Alexander:
Cuando llegué a la oficina, Nicholas aún no había llegado. Me acerqué a la máquina de café, saqué un capuchino y me lo llevé al despacho. Me senté frente a mi mesa, encendí el ordenador y comencé a buscar un antiguo archivo de mi padre.
Mi madre me había dicho que a él lo habían robado sus propios empleados, algo que me resultó extraño. Para los negocios, mi padre era extremadamente cuidadoso, siempre atento a todo. Aquel archivo yo lo había guardado como un simple recuerdo de él, pero esta vez podía servirme para descubrir si lo que decía mi madre era cierto o solo era otra mentira. Si encontraba algo, serían pruebas en su contra.
El archivo era bastante extenso, lo que me llevaría varios días revisarlo por completo, pero no tenía ninguna prisa.
Escuché unos pasos. Supuse que era Nicholas, pero me extrañó que tocaran la puerta: él siempre entra sin avisar, y además las oficinas estaban cerradas. Se suponía que era el único en el edificio. Me levanté a abrir.
Me llevé una sorpresa al ver la cara de Taylor.
—¿Qué haces aquí, Taylor? ¿Amelia necesita algo?
—No vengo por trabajo. De hecho, Amelia no sabe que estoy aquí. Vine a decirte que no te vuelvas a acercar a Isabelle. Le hiciste demasiado daño y no quiero que vuelva a sufrir.
—No creo que eso sea asunto tuyo. No eres nadie para decirme a quién puedo ver o no. No te metas donde no te importa, Taylor.
—Ahí te equivocas, Alexander. Isabelle y yo somos novios. Y te pido—más bien te exijo—que la dejes en paz. Tuviste tu oportunidad y la perdiste. Ahora no te queda otra que aceptarlo. Además, tienes a tu prometida. Cuídala, es lo que tienes que hacer.
—Será mejor que te vayas, Taylor. No estoy teniendo un buen día y no tengo paciencia para tus payasadas. Así que, si haces el favor, sal por esa puerta ahora mismo.
—Sí... será mejor que me vaya.
Taylor cerró la puerta de un portazo. Así que este machito alfa está con mi Isabelle... No pienso dejar que me la quite. La perdí una vez, pero no dos.
Ya me ocuparé de él en otro momento, pensé.
Me senté otra vez frente al ordenador. Nicholas entró de golpe.
—Acabo de cruzarme con Taylor. ¿A qué vino? Del proyecto no puede ser... ¿Lo mandó mi hermana?
—No. Vino por su cuenta. A decirme que me aleje de Isabelle, que ahora es su novia. Pero me importa poco. Isabelle fue mía antes que suya. Si la quiere, va a tener que pelear por ella. Yo puedo ser muy bueno, pero como enemigo... soy un cabrón...
—Ahora tienes competencia. Eso es bueno. A mí, cuanto más difícil es conseguir lo que quiero, más me gusta. Todo por un buen polvo, no hay nada mejor.
Dime qué quieres, Alexander.
—Estaba pensando que podríamos modernizar las oficinas. ¿Qué opinas? Mi despacho está desfasado... y el tuyo también.
—Ya... Lo que quieres es que el proyecto lo lleve Isabelle, ¿no? Pero sabés que para eso tenés que hablar con mi hermana, Amelia. No tengo ningún problema; si lo consigues, la vas a tener cerca. Además, mi despacho está feo, sobre todo el sofá. ¿Sabés cuántas secretarias me he tirado ahí? De las que tenemos ahora, a casi todas.
—No sabía que te habías acostado con todas... Eres único. Te gustan demasiado las mujeres.
—Sí, pero ahora quiero una secretaria para mí solo. Y que sea joven, de esas que acaban de sacar la carrera... para poder explicarle personalmente cómo mantenerme contento. Yo me encargo de las entrevistas, y el nuevo sofá lo voy a estrenar con ella. ¿Te gusta mi idea?
—Al final, solo las utilizas para acostarte con ellas... —Le dije a Nicholas.
—El sexo es fundamental, Alexander. Pero tiene que ser bueno. Tiene que ser una mujer ardiente; si no, me aburro. Tampoco soy raro... ¿A quién no le gusta el sexo? Supongo que con Isabelle lo tenías, ¿no? En cambio con Charlotte, me imagino que es diferente. Ahí tienes la prueba.
—Sí... con Isabelle era todos los días. Y era maravilloso, pero son casos diferentes; yo era por amor. Con Charlotte... desde el primer día fue diferente. Pensé al principio que sería yo, pero no. Es muy parada en la cama. Tengo que hacer todo yo. Es como una muñeca inflable.
Pero bueno, cambiemos de tema. Mañana voy a llamar a Amelia o pasaré a verla. Solo quería avisarte antes.
—Por mí, perfecto. Y ahora ya sabes, te toca luchar por Isabelle y sacarte de encima a Taylor.
Bueno, me voy, que llego tarde a mi cita. No me gusta hacer esperar a las damas.
—¿Puedo hacerte una pregunta, Nicholas? ¿Has estado alguna vez con varias? ¿Nunca te han pillado? ¿Te las llevas a tu casa? ¿Las traes aquí?
—¡Jajaja, Alexander! ¿Quieres clases para ligar? Sí, me han pillado muchas veces, pero me da igual. Yo no prometo fidelidad.
A las primeras citas las llevo a un hotel, así no saben dónde vivo ni dónde trabajo. Y si veo que es una tigresa en la cama y no da problemas, me la llevo a casa. Así la tengo siempre disponible.
Ahí tienes tu primera clase. ¡Jajaja! Y sí, alguna vez he estado con más de una, y te aseguro que es un rollo.
—Anda, Casanova. No vas a cambiar nunca. Disfruta.
—¡Eso voy a hacer! ¡Nos vemos, amigo!
Se fue. Y yo sonreí. En los años que lo conozco, no ha cambiado ni un poquito.
Volví al ordenador. Necesitaba encontrar pruebas sobre lo que decía mi madre.
¿Será verdad lo que me dijo Taylor? ¿Serán novios? Sé que lo vi salir de la habitación de Isabelle en Alemania, pero... Isabelle no se acuesta con cualquiera.
Pero Isabelle será mía, cueste lo que cueste.
La amo más que a mi propia vida.