Volver a Tí

Capítulo 32 Almas rotas

Habían pasado dos días desde que Christopher se había ido. La casa de mis padres se sentía vacía. Mamá apenas hablaba, estaba triste y apagada. Yo iba con Ethan todas las tardes; así se entretenían jugando con él. Papá fingía que estaba todo bien, pero yo los notaba cambiados en los silencios durante la cena.

Yo… yo intentaba mantenerme entera por Ethan. Aunque dentro de mí lo extrañaba muchísimo, y su decisión me había dolido. Christopher adoraba a Ethan por encima de todo, y solía despedirse con una broma tonta o un “cuida a mi pequeño”, como siempre le decía a Ethan. Se despidió, pero...

Esa tarde, después de volver del trabajo, Ethan me pidió que le ayudara a buscar un muñeco viejo que juraba haber dejado en el baúl de juguetes de casa de mis padres. Subimos juntos a mi antigua habitación, y mientras él revolvía peluches y coches de mi hermano, yo me senté en la alfombra y lo miré. Verlo así, tan feliz, tan inocente… me rompía el alma, me hacía acordarme de Christopher, aquí mismo jugando los dos cuando éramos unos críos. En ese mismo baúl teníamos nuestros juguetes; mi madre siempre nos decía que había que recogerlos del suelo y guardarlos… Qué recuerdos... Parece que fue ayer, y mira, aquí estoy con mi hijo.

En una esquina del baúl, entre un camión amarillo y una pelota de Ethan, había un sobre. Se me hizo raro; jamás metimos sobres en este baúl de juguetes. Me levanté y lo cogí; ponía mi nombre, con la letra inconfundible de Christopher.

El corazón me dio un vuelco. Tuve un mal presentimiento...

—Mamá, ¿qué es eso? —preguntó Ethan, curioso.

—Nada, cariño, solo una nota vieja del tío. —Ve bajando que ahora bajo yo. —Le sonreí, no quería que se enterara de nada, es solo un niño.

Esperé a que saliera de la habitación, cerré la puerta y me senté en la cama. Las manos me sudaban. Ese presentimiento me puso nerviosa...

Abrí el sobre...

Conforme iba leyendo, me sentí mal, conmigo misma. Sentía su tristeza, su culpa… y su amor. Lo imaginé escribiéndola, con las manos temblorosas, luchando con sus propios demonios. Cada frase era dolor, eran sus pensamientos lo que sentía; es como si me pidiera ayuda sin atreverse a hacerlo, igual por miedo o vergüenza, pero jamás lo hizo...

¿Cómo no me di cuenta? ¿Cómo fui tan estúpida? ¿Cómo no me di cuenta de que estaba sufriendo tanto? ¿Qué tipo de hermana soy? No me podía sentir más culpable...

—¡Maldita sea, Christopher! —grité, con rabia; las lágrimas caían por mis mejillas. ¡Por qué, Dios mío! ¡Ayúdame!

Apreté la carta contra mi pecho, como si pudiera abrazarlo, decirle que no estaba solo, que nunca lo estuvo. Que lo quiero con todas mis fuerzas, y que jamás, pase lo que pase, estará solo, porque yo no lo permitiré.

Y entonces lo entendí todo...

Christopher no se había ido por trabajo. Y tampoco creo que esté en España, pero sé que hay algo más detrás de esto. Estoy segura de que detrás está su amigo, el que lo empujó a irse. Estando así, mi hermano es muy fácil de manejar; además, siempre ha tenido un corazón de oro, pero al mismo tiempo frágil, y de eso se ha aprovechado ese capullo, y encima ahora estaba esta carta…

Mi hermano estaba pidiendo auxilio a gritos, pero no me di cuenta...

Lo que tenía muy claro es que no pensaba quedarme de brazos cruzados, esperando... Removería cielo y tierra hasta encontrarlo... Y pobre del que se ponga en mi camino, así me lo tenga que llevar por delante.

La carta dice así; la he leído varias veces.

Isabelle,

Si estás leyendo esto, es porque ya me he ido. No sabía si dejarte esta carta… pero al final, necesitaba hacerlo. Porque lo único que tengo claro es que tú mereces una explicación, aunque no sepa si tengo derecho a dártela.

Llevo tiempo sintiéndome fuera de lugar, como si mi vida no tuviera sentido ya. Intento aparentar que estoy bien, sonrío por Ethan, por mamá, por papá, por ti… pero la verdad es que por dentro me estoy deshaciendo en mil pedazos.

Creí que podía con todo. Que con el tiempo, y mucha fuerza de voluntad, y el amor de vosotros, iba a conseguirlo. Pero no es tan fácil. No cuando los fantasmas vuelven, todas las noches, cuando estoy en mi habitación, que ya no queda nadie con quien hablar. Volví a caer, Isabelle. No quiero mentirte. Pero fue suficiente para darme cuenta, y volver a sentir esa oscuridad que una vez me hizo tocar fondo.

Lo peor de todo es la culpa. Esta maldita culpa que me pesa dentro de mi corazón. Miro a Ethan y no puedo evitar pensar que soy el peor ejemplo. Escuché a mamá hablar de su preocupación por mí cuando cree que no la oigo, y me doy cuenta de que no he cambiado tanto como quería. Que para ellos soy una molestia, un mal hijo, y que no me merezco unos padres así...

Y sé que tú siempre has estado ahí. Incluso cuando yo no me lo merecía, incluso cuando te decepcioné tantas veces. Pero no puedo seguir arrastrándote conmigo. No quiero ser una carga más, en tu vida ni en la de Ethan. Vosotros no os merecéis sufrir por mí más.

Irme a España no es una solución, lo sé. Pero necesito desaparecer un tiempo. Intentarlo otra vez, pero solo; no quiero ver miradas llenas de decepción y sentir que estoy fallando cada día a los que más quiero. Quiero esta vez hacerlo solo, aunque tenga que hacerlo lejos.

No se lo digas a mamá. No le digas que volví a caer. No se lo merece. Dile que quiero empezar de cero, que quiero buscar algo diferente. Pero tú… tú sí mereces saber la verdad. Porque te amo, porque eres mi hermana, y porque aunque sienta que soy una carga para todos, tú siempre has sido mi ancla.

Si algún día llego a ser alguien de quien puedas estar orgullosa, volveré. Pero si no lo consigo, al menos quiero que sepas que lo intenté. Y que te llevaré siempre conmigo.

Gracias por quererme cuando ni yo mismo me soporto.

Christopher.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.