A la mañana siguiente, Taylor se movió con eficacia. No sé cómo lo hizo ni a quién llamó, pero consiguió el dinero. Dólares, tal como había pedido. Todo en un maletín negro. Yo no quise preguntar detalles. Solo sabía que Taylor estaba dispuesto a todo por ayudarnos. Por ayudarme.
Quedamos con él, en un garaje cerrado al sur de Londres, discreto, sin cámaras ni miradas indiscretas. Cuando llegamos, él,ya estaba allí, con una calma, que me asusta.
—¿Todo listo? —preguntó mientras se encendía un cigarro.
Taylor abrió el maletín y se lo enseñó a él, no dijo nada. Quedo conforme, como quien aprueba una jugada peligrosa.
—La redada será en una hora. Alam estará en The Basement con el cargamento. Todo caerá como fichas de dominó. Vosotros esperad en la salida trasera del almacén de Bermondsey. Cuando de la señal, sacad a Christopher. Mis hombres se encargarán del resto.
Nos fuimos de allí sin decir mucho más. Yo sentia una opresion en el pecho y las manos sudadas. Solo quería ver a mi hermano sano, libre. Y lejos de ese mundo. Y que todo terminaria bien, fiarse de Marlon era un gran riesgo, y no confiaba en él para nada.
Una hora más tarde todo sucedió muy rápido.
Desde el coche, escondidos, vimos cómo un grupo especial de policías irrumpía en el bar The Basement. La gente salia de alli rapido. Alam fue arrestado junto a otros cinco hombres. Cajas con dinero, sustancias ilegales, documentación falsa. Lo tenían todo. La policía lo sabía todo gracias a Marlon. Esa fue su jugada para quedarse con todo el negocio. Marlon es inteligente no habia duda.
Taylor recibió la llamada. Era la señal.
Corrimos hacia la parte trasera del almacén en Bermondsey. Lo más dificil estaba por empezar, no sabiamos con lo que nos ibamos a encontrar. Christopher estaba sentado, con un corte en la ceja y los nudillos ensangrentados. Cuando nos vio, se puso en pie enseguida.
—¿Qué hacéis aquí? ¡Podéis acabar mal! Isabelle ¿Que demonios haceís?
—¡No! Ya está, Chris. Alam ha caído. ¡Estás libre! —grité corriendo hacia él.
Taylor lo agarró por el brazo y lo sacó rápido mientras los hombres de Marlon, comenzaban a entrar, asegurando el lugar, en el local, habia hombres fieles de Alam que no se sabia como podian racionar, nos acompañaron los hombres de Malon hasta la puerta.
Salimos corriendo sin mirar hacia atras.
Y, por fin, respiramos. Lo habiamos conseguido, el coche de Taylor estaba cerca aparcado, subimos en el, y Taylor apreto el acelerador para desaparecer y desaparecimos en segundos.
Horas más tarde, en el coche, Christopher se miraba las manos, todavía en shock. Taylor conducía tranquilo, mientras yo no dejaba de observar a mi hermano.
—Tenemos que decir, que llegás de España —le dije. No podemos contarle nada a papa, es lo mejor para ellos.
—¿Y cómo se supone que haré eso? No tengo ni una maleta, ni ropa, ni siquiera un maldito ticket de avión.—me dijo Christopher.
—No te preocupes. Vamos a comprar una maleta, un par de camisas y un regalo para cada uno. Como si hubieras estado en Barcelona o en cualquier otro sitio. Nadie debe saber lo que ha pasado, ¿vale? —le dije.
Taylor aparcó cerca de un centro comercial. Entramos juntos. Elegimos una maleta gris clara, una camiseta de fútbol casualidad era de españa, la verdad nos vino bien, unos pantalones baqueros de varios colores, unas deportivas, un perfume Jo Malone London, me gusta esta marca por sus fragancias, unas camisetas de varios colores y unas camisas de manga corta, una botella de vino para papá, pasamos delante de una libreria y en el escaparate me fije en un libro de cocina para mamá. Y Taylor… Taylor compró un enorme oso de peluche para Ethan.
—De parte de su tío favorito —me guiñó un ojo.
Yo no pude evitar sonreír.
Ya en el coche de vuelta, con las bolsas en el maletero y el cielo empezando a oscurecer, Christopher nos miró a los dos. Su voz sonó distinta, más cálida. Como si algo hubiera cambiado en él.
—No sé cómo agradeceros lo que habéis hecho por mí…Isabelle, mi hermana pequeña, siempre ahí, sin importar lo que pase… Y tú, Taylor… Al principio no confiaba en tí, pero ahora… Eres un buen tipo, y no se como te lo voy a agradecer. Gracias, amigo.
Taylor sonrió con humildad.
—No hay nada que agradecer, Chris. Ahora estás a salvo, y eso es lo único que importa.
Christopher nos miró a ambos, con cariño y alivio.
—Bueno… entonces, vamos. Según papá y mamá, venís del aeropuerto de recogerme, ¿no? —Me preguntó Chris.
—No, exactamente Chris, ellos no saben nada, no les dije nada por si se complicaba todo—le dije sonriendo, —. Ya estás en casa, Chris. Eso es lo importate.
Y mientras nos alejábamos en el coche, sentí una paz que hacía tiempo no sentia. El cielo de Londres esta gris como casi siempre, y en ese momento supe que el amor… el verdadero amor… también era esto: estar cuando el otro más lo necesita.
Hace aproximadamente un mes, he aprendido muchas cosas, y me han pasado cosas que no quiero ni recordar. Ojala pudiera borrar. Aunque, irónicamente, me forjó en quien soy ahora.