ella trajeron el postre: unas frutas, manzanas, uvas, naranjas, y una chica trajo unas tartas de zanahoria, umm... buenísima. Le pedí la receta antes de que se marchara. Cuando empezó a oscurecer, cogí a Ethan y nos despedimos; me gustaba acostar temprano a Ethan. Al llegar a casa, lo llevé directamente a la ducha y después a la cama, le puse el pijama y estaba que se dormía solo; estaba agotado.
Me acosté poco después; yo también estaba cansada del día, había sido agotador, pero también una extraña sensación de satisfacción. Acostumbrada a estar sola con Ethan. A pesar de todo, ese sábado había sido un buen día. Pero no podía evitar preguntarme... ¿Cuánto tiempo más duraría esta calma?