Isabelle:
Fuimos al despacho de Amelia. Yo toqué la puerta; enseguida contestó ella. Cuando entramos, su mirada se fue hacia Taylor.
—Me asustaste, Taylor, pensé que te había ocurrido algo. Como no cogías el teléfono, te llamé un montón de veces. Y al final, ¿has conseguido lo que querías?
—Estoy bien, no te preocupes. Me he pasado más de una hora atascado dentro del túnel y no tenía cobertura. Por supuesto que lo he conseguido. ¿Acaso lo dudabas? Ya me conoces, lo que me propongo, lo consigo.
—Doy fe de ello, Taylor. Eres el mejor. Con esto, el proyecto de nuestro cliente quedará de lujo. Os podéis sentar, por favor. Solo os quitaré un rato de vuestro tiempo —dijo Amelia.
Yo me senté en la silla de la derecha. Me fijé en la forma en que Amelia estaba mirando a Taylor… No me gustó para nada. Esa sonrisa y tantos halagos no son buenos. A Amelia le gusta Taylor, no por ser uno de los mejores trabajadores, sino como hombre. Ella es una mujer con esposo e hijos, pero parece que eso poco le importa. Yo no me había percatado hasta ahora. Por supuesto, Taylor no se había dado cuenta de nada.
Él se sentó en la silla de al lado, y Amelia empezó a hablar.
—Bueno, chicos, como sabéis, me quedé cerrando negocios en Alemania. Mi hermano me presentó a unos cuantos empresarios multimillonarios, pero hubo uno en concreto que quedó fascinado con el proyecto, y bueno, estuvimos hablando. El proyecto está en Estados Unidos, en un sitio precioso; allí Obama tiene una impresionante casa. No sé si conocéis Martha’s Vineyard, en Massachusetts, situada al sur de la península de Cabo Cod.
¿Os suena?
—A mí sí —contesté.
—Bueno, el proyecto es una pasada: restaurar cinco propiedades de lujo para alquilar, y la más lujosa de todas es la que está separada, que es la más grande. Esa sería para prepararla para una boda de lujo; se casa su hija, vamos, por todo lo alto. Es un proyecto muy bonito y ambicioso, pero... hay un pequeño inconveniente, o problema como queráis llamarlo.
Os necesito a los dos en este proyecto. De hecho, nuestro cliente me puso una condición, y es que vosotros lo llevaríais, y si por lo que sea no es así, el proyecto quedaría anulado. Por supuesto, le dije que sí. Pero eso conllevaría muchas cosas. Me explico:
Punto número uno: Uno de vosotros tiene que ir allí para verlo todo, el tiempo que sea necesario. Yo creo que con unos quince días serían bastantes. Y la persona adecuada creo que serías tú, Taylor. Tienes más experiencia en esas cosas; con eso no quiero decir que tú, Isabelle, no sepas. Solo que la experiencia en estas cosas es importante.
Punto dos: Además, alguien se tiene que estar aquí. Hay cosas como decoración, telas, lámparas, muebles... Siendo de aquí, nos costará menos. Para eso quiero a Isabelle, que estás más puesta en eso.
Punto número tres: Para preparar todas las casas de lujo hay que estar allí en persona, nada puede fallar. Estamos hablando de cuatro o cinco meses más o menos, entre todas. Eso significaría que tú, Isabelle, tendrías que dejar aquí a tu pequeño. No quiero decir que vayas a estar allí cinco meses, no. Tú eres la que más tiempo va a estar aquí, en Londres. Pero no estaríais juntos, a eso me refiero.
¿Algún problema, chicos?
—Bueno... yo ahora mismo tengo algunos problemas personales. Además, está Isabelle, que por supuesto no quiero que se quede aquí para nada. Lo de su pequeño no sería problema, porque como están cerca las vacaciones, nos lo llevaríamos. Si ella quiere, claro.
—Como te he dicho, Taylor, necesito que ella esté aquí. Solo podrá ir igual un mes o algo más… ¿Tú qué opinas, Isabelle?
—Yo opino lo mismo, Amelia. Es mucho tiempo en Estados Unidos, son bastantes meses. Es un proyecto bueno, pero también exige mucho el cliente.
—Pues tenemos que llegar a un acuerdo, chicos. Ahora no me puedo echar para atrás, después de decirle que sí y darle mi palabra. Vamos a hacer una cosa: quiero que lo penséis bien, ¿vale? Decidme cómo estaríamos cómodos ambas partes, vosotros y yo. Mañana hablamos y me decís. Taylor, confío en ti, y lo mismo digo de ti, Isabelle. Es un proyecto que os daría gran prestigio como profesionales. —Pensadlo bien —dijo Amelia.
Nos levantamos y salimos del despacho. Taylor me cogió de la mano.
—No sé, amor. Sé que es un buen proyecto, pero… mi hermana está en trámites de separación, está sola con los gemelos. Son cinco o cuatro meses sin verte, sin tocarte, sin sentirte… es mucho tiempo. Después está Alexander, de quien no me fío para nada. Solo el pensarlo me pone enfermo. Y mis gemelos, tanto tiempo sin verlos… No sé, por mucho que lo piense, no lo veo.
—Lo sé, yo tampoco. El estar un mes sin mi hijo, sin ti… Pero también creo que ella podría hacer algo. No sé…
¿Y si en un mes nos vemos diez días? El viaje lo pagaría la empresa. Pero claro, está también lo de tu hermana. Eso es más complicado, porque los niños ni tu hermana pueden salir del país. Cariño, creo que es una decisión que tienes que tomar tú. —Le dije a Taylor.
—Sí, amor, tienes razón. Lo de mi hermana es complicado. Pero lo mires por donde lo mires, es igual, no encuentro solución. Hablaré con mi hermana esta noche. El abogado es amigo mío, ahí no tengo problemas; él me mantendría al corriente. Pero luego también estás tú, y Ethan. Si te veo una vez al mes, cada diez días, y dejo de tratar a Ethan… dejará de quererme. Y eso es precisamente lo que no quiero. El pequeño es nuestro hijo, y no lo soportaría. Al igual que si tú dejas de amarme. Te amo demasiado para perderte. Y no estoy dispuesto a perderlo todo por un proyecto. Eso lo tengo muy claro, amor —me contestó mirándome a los ojos.
—Lo tenemos que pensar, cariño. Ahora yo tengo que seguir trabajando, Taylor. —Por cierto, ¿me acompañas a recoger mi coche en la hora del almuerzo? —le pregunté.
—Amor, es verdad que hoy te dan el coche. Por supuesto que voy contigo. Además, para mi chica tengo todo el tiempo del mundo, y ya sabes que por ti hago lo que tú quieras. Te amo.
—Gracias, cariño. Pues después nos vemos. Voy a seguir con lo que estaba haciendo, que después me dirá Sabrina que no he hecho nada. Y hoy no tengo ganas de que me llamen la atención.
—¿Pero por qué lo dices? ¿Quién te ha llamado la atención? No se habrá pasado ninguno de los tíos que trabajan aquí, ¿verdad? Isabelle…
—No, no te preocupes. Ninguno ha dicho nada. Ya te contaré. Venga, a trabajar, Taylor. Te quiero. Nos vemos después.
—Después me cuentas, con todo detalle, ¿vale? Venga, que tengas una buena mañana. No trabajes demasiado. No te vayas sin darme un beso, nena. Te amo, no lo olvides.
—No lo olvido. Es imposible… mmm, qué rico besas. Adiós, cariño. Chao.