Taylor nos dejó en casa de mis padres. Durante el camino, hablamos de cosas sobre el trabajo, y los años que llevaba en la agencia. Me dijo que había estado trabajando en Estados Unidos en una agencia, pero el estar lejos de su única familia, su hermana y los gemelos, lo llevó mal; de alguna manera yo le comprendí.
—Tú estarás casada, ¿no?, o con pareja.
—No, para nada, estoy sola con mi hijo —le contesté.
Taylor miró a Ethan. Es clavado a ti, no lo puedes negar.
—Sí, tiene algunas cosas de mi padre también —contesté yo.
Taylor parecía un chico simpático, agradable y, por qué no decirlo, también bastante guapo. Tenía los ojos grandes de color verde, era alto, tenía un bonito cuerpo; se notaba que se cuidaba. Es de esos chicos que no pasan inadvertidos. Me pregunté por qué estaría solo; tenía todo lo que una mujer puede desear.
Cuando bajamos del coche, Ethan le dio las gracias con esa educación que tanto me enorgullecía.
—Gracias por traernos, Taylor —le dije.
—Adiós, Tay —le dijo Ethan.
—No, hijo, se llama Taylor.
—Pues eso, mamá Tay, es lo mismo.
Taylor y yo nos empezamos a reír.
—Anda, tira, Ethan, te voy a dar yo... —le dije sonriéndole.
—De nada, ha sido un placer. Hasta pronto, campeón. —Nos vemos pronto, que tengáis un buen fin de semana, y a ti, Isabelle, te veo el lunes —me dijo Taylor con una sonrisa.
Yo también le agradecí y me despedí con un simple “nos vemos el lunes”. Después, entramos en casa de mis padres, y pasé el resto del día disfrutando de la compañía de mis padres y mi hermano Christopher y Ethan.
El fin de semana pasó rápido, y llegó el esperado lunes, por un lado con ganas y por otro con algo de miedo; era todo un reto para mí. Dejé a Ethan en casa de mis padres antes de ir a la oficina. Sabía que me esperaban horas de trabajo intenso, pero me sentía motivada. El proyecto era grande y exigente, pero al lado de Taylor yo creo que formaremos un buen equipo, o por lo menos lo quiero creer. Él tiene experiencia en este tipo de eventos, pero yo estoy más verde que un ajo.
Al llegar a la agencia, saludé a Amelia, que ya estaba revisando algunos documentos en su despacho.
—Buenos días, Isabelle. —¿Lista para empezar? —me preguntó con una sonrisa.
—Por supuesto. He estado pensando este fin de semana en algunas ideas para la decoración. Se las comentaré a Taylor, a ver qué le parecen.
—Genial. Es un gran profesional; con él aprenderás. Lo único que tiene es que es muy exigente con su trabajo, pero no creo que tú tengas problemas con eso. Bueno, será mejor que vayas; Taylor ya está en la sala de reuniones, te está esperando.
Me dirigí allí con mi cuaderno en mano. Al entrar, lo vi concentrado en la pantalla de su portátil, revisando unos presupuestos.
—Buenos días, Taylor —dije, tomando asiento a su lado.
—Buenos días, Isabelle. —Vamos a ponernos manos a la obra, tenemos mucho que hacer y muy poco tiempo —respondió con una sonrisa.
Pasamos la mañana revisando una lista interminable de proveedores, colores, materiales y estilos de decoración. Yo le propuse que sería moderno y le enseñé mis propuestas; el ambiente debía ser elegante, sofisticado y a la vez funcional. El evento incluía una cena formal, por lo que también teníamos que coordinar con el catering y la distribución de los espacios. Teníamos otro pequeño problema: el hotel había empezado unas reformas, por lo que eso complicaba más las cosas. Taylor me había dicho que él se encargaría de ir al hotel; necesitábamos hacer unas fotos y videos de donde se iba a hacer el evento.
—Podemos usar tonos neutros con detalles dorados para dar un toque de elegancia, sin que se vea recargado —sugerí.
—Me gusta la idea. —Podríamos incluir algunas luces cálidas y centros de mesa con velas —añadió Taylor.
Todo va bien. Hacemos un gran equipo, y aunque él es muy meticuloso con los detalles, nuestras ideas se complementan.
Cuando llegó la hora del almuerzo, fuimos a la pequeña sala que tenemos para almorzar. Saqué el sándwich de la máquina; Taylor llevaba su propia comida. Nos sentamos en una de las mesas cuando mi teléfono vibró. Era Victoria.
—¡Hola, guapa! ¿Cómo estás? —Últimamente estás muy ocupada, hay que pedir cita para hablar contigo —dijo mi amiga.
—Bien, en la oficina, con mucho trabajo; ahora estamos con un buen proyecto, junto a mi compañero Taylor. Ahora estamos almorzando. ¿Y tú, cómo vas, Victoria? ¿Mucho trabajo? Si este fin de semana no tienes planes, quedamos para ponernos al día.
—Tengo bastante trabajo, sí, pero no cambies de tema, que nos conocemos, Isabelle. Cuenta, cuenta… ¿Cómo es? ¿Joven, guapo, interesante? —Me tienes en ascuas —bromeó.
—Eres increíble, Victoria. —Pues no sé, ni siquiera me he fijado —le dije. Tenía al lado a Taylor, no podía hablar. Se levantó para sacar de la máquina una botella de agua y aproveché ese momento para hablarle de él. Debe tener unos treinta y ocho años, es guapete, alto y muy trabajador. Es lo que tú llamas un tío perfecto; la verdad es que nos hemos complementado bien en el trabajo, y eso es lo importante.
—Ajá… Te has fijado en él, pillina, eso que dices que no, pero como te enamores, verás tú… Y quién sabe... Tal vez ese chico tan maravilloso sea tu futuro novio, o... Ahí lo dejo.
Solté una carcajada; Taylor me miró.
—Seguro que tiene sus rollitos por ahí, porque es guapo o, como tú dices, buenorro —dije en voz baja—. Estás muy loca, Victoria. Te montas unos rollos tú sola...
Seguimos charlando unos minutos más hasta que se terminó el descanso. Me despedí de Victoria y volvimos al trabajo. Nos cruzamos por los pasillos con otros compañeros y, por la manera en que nos miraban, parecía que tampoco apreciaban mucho a Taylor. Tuve la sensación de que le tenían demasiada envidia, de ahí que él no quisiera trabajar aquí y prefiriera hacerlo desde su casa.
Por la tarde, antes de marcharnos, Amelia nos reunió a Taylor y a mí en su oficina.