Isabelle:
Me levanté rápido el viernes por la mañana, puse el despertador para que me sonara antes de la hora; quería aprovechar el día, era mi último día de trabajo de la semana. Me vestí rápidamente; había estudiado mucho durante la última semana y tenía, por fin, mi examen teórico por la tarde y clase de prácticas esa misma tarde. Dejé a Ethan en casa de mis padres, iba con algo de prisa, y cogí un taxi para no llegar tarde al trabajo.
Al llegar, me dirigí directamente a la sala de reuniones. Allí, ya estaban mis compañeros y, por supuesto, Amelia.
—¡Hola, buenos días a todos! —dije con una sonrisa.
—Lo siento, Amelia, sé que llegué cinco minutos tarde.
Se escuchó una voz en bajo, era la de siempre Sabrina. Desde el primer día me cogió manía sin yo hacerle nada, ni siquiera habíamos hablado nunca. Era la menos indicada para criticarme; según había escuchado, tenía ya cuarenta años y estaba sola, porque su exmarido la había dejado por otra. La mujer parecía que estaba amargada, por y para el mundo; sin saberlo, se hacía daño a ella misma. Supongo que en todos los trabajos es igual; ya se le quitaría con el tiempo.
Amelia tomó la palabra: "Cálmense, señores y señoras, les traigo muy buenas noticias", anunció.
—Bueno, chicos y chicas, nos ha llegado un próximo proyecto de lujo. El cliente quiere que todo esté listo en un mes; sé que no es nada fácil, pero nada es imposible en esta vida. Es un proyecto muy ambicioso y tengo algo más importante todavía que deciros: ¡Tenemos carta blanca, chicos! Será un reto enorme para todos, pero sabemos que para esta agencia también es una oportunidad única; nos dará más trabajo y más oportunidades de llegar más lejos.
Algunos de mis compañeros empezaron a hablar, quejándose de lo apresurado que era todo, y una colega, la misma que siempre, Sabrina, comentó que ella, que es la que más tiempo llevaba en la agencia, se merecía el proyecto.
Amelia, sin más, dijo:
—He decidido que este proyecto lo llevará Isabelle, con la colaboración de algunos de vosotros, pero ella será quien lo lleve.
Me quedé sin palabras, sin saber cómo reaccionar, yo a mí... Pero si soy la que menos experiencia tengo, pensé...
Amelia se levantó, me miró y me dijo.
—Isabelle, ven a mi oficina, tenemos que hablar del proyecto, no podemos perder tiempo.
La reunión empezó; Amelia me explicó cómo debía coordinar cada detalle, desde proveedores hasta logística, en un plazo muy ajustado. Me sentí abrumada y asustada, pero emocionada por la oportunidad de demostrarme a mí misma todo lo que valía. Me comentó que trabajaría conmigo otra persona para que me ayudara, que ella estaría pendiente de todo.
—¿Y quién es la persona que va a trabajar conmigo, codo con codo? —Amelia —le pregunté.
—No sé si lo conocés, no trabaja aquí, ha venido alguna vez a mi oficina, se llama Taylor, es un gran profesional, es una gran persona, trabajador y simpático; te vas a llevar con él muy bien, ya lo verás. Esta tarde te lo puedo presentar —me dijo.
Yo no sabía cómo decirle que esta tarde no podía; estaba nerviosa, después de darme esta oportunidad de trabajo, y podía pensar que era una desagradecida o cualquier cosa.
—¿Qué es lo que te pasa, Isabelle? —me preguntó. Te pusiste nerviosa, mujer, Taylor no come mujeres por ahora —me dijo riéndose.
—¡Menos mal! —le contesté riéndome. No es eso, es que tengo el examen teórico esta tarde y después tengo mi primera clase de prácticas, y yo...
—Es verdad —me lo dijiste ayer, no me había acordado. Podríamos quedar entonces mañana, te paso mi dirección, puedes traer a tu hijo, jugará con mis hijos, solo será un rato, no te preocupes —me dijo.
La miré sorprendida; desde que la conocí me pareció una gran mujer, pero no sabía nada de su vida, ni siquiera sabía que tuviese familia. Le contesté enseguida.
—Por supuesto, mañana tengo tiempo. —¿A qué hora sería? Seguro que a Ethan le encanta; así hará nuevos amigos.
—¿A las diez te viene bien? —Te paso mi dirección por WhatsApp —me dijo sonriendo.
—Estupendo, allí estaremos —le contesté, me levanté y salí de la oficina.
Después de la reunión, estuve trabajando; se me pasó el tiempo superrápido. Llegó la hora de salir y me crucé otra vez con mi colega en el ascensor. Me miró con ojos de asesina en serie; yo saqué mi móvil del bolso y me puse a mirarlo, a ver si tenía llamadas o mensajes, y justamente tenía uno de Victoria.
Decía algo como: "Espero que hayas tenido una buena mañana, ya verás cómo apruebas, eres la mejor amiga, te quiero mucho". Esas palabras me subieron la moral y sonreí al leerlas. Mi colega me miró como si estuviera loca. Salí del ascensor y le deseé un buen fin de semana, por educación. Me miró sin contestarme y se fue. Paré a un taxi que pasaba camino a la autoescuela. Iba bien de hora; llegaría con tiempo, en unos minutos. Llegué, tenía los nervios a flor de piel, me obligué a mantener la calma. Cuando termine, estaba casi segura de que no había cometido fallos. Pero tenía que esperar hasta el lunes para saberlo. Allí me recogieron en un coche para hacer las prácticas; me mandaron que me sentara atrás. Solo íbamos dos alumnos y el profe.
—¿Es tu primera clase, sabes conducir algo? —me preguntó enseguida.
Era un hombre de unos sesenta años; parecía serio.
—Si le contesté, es mi primera clase, ¿no? —Tenga paciencia conmigo, es broma —le dije, aprendo rápido.
Me dijo que me pusiera al volante, me subí, me explicó cómo se ponían las marchas; tenía tres pedales como casi todos los coches: embrague, freno, acelerador. Le hablé de bromas al profesor, explicándole que me faltaba una pierna para tanto pedal. Me miró y se echó a reír, se le salían hasta las lágrimas. Por lo menos tenía sentido de humor, me dije a mí misma; no estaba todo perdido, pensé... Cogí el coche; se me caló unas cuantas veces.
—Estás muy tensa, debes calmarte. Mira, esto es como un juego, no tiene nada, es solo cogerle el tranquillo. Ahora miras las marchas para ponerla, después lo harás con los ojos cerrados, ya lo verás. Sus palabras, la verdad, que me calmaron mucho; iba despacio, pero no se me volvió a calar más. Terminé la clase de prácticas y fui a casa de mis padres; mi madre me miró contenta.