Alexander:
Sonó el dichoso despertador; era lunes. El fin de semana se me había pasado rápido, y necesitaba descansar y tomarme unas largas vacaciones, pero con Charlotte tenía que ser donde ella quisiera y yo no estaba por la labor. El trabajo se me acumulaba; estaba cansado, pero tenía que trabajar para poder vivir como vivía. El lujo y los caprichos de ella no se pagaban solos; además, Charlotte no trabaja. Solo quería tener un poco de tranquilidad por la mañana; eso me relaja. Me levanté con pereza, frotándome los ojos antes de dirigirme a la ducha. La ducha de agua caliente me ayudó a despejarme mientras repasaba mentalmente la agenda del día. Una reunión importante en la oficina, luego el almuerzo en casa de mi madre con Charlotte. Sabía que eso último era casi un evento protocolario. Mi madre, Eleonor Whitmore, adoraba a Charlotte; se llevaban de maravilla, y cada visita era una oportunidad para recordarme lo afortunado que era de tenerla a mi lado. ¿No sería al revés? Algunas veces me preguntaba si mi madre no se daba cuenta de nada, tan ciega estaba... ¿No se daba cuenta de que yo no era totalmente feliz? Supongo que no; yo era su único hijo y tenía que tener herederos. Mi madre no dejaba de decir que por qué no teníamos un bebé. Menos mal que a Charlotte los niños no le hacen gracia. No me la imagino con una barriga sin poder moverse y menos perdiendo su figura, que tanto cuida.
Vestido con mi mejor traje, bajé a la planta baja de mi penthouse y pedí a Charlotte que me haría un café bien cargado, mientras revisaba algunos correos. Apenas terminé el primer sorbo cuando mi móvil vibró; apareció el nombre de Nicholas Carter en la pantalla. Mi mejor amigo, lo conocía desde pequeño; habíamos hecho muchas travesuras juntos. Sonreí antes de responder.
—Carter, ¿no es demasiado temprano para que ya estés pensando en negocios? —¿No puedes dormir? —bromeé, apoyándome en el respaldo del sofá. No me digas que no te has acostado en toda la noche.
—No todos tenemos el lujo de dormir hasta tarde, Whitmore. ¿Tienes un momento? Necesito discutir un asunto del hotel. ¿Nos podemos ver? —Sólo será un momento. —Y no te preocupes, he sido un buen chico y me he portado bien —me contestó bromeando Nicholas.
—Voy camino a la oficina. Te llamo después de la reunión. Le mentí; a veces tengo que hacerlo. Siempre va con prisas, como si yo no tuviera nada que hacer. Nicholas es un buen amigo, pero no tiene punto medio; al estar solo, se piensa que los demás estamos igual, y yo tenía a dos mujeres que solo pensaban en controlarme, a cual peor.
—No te olvides. Alexander, y por cierto, ¿cómo está la perfecta Charlotte? —preguntó con el sarcasmo de siempre. Le caía fatal, no lo podía evitar, y yo lo sabía.
—Como siempre, impecable. —La veré en casa de mi madre en el almuerzo —le contesté a Nicholas.
—Ah, la casa Whitmore. No sé cómo soportas esos almuerzos tan formales. Salúdame a tu madre… Y trata de no quedarte dormido mientras Charlotte habla de decoración, como siempre. No sé cómo la soportas, Alexander, yo no podría; la tengo atragantada en la garganta —me dijo riéndose.
Sonreí y colgué. Nicholas era un arrogante, pero sabía que podía contar con él para lo que fuera. Y sí, tenía razón, Charlotte me aburría con sus decoraciones...
Después de una mañana agitada en la oficina, me dirigí a la casa familiar. Era una mansión elegante, clásica, el tipo de residencia que llama la atención al verla. Charlotte ya estaba allí, hablando animadamente con mi madre en la sala.
—Hijo, qué bien que llegaste. Charlotte me estaba contando sobre la nueva galería de arte que visitaron. —Me encantaría ir la próxima vez —dijo mi madre con una sonrisa.
Besé su mejilla y saludé a Charlotte con un beso en los labios. Nos sentamos a la mesa y, como siempre, la conversación se desvió hacia mi padre.
—Tu padre estaría orgulloso de lo que has logrado, Alexander. La empresa sigue creciendo y tú llevas su legado con dignidad —dijo mi madre con nostalgia y lágrimas en sus ojos.
—Era un gran hombre —agregó Charlotte, cogiéndome de la mano.
Esas palabras sobraban; ella apenas había tratado a mi padre, y estoy seguro de que él jamás la habría querido como nuera. Como son las cosas, sin embargo, a él le gustaba Isabelle; siempre me decía que era la mujer de mi vida, que con ella tendría hijos, y nunca pasó... Y ahora, como siempre, tengo que poner buena cara y darle la razón.
—Sí —conteste yo.
Mi padre, Henry Whitmore, dejó un vacío imposible de llenar; era un gran hombre y mejor persona, nada que ver con mi madre. No digo que sea mala, pero sí muy diferente. Además, yo estaba muy unido a él; para mí fue un duro golpe su muerte. Lo echaba de menos, mucho más de lo que nunca pensé. Todavía lo sigo viendo en la oficina de un lado para otro sin parar. Nadie lo sabe, pero voy todas las semanas al cementerio; allí estoy un rato y le cuento cómo van las cosas en el trabajo y en mi vida personal. Cuando falleció, estaba tan solo... Isabelle había desaparecido y yo estaba totalmente hundido. Te echo tanto de menos, papá...
Después de la comida, mientras Charlotte ayudaba a mi madre con el té, mi móvil vibró nuevamente. Un mensaje de Nicholas: “Llámame. “Tenemos un problema con la junta en Nueva York”. Lo antes que puedas.
Maldije ese momento. Así era mi vida, siempre entre la familia, el deber y los negocios. Y por alguna razón, últimamente, había otra cosa rondando mi cabeza… o más bien, alguien. Pero no tenía tiempo para pensar en eso ahora...
¿Era realmente Charlotte la mujer con la que quería compartir mi futuro, o simplemente era lo que los demás esperaban de mí? ¿Y si lo que realmente estaba intentando evitar era justamente lo que más deseaba?