Alexander:
Tenía una cena de negocios; me puse un traje azul marino, una camisa blanca con una corbata a juego y unas pequeñas flores blancas. Quería aparentar seriedad; en este tipo de cenas, ir elegante es fundamental. Me despedí de Charlotte dándole un beso. Ella estaba cenando una ensalada sentada en la isla de la cocina, tenía puesta la tele, pero apenas le hacía caso. Estaba entretenida viendo un vídeo de decoración en el móvil. Le he dicho muchas veces que podía estudiar decoración, así haría algo, pero es demasiado cabezona.
Me miró para decirme lo de siempre.
—No vayas a venir tarde; esas cenas son eternas. No sé de qué tenéis que hablar tanto. Sabes que no puedo dormir si no has llegado a casa. No vayas a beber demasiado, que tu socio no es de los que no para de beber, y le gusta mucho estar toda la noche de juerga, de ahí que esté solo todavía. Después tienes que coger el coche, y si no, venir en taxi será lo mejor, Alexander. Ya conoces a Nicholas... Bueno, ven pronto, te quiero, amor.
—No te preocupes, princesa, ya sabes que yo no bebo alcohol, y Nicholas es así desde que lo conozco. Yo tengo más ganas que tú de estar de vuelta; no me gustan esas cenas de empresa. Si tú supieras lo que hay que aguantar...
Nunca me han gustado las cenas de negocios, pero si no, no tendría este imperio, que lo empezó mi padre y yo lo fui ampliando, y lo mío me ha costado. La noche comenzó con una cena de negocios en un restaurante exclusivo del centro de la ciudad. Nicholas y yo nos reunimos con dos importantes inversores interesados en expandir nuestras colaboraciones en el sector hotelero. La conversación fluyó con naturalidad mientras se degustaban chuletones y churrasco argentino y botellas de vino tinto a doquier. Nicholas, siempre es el estratega social, sabía exactamente cómo guiar la reunión hacia un ambiente más relajado.
—Para cerrar este trato como se debe, caballeros, propongo llevar esta gran noche a otro nivel, como se merece —dijo con su característica sonrisa persuasiva.
Yo sabía exactamente a dónde se refería sin necesidad de más explicaciones. Nicholas era de los que creían que el alcohol y la compañía adecuada facilitaban cualquier transacción. No me entusiasmaba la idea, pero tampoco podía rechazarla sin parecer poco comprometido. Sé que tenía razón, pero yo no era de los hombres a los que les gusten esos sitios.
—Espero que tu plan no nos haga perder la dignidad —comenté con ironía, levantando mi copa.
—Alexander, querido amigo, la dignidad es un concepto relativo —rió él, dándome una palmada en la espalda.
Unas horas más tarde, nos encontramos en un exclusivo club nocturno, un lugar oscuro con luces de colores, música a tope y mujeres hermosas por todas partes, ligeritas de ropa. No era mi lugar favorito; de hecho, a mí no me gustan, pero Nicholas estaba en su ambiente. A él le encantan; yo creo que es cliente habitual. Se encargó de hacer sentir cómodos a nuestros invitados, pidiendo botellas de whisky y asegurándose de que cada uno tuviera una compañía agradable a su lado, dos hermosas chicas para cada uno.
Tomé una copa, solo para no desentonar, pero Nicholas insistió en que debía relajarme.
—“Uno más no te matará” por ahora —dijo con una sonrisa—. Debes de relajarte. ¿Las chicas te ponen nervioso, no? —Si pruebas una chica de estas, olvidas para siempre a Charlotte, eso te lo digo yo, amigo —me dijo al oído.
La música y el ambiente comenzaron a hacer efecto en mí y el alcohol ayudó bastante; no estoy acostumbrado a beber. Sentí cómo el whisky calentaba mi cuerpo y perdía la vergüenza, porque yo soy bastante tímido. Me encontraba de pie, cerca de la pista de baile, observando el espectáculo de una chica bailando en una barra. Cuando una chica se acercó a mí con una sonrisa seductora.
—¿No bailas? —me preguntó. —¿Quieres bailar conmigo? Eres muy guapo, ven, lo pasaremos bien.
—No suelo hacerlo —admití, pero con unas copas de más, hice todo lo contrario.
Ella me miró sonriéndome y me cogió de la mano, llevándome a la pista. No sé qué me pasó; yo no soy así. Miré hacia Nicholas, que estaba en la barra en ese momento; probablemente se estaba divirtiendo al verme así. Bailé sin pensar, dejándome llevar, disfrutando el momento sin preocuparme por las formalidades. La chica se acercó más, sus manos recorrieron mis brazos, sus labios rozaron mi oído mientras me susurraba algo que no llegué a escuchar por completo. Cuando menos me di cuenta, me besó, y cerré los ojos.
Por un momento perdí el control de mí. Pero entonces, cuando abrí los ojos, no vi a aquella chica, sino a Isabelle. Mi mente, nublada por el alcohol, me jugó una mala pasada. Su cara, su piel, su cuerpo estaban ahí frente a mí. Sentí su aroma, el mismo que me atormentaba en cada recuerdo. Y sin pensarlo... La besé con la pasión y deseo contenido durante estos años. Mis manos se aferraron a su cintura; en aquel momento solo pensaba en hacerla mía.
De pronto, la realidad me golpeó como un balde de agua fría. Me separé de ella de golpe, sintiendo la adrenalina recorrer mi cuerpo. Ella no era Isabelle, sino una chica bailarina del club, que me miraba con deseo, creyendo haber conseguido su objetivo. Cazar a un idiota millonario.
—¿Ocurre algo? —preguntó con una sonrisa. ¿No te gustó? Podemos ir a otro sitio más discreto si quieres. Cerca de aquí hay un hotel; haremos el amor toda la noche, cariño.
—No respondí, rápido. Te estás equivocando conmigo, nena. —Y me alejé lo más rápido que pude.
Mis ojos buscaron a Nicholas, quien levantó su copa en señal de victoria, claramente satisfecho con la escena. Me sentí incómodo, fuera de lugar. Necesitaba aire. Dejé la copa sobre la barra y salí a la terraza, inhalando profundamente el aire nocturno.
No podía creerlo...
¿Qué demonios me había pasado? ¿Por qué había visto a Isabelle en lugar de aquella chica? ¿Acaso aún la tenía tan presente en mi mente como para que me persiguiera incluso en momentos como ese? ¿Cómo podía haber besado a esa chica? El alcohol me había nublado la cabeza por completo; había pasado de ser un hombre normal a ser un imbécil profesional.