Volver a Tí

Capítulo 42 Dime porque...

Justo cuando estábamos saliendo del bar, ya sin esperanzas, una voz nos detuvo.

—¡Eh! ¡Chica! —miré hacia atrás. Era uno de los camareros. Salía por la puerta trasera, mirando hacia los lados como si no quisiera que lo vieran hablando con nosotros.

—¿Me hablas a mí? —pregunté, algo desconcertada.

El tipo se acercó. Tenía los ojos colorados y el acento de otro país, con la voz ronca y sus manos temblando, no sé si de frío o de otra cosa peor.

—He oído que buscáis a... Christopher, ¿verdad? El chaval que se metió en problemas con Alam.

—Sí, yo soy su hermana. ¿Sabes dónde está? ¿Lo has visto? —le pregunté.

—No sé dónde está ahora, pero sé que lo vieron hace unos días. Estaba participando en unas peleas clandestinas. Alam lo metió ahí porque le debía dinero. Dinero que pidió cuando estaba en el centro, para salir antes y conseguir droga. Se lo prestaron... pero todo tiene un precio, y más con Alam.

—¿Peleas? —repetí, incrédula. ¿Qué clase de sitio permite eso? Eso es ilegal.

—Eso aquí es normal. Solo os puedo decir lo que sé. Hay un tipo, Marlon, que se encarga de reclutar chavales desesperados. Christopher cayó como tantos otros. Los usan para entretenimiento; hay mucha pasta en juego, apuestas... El chico estaba hecho polvo, pero pelea bien, es bueno; he oído a Alam hablar de él. Lo último que supe es que perdió una pelea; le tocó uno de esos locos que pelean hasta verte muerto, se lo llevaron. Nadie sabe bien dónde está.

Perdí el equilibrio, Taylor me agarró, puso su mano en mi espalda, sin soltarme.

—¿Y ese Marlon? ¿Dónde podemos encontrarlo? —preguntó Taylor.

—No es alguien fácil de encontrar. Se mueve por la márgen de la ley, cambia de local cada semana. Pero sé que alguien lo ha visto hace poco en un almacén al sur del río, en Bermondsey. Cerca del viejo matadero. ¿Conocéis esa zona? No podréis entrar allí, si no vais preparados.

Nos miró a ambos, como si dudara si decírnoslo o no; se notaba que tenía miedo, pero luego agregó.

—Si vais... id con mucho cuidado. No es solo Alam el que está metido en esto. Hay más gente detrás, gente de mucho dinero, gente de poder... No os puedo decir más; espero haberos ayudado, espero que lo encontréis. Y no os fiéis de nadie.

Se fue muy rápido, tal como apareció, perdiéndose en los callejones mojados de la parte trasera del bar.

Me quedé allí, pensando... Todas las piezas empezaban a encajar... aunque la forma que estaba cogiendo me asustaba cada vez más.

Taylor me miró, serio.

—Vamos a encontrarlo, Isabelle. Cueste lo que cueste.

—El tipo ese, el tal Alam, nos ha mentido en nuestra cara; tiene que estar acostumbrado porque me había convencido, le he creído como una tonta, pensé que nos estaba diciendo la verdad y esta medito hasta el fondo. ¿Conoces aquella zona, la del matadero? ¿No será mejor que avisemos a la policía, Taylor? Cada vez es más peligroso, y además estoy poniendo tu vida en peligro; creo que será mejor que pida ayuda, y tú te mantengas al margen. Bastante me estás ayudando.

—Isabelle, si el chico ese nos ha contado la verdad, no puedes ir a la policía. Nos dijo que había gente involucrada de poder, como pueden ser policías, jueces, abogados, todos corruptos; si te pones en contacto con ellos, no dudarán en quitarse a tu hermano del medio, ni tampoco a ti. Lo haremos los dos juntos, y no me lo estás pidiendo tú, soy yo el que te quiere ayudar. Te lo dije desde el principio: estaré contigo hasta el final, Isabelle.

—¿Pero estás seguro, Taylor? Es muy arriesgado, no lo había pensado... Tienes razón, si hay gente poderosa, pondré a mi hermano en peligro. Pero... ¿qué vamos a hacer?

—Mañana me pasaré por allí, solo iré a mirar por la zona, no te preocupes, todo saldrá bien. Ahora vámonos, es tarde; tus padres dirán que dónde te has metido.

—Sí, vámonos, aquí no hacemos nada ya. Ahora tengo que inventarme algo, es tarde, y le prometí a mi hijo que le contaría un cuento antes de dormir. Ahora con Rex está toda la tarde jugando. Desde que vivimos allí, está más contento, y ha dejado de tener esos sueños; se despertaba asustado, los tenía desde que era muy pequeño.

Fuimos hablando todo el camino hasta llegar a la puerta de mi casa. Nos despedimos hasta el día siguiente; nos veríamos en el trabajo. Cuando entré en casa, el primero que vino a darme la bienvenida fue Rex; detrás de él, corriendo, venía mi hijo, que se tiró a mis piernas.

—Mamá, ¿me has traído algún regalo? ¿Dónde lo tienes...?

—Ay, cariño, me lo dejé olvidado en la oficina; salí corriendo de allí, tenía ganas de estar contigo y los abuelos, pero mañana te doy dos regalos, ¿vale?

—¿Lo prometes, mami? Mami, hemos estado la abuela y yo preparando una tarta de chocolate esta tarde. Me ha prometido que me puedo comer un trozo grande, mami.

—Buenas noches, hija, llegas muy tarde. Has estado trabajando en el proyecto, ¿no? ¿Habéis terminado? No le creas, Ethan, te dije que si te portabas bien, hacías los deberes y me ayudabas a preparar la tarta, te dejaría probar un trocito pequeño, ¿no es así, Ethan?

—Me he portado bien, abuela, he hecho todos los deberes y le he ayudado a hacer la tarta. ¿Cuánto es, como la pelota de Rex, mami?

Mi madre me miró riéndose sin parar.

—Este sabe más que cuando vosotros erais unos críos.

—No, hijo, un trocito es pequeño, pero primero tienes que cenar; si no, no hay tarta.

—Mamá, subiré a ducharme un momento y bajo enseguida; podéis ir cenando.

—Pondré la mesa mientras tanto; cenaremos juntos todos. Ethan se ha comido un bocadillo, no creo que tenga hambre.

—Abuela, tengo mucha hambre, después mi tarta, abuela.

—Ven aquí, Etham, ven con tu abuelo. Mira, estoy jugando al ajedrez y no sé cómo mover esta pieza para comerme esas dos. ¿Me ayudas? Anda, ayuda a tu abuelo, así la abuela pone antes la cena y comemos la tarta de chocolate.

Mientras me duchaba, recordaba las palabras de Taylor.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.