Volver a Tí

Capitulo 50 Sin ti, no se vivir

Alexander:

No podía dormir; el reloj marcaba las tres de la madrugada y Charlotte dormía a mi lado. O tal vez fingía. Nos habíamos acostado sin apenas hablarnos. Ella había querido hacer el amor, se acercó a mí, me besó el cuello, me acarició el pecho, pero yo no podía fingir el deseo.

—Estoy cansado —le contesté, la típica excusa tonta; Charlotte se dio cuenta. Estando tan cerca de Isabelle, mi deseo por Charlotte se desvanece, y un solo roce me da asco; no deseo que me toque, no sé, creo que ahora solo siento repugnancia por Charlotte.

Ella no insistió. Se dio la vuelta, ofendida, y no volvimos a cruzar palabra. No podía tocarla porque no sentía nada. Y esa noche, tumbado en la cama, me di cuenta de todo. Ya no quería estar al lado de Charlotte. Sí, la verdad es dura, demoledora, pero yo he perdido años de mi vida al lado de una mujer que nunca he amado, y por muchos años que esté con ella, eso solo nos llevaría al odio y a engañarnos a nosotros mismos.

Y no, no le echaba la culpa a Charlotte. Ella fue mi refugio. Un intento de enterrar mi dolor. Pensé que un clavo saca otro clavo, qué estupidez más grande la mía. No supe entonces que hay heridas que no cicatrizan, y que en nuestro corazón no mandamos, solo sentimos.

Me levanté sin hacer ruido para no despertar a Charlotte; no quería volver a discutir. Miré mi móvil; no tenía ningún mensaje. Estaba inquieto por tenerla tan cerca a Isabelle y al mismo tiempo tan lejos. Los años habían pasado y yo no sabía lo que ella sentía por mí. Sabía el número de habitación de Isabelle. Claro que lo sabía; yo mismo me había encargado de ello. Aunque me juré que no haría nada, que no me acercaría, yo sabía que es algo que no puedo evitar.

Isabelle. Volver a verla es lo que me ha hecho quitarme la venda de los ojos. Como abrir una puerta que lleva años cerrada y no podía encontrar la llave.

Nicholas siempre me lo dijo, me advirtió muchas veces, demasiadas: "Te arrepentirás de lo que estás haciendo", pero yo estaba demasiado ciego para darme cuenta.

—Tu madre te controla —me repetía, una y otra vez. Charlotte es la esposa perfecta que quiere tu madre, Eleonor, para ti.

Y tenía razón. Dejé que mi madre decidiera por mí. Que manejara mi vida como si yo no tuviera voz. Como si el apellido Whitmore lo fuera todo.

Yo nunca fui de los que tienen aventuras con una diferente cada semana. Siempre busqué una relación seria, casarme y formar una familia, tener hijos, lo normal en una familia. Mi madre me decía que Charlotte era la mujer correcta, educada, de nuestra posición, y seria una buena madre para nuestros hijos, porque tenía que haber un heredero sin duda, el imperio que mi padre empezó y que yo mismo he multiplicado, pero la palabra hijos en Charlotte no existe. Mi madre siempre se lo repite, pero ella pone excusas.

Isabelle es diferente, esa forma de reír. Ese genio que tiene, esa manera de conseguir todo lo que quiere, eso la hace más hermosa. Todavía me acuerdo de cuando hacíamos el amor, esa forma de amar. Nos pasábamos los fines de semana en la cabaña de mi padre, sin salir de la cama. Recuerdo que cogí quince días de vacaciones y nos fuimos a esa cabaña; fueron inolvidables, lo recuerdo como si estuviera pasando ahora mismo. Pero yo actué como un cobarde; cuando ella se fue, desapareció. No sé por qué lo hizo, lo que sí sé es que la dejé ir cuando más me necesitaba. Tal vez fue por orgullo, por idiota, por mi madre que me controlaba como una marioneta a su gusto. Y no hay día que me pregunte...

¿Qué habrá sido de ella todos estos años? ¿Dónde se fue? Yo sé que ella me quería. Tiene que haber una razón por la que Isabelle se fue. ¿Y si mi madre tuvo algo que ver? ¿Y si ella ha sufrido tanto como yo? ¿A quién había tenido que recurrir cuando yo no la busque? ¿Y si piensa que yo también tuve algo que ver, y me odia?

Pensar en eso me atormenta; yo la sigo queriendo, mi amor por ella no ha cambiado.

Y ahora, verla de nuevo cerca de Taylor. No sé qué tipo de relación tienen, pero Taylor la mira como la miraba yo; sé que está enamorado de ella. Como si no existiera nada más.

Y verlo me duele demasiado; los celos me consumen.

Dios, cómo duele.

Caminé hacia el ventanal. Berlín brillaba en la madrugada. Los coches por la ciudad iluminaban sus calles, y yo veía pasar por delante de mí toda mi vida.

¿Y si ya era tarde?

¿Y si ella quería rehacer su vida con Taylor? ¿Y si ya no me quería? ¿O peor aún… qué derecho tenía yo a intentar volver con ella?

Apreté los puños. Me odiaba por lo que había hecho. Por lo que no hice. Por haber elegido el camino fácil.

Cerré los ojos y la vi: con ese vestido negro que llevaba en otro día. Yo cargo una culpa y una tristeza. Como si la vida nos hubiera separado y roto el corazón por la mitad y ahora camináramos por caminos diferentes.

Quizás ella no quiera escucharme. Pero si me da una oportunidad… una sola… no volveré a fallarle, esta vez no.

Lo juro.




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