Isabelle:
El WhatsApp de Amelia me llegó temprano en la mañana, con la dirección de su casa. Vive en las afueras, una zona tranquila en un residencial, perfecto para una familia con niños. Me sentía un poco nerviosa, iba a ir a su casa con su familia, a estar allí por primera vez, pero también estaba muy agradecida por la invitación y el nuevo proyecto. Yo era la última que había entrado en la empresa, y Amelia me había dado a mí ese gran proyecto. Eso entre los compañeros no me ayudó, si no todo lo contrario; había más de uno que me criticaba diciendo que seguramente estaría enchufada, o que estaría haciendo algún favor a algún socio. Menos mal que no hay socios; Amelia es dueña y señora de su empresa. La verdad que poco me importa; yo vivo mi vida lo mejor posible, sin preocuparme de los demás.
Llamé a un taxi. Cuando llegamos los dos, me sorprendió lo hermosa que era la casa. Una casa elegante con ventanales amplios, rodeada por un hermoso jardín que estaba muy cuidado. Amelia me había comentado alguna vez que su marido cuidaba las plantas como hobby, y la verdad que se notaba; estaba lleno de flores y un césped muy verde. Ethan, de la emoción, tiró de mi mano.
—¡Mami, es enorme! —exclamó mi hijo con los ojos muy abiertos de la impresión. ¡Parece un campo de fútbol!
—Sí, cariño, pero recuerda portarte bien —le advertí con una sonrisa. No toques nada sin mi permiso, ¿vale?
—¡Vale! Mami.
Toqué el timbre, y Amelia abrió la puerta con una sonrisa.
—¡Isabelle! Ya estáis aquí; le estaba hablando de ti a mi marido. Y este debe ser el famoso Ethan.
—Hola, señora. —Sí, soy yo —respondió él con timidez.
—Hola, Amelia, gracias por la invitación —dije yo, dándole un abrazo. Sí, este es mi grandullón, el amor de mi vida.
—Pasad, vamos al jardín. Allí están todos.
Atravesamos el pasillo de la casa; era espaciosa y decorada con mucho gusto. Cuando salimos al jardín, vi a su marido sentado en una silla de madera, mirando a los niños jugar con un balón de fútbol, mientras hablaba con un chico.
—Tienes una casa preciosa, Amelia. Y qué jardín tan grande... —comenté, admirando el lugar.
—Gracias, me encanta cuidar las flores, como a mi marido; se me dan bien —respondió ella con orgullo.
—¡Wow, mami! ¡Mira cuántas flores! —dijo Ethan, impresionado.
—Mira, te presento a tu futuro compañero de trabajo —me dijo Amelia señalando al chico. Él es Taylor.
—Encantado —dijo él, ofreciéndome la mano con una sonrisa.
—Igualmente, yo me llamo Isabelle —respondí.
—Sentémonos. ¿Quieres café o prefieres té? Para Ethan tengo Cola Cao, zumos o lo que quieras —dijo Amelia, llevándonos hacia la mesa de la terraza.
Ethan, que estaba un poco cohibido, se sentó en mi regazo mientras yo lo abrazaba para que se sintiera más cómodo. El marido de Amelia se puso de pie antes de decir...
—Para Ethan nada, no te preocupes, ya hemos desayunado, pero yo te acepto un café, gracias, Amelia —le contesté.
—Bueno, os dejo trabajar. Me voy a jugar un rato con los niños.
—Ethan, cariño, ¿te quieres ir con mi marido? —preguntó Amelia con amabilidad. —Allí están mis hijos con un balón de fútbol; podrán jugar un rato. A ver cuántos goles meten a mi marido; es un jugador pésimo —dijo Amelia—. Después me lo cuentas, ¿vale? Estoy segura de que eres muy bueno jugando. Solo será mientras tu mami habla conmigo. ¿Te parece bien?
Ethan me miró, esperando mi aprobación.
—Ve, cariño. —Seguro te lo pasas bien —le animé.
—Vale, mami. —Ahora vengo. —Me dio un beso rápido antes de correr hacia el césped.
Cuando nos quedamos solos, Amelia se puso más seria.
—Bueno, chicos, vamos al tema. El proyecto lo debemos de empezar el lunes, sin falta. Taylor, quiero que le ayudes a Isabelle en todo lo que necesite; entre los dos, este proyecto será pan comido. Confío en los dos, y sé que esto saldrá muy bien, por algo sois los mejores —dijo sonriendo—. Animaos, hay muchas cosas por hacer; os quiero al cien por cien, tenéis que compartir ideas, eso os vendrá muy bien. Además, creo que os llevaréis estupendamente; sois bastante parecidos, muy meticulosos. Sabéis, estoy super emocionada, este es el proyecto que siempre he querido. ¡Sí, es ambicioso! ¿Pero sabéis lo que cuesta tener un proyecto así? Cuesta muchísimo, y ahora es nuestro momento. ¡A por todas, chicos!
Amelia estaba muy emocionada; yo no lo tenía tan claro, tenía los nervios a flor de piel. Miré a Taylor y él estaba muy tranquilo, o eso parecía.
—Me parece bien —dijo Taylor. Hay que preparar la decoración, catering, camareros, medios de comunicación... La decoración nos llevará bastante, pero entre los dos no será difícil, estoy seguro; además, siento que hay buen feeling.
—Yo sonreí, y al oír eso me dio confianza, y dije: —Podríamos ir diseñando la decoración, así lo dejaremos todo perfecto —sugerí. El lunes, en la oficina, puedo ir yo adelantándolo, si te parece bien, Taylor.
—Buena idea, me gusta —aprobó Taylor, mirándome.
—Lo ves —dijo Amelia, sonriendo. Te dije que era la mejor de la agencia. Mira que tú no las tenías todas contigo, Taylor, hombre de poca fe... ¿Alguna vez te he engañado? —preguntó Amelia riéndose.
Taylor la miró, y me guiñó un ojo. —Bueno... Bueno, nunca se sabe... Pero sí, debo de confesar que no me fiaba mucho. —Pero no por ti, Isabelle, sino porque en la agencia tiene cada uno... Qué tela, nena, bueno, tú ya lo sabrás; de ahí que no quiera trabajar allí, prefiero hacerlo desde mi casa para no verles la cara a ninguno. Sus palabras no me sorprendieron; a mí me pasaba lo mismo, pero yo lo sobrellevaba, creo que mejor que él.
Pasamos casi dos horas hablando de todos los detalles. Finalmente terminamos, y llamé a Ethan para marcharnos.
—Y al final, Ethan, ¿cuántos goles has metido a mi marido? —Seguro que un montón —dijo sonriéndole. —Bueno, chicos, nosotros nos vemos el lunes. Que tengáis un buen fin de semana, descansar para coger fuerzas, chicos —dijo Amelia, despidiéndose con una sonrisa.