Me había levantado temprano y, como no podía dormir, me fui a la cocina y me puse a preparar una tarta de velvet, la preferida de mi hermano Christopher, para llevárnosla más tarde. Quería ir a casa de mis padres a pasar el día y contarles cómo me había ido la semana. Ethan estaba dormido; intenté no hacer ruido, puse música en bajo. Sonó el timbre, fui a abrir la puerta, secándome las manos con un paño de cocina. Cuando abrí, era Victoria, que venía con el pijama puesto y la bata y esa sonrisa pícara que siempre me hacía reír.
—¡Por fin, estás en casa! —dijo riéndose. ¡Tienes que contarme todo! Vamos, empieza... Estás tardando.
—¿De qué hablas? Primero se dan los buenos días, Victoria. ¿Te acabas de levantar ahora? ¿Qué me vienes con esas pintas? Además te has vuelto loca, ¿de qué demonios estás hablando? —pregunté haciéndome la desentendida mientras cerraba la puerta.
—No te hagas la tonta, Isabelle. Del trabajo, del proyecto… Del famoso y maravilloso Taylor, que por cierto quiero ver una foto de ese monumento. —¿Te creías que te ibas a escapar? ¿Qué tal la cena? Vamos, cuéntame, estoy que me como las uñas.
—La conocía mejor que a mí misma; su mirada lo decía todo, era como un libro abierto, bueno... No hay mucho que contar. Empecé a hablar; sabía que estaba sufriendo por saber, y disfruté mirando su cara. Siempre hemos sido muy buenas amigas, y hemos estado muy unidas. Nos hemos contado nuestros secretos de chicas cuando éramos unas crías, los chicos que nos gustaban en el instituto, pero Victoria siempre ha sido muy enamoradiza, y eso la había llevado a sufrir por amor y mucho; yo no soy así.
Suspiré. Sabía que no me dejaría en paz hasta que le diera algún detalle.
—Fue una cena tranquila, Victoria. Estuvimos hablando de su vida, de mi vida; además, fui con Ethan. No es que fuera una cita ni nada por el estilo.
—Ajá… pero el chico te invitó a cenar, eso quiere decir algo, amiga, que te lo digo yo, que te recoja en casa, eso no es normal si es solo un compañero; aquí hay tema… ¡Cuéntame cosas de él! ¿Es tan guapo como dices? ¿Y tiene novia, está casado, separado? Hija, cuenta algo ya... Me tienes en ascuas, nena.
Me reí negando con la cabeza.
—Tienes una imaginación increíble. Taylor es un buen compañero de trabajo, me llevo super bien con él, y ya... No veas fantasmas donde no los hay. Y si es guapo, soltero, sin novia, como dices tú, un diamante en bruto, y empecé a reírme.
—Está quedando conmigo, ¿verdad? No puede ser tan perfecto; algo debe tener. No te estarás enamorando de él, ¿verdad? ¿Estás segura?
—Jajaja, ¡no, estoy más que segura! No tengo tiempo para eso, por ahora solo quiero un hombre en mi vida, y ya lo conoces... Mi hijo Ethan, no quiero más problemas ahora; estoy muy tranquila, no me tengo que dar explicaciones de cuando entro o salgo, de lo que hago, dónde estoy y con quién. Vamos, estoy a las mil maravillas. Amiga, no hay dinero en el mundo para pagar eso. Taylor es un buen chico; la verdad que no sé por qué está solo, supongo que le pasa como a mí...
Victoria me miró y se dejó caer en el sofá.
—Isabelle, amiga, en serio, tienes que abrirte un poco más. Hace ya un tiempo que no tienes a nadie; desde que has vuelto, tienes que ponerte en el mercado. No digo que Taylor sea el indicado, pero… Y si... Nunca se sabe, Isabelle, dónde está el amor. Aprovecha, si dices que es un buen chico, si no me lo das a mí...
—No necesito a nadie, Victoria. Por ahora, además, el mercado, como tú lo llamas, está fatal, amiga; cada vez los chicos quieren menos relaciones serias, y yo que tengo un hijo, es más difícil. Pero bueno, para mí ahora, mi prioridad es Ethan. Además, a ti te gustan otro tipo de chicos.
—¿No ves? Te gusta un poco, pero no lo quieres admitir; te cuesta hacerlo. ¿Piensas que alguien te va a juzgar? Estás muy equivocada, nena. Sé que lo has pasado mal, lo sé, por eso te admiro, has luchado sola, pero también mereces ser feliz, Isabelle, tú y Ethan. Por cierto, he quedado con unos amigos para ir a la bolera; ¿os podéis venir? ¿Te apuntas?
La miré con ternura. A veces me desesperaba con su insistencia, pero sabía que solo quería lo mejor para mí. Le dije que no, que íbamos a ir a casa de mis padres, y quería que Ethan pasara el día con mis padres y mi hermano. Ethan admiraba a Christopher, y él, desde que lo había conocido, había cambiado mucho, y eso me alegraba muchísimo. Después de lo que ha pasado, se lo merece todo.
Después de un rato hablando, Victoria se rindió con el interrogatorio y cambiamos de tema. Hablamos de su trabajo, de anécdotas divertidas de cuando éramos unas crías, preparé unos cafés y me ayudó a terminar la tarta, y cuando se hizo más tarde, se fue.
Ethan se levantó con un hambre feroz. Le preparé el desayuno, un Cola Cao con una tostada de mantequilla con mermelada; no me gustaba que comiera bollería industrial muy a menudo. Cuando terminó, mientras se vestía, aproveché para recoger todo, tapé la tarta y me fui a vestir. Me puse un chándal; quería ir cómoda. Llamé a un taxi para irnos a la casa de mis padres. Al llegar, mi madre nos recibió con un abrazo, como siempre. Ethan corrió a la cocina donde sabía que su abuela siempre tenía alguna golosina para él.
Pero en cuanto entré al salón, noté tensión; mi padre estaba sentado, serio y enfadado, y mi hermano, Christopher, tenía mala cara. Me pareció raro.
—¿Qué pasa aquí? ¿Me lo quiere alguien decir?
Mamá suspiró y me miró con preocupación.
—Tu hermano quiere irse a España.
Mi corazón dio un vuelco.
—¿Qué? No puede ser...
—Voy a intentarlo, Isabelle —dijo Christopher. Tengo contactos allí, de cuando era modelo; quiero cambiar de vida, encontrar nuevas oportunidades.
—¿Y dejarlo todo? Perdiste todo por tus amigos, casi pierdes a tu familia. ¿Ahora que está aquí tu sobrino, tú te quieres ir? ¿De verdad crees que es necesario? Yo pienso que no lo has sopesado mucho; ponlo en una balanza, verás cómo se inclina hacia un lado.