No había podido dormir en toda la noche, pensando en la posibilidad de que Taylor y yo tuviéramos que separarnos. Por otro lado, estaba Alexander, que pretendía que volviéramos a estar juntos como si el tiempo no hubiera pasado, y yo ahora mismo solo pienso en Taylor, así que es imposible, y eso que todavía no sabe que tiene un hijo.
Tengo miedo de contárselo, y sé que tarde o temprano se enterará, pero por el momento es mejor así. El odio de su madre hacia mí es muy grande y, si se entera de su nieto, será peor.
Me duché y fui a preparar el desayuno. Mi madre ya estaba allí. Le di los buenos días, como siempre, y preparé el desayuno de Ethan y su merienda para el recreo. Le pedí a mi madre si podía ir a despertarlo mientras yo desayunaba, para no volver a llegar tarde. Esta vez no le daría el gusto a Amelia.
Desayuné rápido. Mientras Ethan terminaba, yo revisaba mi email desde el móvil. En la carpeta de correos no deseados tenía un mensaje. El asunto decía: “Para ti, Isabelle, no te olvido".
Pensé que sería Taylor… él es tan romántico.
Pero al empezar a leer, me quedé en shock. Comenzaba así:
“¿Te acuerdas de la otra vez? Te refrescaré la memoria.
Apareciste en medio de la nada, sí viva, por ahora, Isabelle.
Esta vez, puede que no tengas tanta suerte.
Recuerda: la vida solo tiene sentido si sabes vivirla…”
Firmado: Tu peor pesadilla.
Borré el correo enseguida, para que mi madre no lo viera. No sabía quién era, pero si quería darme miedo… lo había conseguido. Me puso la carne de gallina, no sabía qué hacer, si contárselo a Taylor o no.
En ese momento, justo cuando iba a dejar el móvil, me llegó un WhatsApp de Victoria:
Hola, Isabelle, el jueves tengo revisión. ¿Podrías acompañarme al ginecólogo? ¿O estás muy ocupada? No me gustaría ir sola, por favor.
Sería por la tarde, a las cinco. Bueno, guapísima, que tengas un hermoso día. Besitos, amiga.
Le había prometido que la acompañaría a donde necesitara. Contaba conmigo; le contesté que me pasaría por su casa por la tarde, sobre las cuatro. Nos vemos guapísima.
Entró mi hermano a la cocina, sonriendo.
—¿Qué te pasa, Christopher? Te has levantado muy contento esta mañana. ¿A qué se debe, hermanito? Alguna buena noticia.
—Sí, Isabelle. Tengo una entrevista a las nueve y estoy ilusionado. ¡Deséame suerte, Isabelle! Vuelvo a estar en el mercado laboral, y eso me da fuerzas para seguir. Tengo claro que tengo que hacer algo con mi vida.
—Estoy segura de que la tendrás. —Tú vales mucho —le respondí.
Le dije a Ethan que nos teníamos que ir. Agarró su mochila y se la colgó en los hombros. Me despedí de todos, tomé mi nuevo coche, dejé a Ethan en la puerta del colegio y me marché rumbo a mi trabajo.
Cuando llegué, solo estaba el portero. Toqué la puerta y él me abrió.
—Llega usted muy temprano, señorita. Aquí no hay nadie aún.
—No te preocupes, tengo cosas que hacer —le respondí.
Fui a la oficina y encendí el ordenador. Necesitaba terminar unos presupuestos para entregárselos a Sabrina.
Al cabo de un rato, escuché ruidos en el pasillo. Cómo no… eran algunos de mis compañeros.
Sabrina entró a dejar su bolso.
—¿Qué haces aquí tan temprano? ¿Llevas mucho tiempo?
—No, Sabrina, hace poco. Ya he terminado casi todo, solo me falta imprimir esto y listo.
Cuando dieron las nueve, salimos a la sala de reuniones. Taylor aún no había llegado. Me senté y esperé a que todos llegaran.
Amelia me miró, sorprendida, pero no dijo nada. Comenzó con sus discursos de siempre.
Al terminar la reunión, me miró y me dijo que necesitaba hablar a solas conmigo. Yo no entendía para qué; ya habíamos acordado que el proyecto lo llevaríamos los dos.
Taylor llegó caminando deprisa, entró y se colocó justo detrás de mi silla.
—Has llegado tarde, Taylor. Venid los dos a mi despacho, tenemos que hablar. No podemos tardar más. Esta mañana, a las 8, me ha llamado nuestro cliente.
Entramos en el despacho. Nos pidió que nos sentáramos.
—Bueno, chicos. Decidme, ¿habéis tomado una decisión?
Miré a Taylor, para que hablara él.
—Sí, claro. Después de hablar entre nosotros, y yo también con mi hermana, he tomado una decisión. Isabelle me ha tratado de convencer, y mi hermana… tres cuartos de lo mismo.
Anoche estuve pensándolo seriamente.
Mis condiciones son estas:
Puesto que estaré allí cuatro o cinco meses, quiero ver a Isabelle y a nuestro hijo diez días al mes, con el viaje y alojamiento pagado.
Había pensado que la empresa podría alquilar una casa por la zona.
Yo me quedaría allí, y ellos también podrían quedarse conmigo.
No ha sido una decisión fácil, tal como están las cosas ahora mismo.
Ya sabes las razones, Amelia. Y si no estás de acuerdo, lo entiendo. No te preocupes, que nos marcharemos de la empresa sin problema. Sabes que por mí nunca tendrás ningún problema.
—¿Tú, Isabelle, tienes algo que decir? —me preguntó.
—No, Amelia. Esta es su decisión. Yo he hecho todo lo posible para que las cosas fueran diferentes.
—Lo que me estás pidiendo es mucho… pero no imposible.
Déjame hacer unas llamadas. Tengo que buscar un alojamiento que sea económico y esté cerca.
Pero acepto el trato.
Entiendo por qué lo has hecho, y en parte me alegro. Yo habría hecho lo mismo en vuestra posición. Doy por terminada la reunión.
Ahora mismo me encargo de las gestiones. Nuestro cliente está algo nervioso.
Además, Taylor, necesito que me hagas un favor: habla con nuestro cliente para que lo calmes. Estoy segura de que tú lo lograrás, porque yo anoche no pude; por mucho que le decía, no entraba en razón, es un hombre con carácter.
Salimos del despacho de Amelia. Le comenté a Taylor que la forma en que ella había razonado todo me pareció… raro. Como si no la hubiera tomado por sorpresa.