Me había ido a por un café a la máquina. Estaba en la oficina mientras intentaba concentrarme en las cifras del informe. Taylos se había ido al hotel, mientras yo intentaba terminar el trabajo, pero mi mente seguía pensando en la conversación con Lucas. Christopher se había metido en problemas, y la sensación de que cada minuto contaba me estaba consumiendo. El simple hecho de pensar... ¿Dónde estará? ¿Seguiría vivo? Era difícil poder concentrarme en el trabajo; Amelia paseaba por los pasillos de un lado para otro. Cada vez que la veo me pone nerviosa. Sé que tiene mucha presión, pero así no ayuda para nada.
Tomé aire, intentando relajarme, escuché el sonido de unos pasos; sé que no es Amelia, por los tacones. Se acercó a mi escritorio. Levanté la mirada, o no...
—Qué casualidad verte aquí, Isabelle.
No esperaba verlo hoy en mi trabajo, mucho menos apoyado sobre mi escritorio.
—¿Qué haces aquí, Alexander? —le pregunté. Amelia está en su oficina. ¿Tienes una cita con ella?
—Negocios. —Tu empresa está colaborando en un proyecto importante y, bueno, tenía curiosidad por ver quién estaba al mando de la parte creativa —respondió con una sonrisa.
Sabía que era mentira. Alexander nunca hacía nada sin una razón.
—Pues ya me viste. ¿Algo más? Si quieres hablar con Amelia, tienes que esperar; está ocupada.
—Sigues igual —dijo, ignorando mi pregunta. ¿Quién te crees que eres, para hablarme así? ¿Acaso no sabes quién soy yo?
—¿Yo, igual? Creo que no, tú eres el que ha cambiado y mucho, y no creas para nada que por el hecho de tener dinero eres más que yo, para nada. Y no me dan miedo tus amenazas.
Me miró riéndose, con una sonrisa de idiota, que me sacó de mis casillas.
—Esa forma tuya de hacerte la fuerte, ¿no vas a cambiar nunca, nena? Pero dime, ¿qué tal, te ha ido todo este tiempo? ¿Dónde has estado?
Odié cómo, con ese tono insinuante, me hacía recordar el pasado.
—¡Perfecto! —mentí, para ver su cara de idiota. Tengo una vida estable y tranquila.
Alexander me miró sonriendo.
—Me alegra. Aunque no parecías muy tranquila hace un momento. Te noto nerviosa, ¿o acaso es por mí? ¿Te sigo poniendo nerviosa? O con solo verme, te excitas...
Me estaban dando ganas de mandarlo a la mi...
—Tengo trabajo que hacer, Alexander —respondí. Si no es importante, y no tienes nada más que decirme del trabajo, te agradecería que...
—Tranquila, no quiero molestarte —dijo, levantando las manos. Solo quería verte. Recordar los viejos tiempos...
Los viejos tiempos, dice...
—No hay nada que recordar —mentí otra vez.
—Si tú lo dices, aunque yo no lo creo. Nos veremos pronto, Isabelle.
Por fin se marchó. Lo he pasado mal, tenerlo tan cerca, me vienen recuerdos... No son malos; fui feliz con él, y fruto de ese amor nació mi hijo Ethan, que por suerte Alexander no lo sabe...
Me quedé mirando la pantalla. Sabía que Alexander no había venido sin un propósito. Todo lo que hacía, lo hacía por algo; me puse a pensar qué hubiera pasado si me hubiera quedado aquí... Seguramente me hubiera obligado a abortar; su madre diría que es un hijo bastardo de una don nadie, como siempre decía ella, y por no llevarle la contraria. Él quería la empresa de su padre, pero para eso tenía que tener el consentimiento de su querida madre, Eleonor Whitmore...