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Capitulo 71 Alejados por un tiempo

Había pasado una semana, y Taylor tenía que irse para los Estados Unidos. Era domingo. Estábamos desayunando cuando sonó el timbre. Fui a abrir la puerta: era Taylor. Me dio un beso y le dije que pasara.

—¿Has desayunado, cariño? ¿Te apetece un desayuno? Lo acabo de hacer. Vamos, estamos todos en el jardín.

Mi padre estaba jugando con Ethan, mientras mi madre repartía el café, y mi hermano estaba sentado leyendo las noticias. Cuando llegamos al jardín, mi hermano lo vio enseguida.

—Hola, buenos días, Taylor. ¿Qué tal estás? Anda, siéntate aquí conmigo y cuéntame.

Se sentó a su lado mientras yo repartía el desayuno en los platos.

—¿Te vas hoy, Taylor, hijo? —¿A qué hora tienes el vuelo? —preguntó mi padre.

–A las tres de la tarde. Podía haber cogido uno a las ocho de la mañana, pero no quise. Quería despedirme de ustedes y pasar un rato con mi princesa. Esta mañana ya he estado en casa de mi hermana para despedirme de ella y de mis gemelos. Los voy a echar mucho de menos. Menos mal que podré hacer videollamadas.

Desayunamos y, después, me dijo que podíamos dar un paseo por el parque con Ethan. Quería pasar el poco tiempo que le quedaba con los dos.

Fuimos caminando hacia el parque, agarrados de la mano. Ethan iba por delante, junto a Rex. Había cogido un balón para que jugara un rato. Taylor y yo nos sentamos en un banco, justo enfrente de donde Ethan jugaba.

Taylor pasó un brazo por encima de mis hombros y me tomó la mano con el otro. Solo con mirarlo a los ojos, podía sentir su tristeza. No quería irse, y yo lo sabía. Intenté hacerme la fuerte delante de él.

—Taylor, cariño, no te preocupes. Nos veremos dentro de poco. —Imagina que estás en unas maravillosas vacaciones, en una isla paradisíaca; se pasará pronto, ya lo verás —le dije, intentando animarlo.

—Amor, son bastantes meses. Sé que nos veremos, pero solo serán diez días, y yo estaré trabajando, así que ni siquiera serán días enteros. Además, el mero hecho de pensar en no poder verte, cogerte la mano, abrazarte, besarte... es muy duro para mí. Cuando acepté las condiciones, no sabía realmente en lo que me metía. Te juro que lo pensé bien, pero ahora que ha llegado el día, no sé si voy a poder soportarlo. No me he ido y ya lo estoy pasando mal. Te quiero demasiado, te quiero como jamás pensé que se podía querer así.

Esta mañana se lo conté a mi hermana, y ella me dijo: “La amas con locura, Taylor, y eso es hermoso. Y lo mejor de todo es que Isabelle te corresponde. "Cuídala por encima de todo". Cuando me lo dijo, se me cayeron las lágrimas. No me avergüenza reconocerlo. Llorar no es de cobardes.

Yo sé que mi hermana tiene razón. Por eso quiero que sepas que tú, y nuestro hijo y mi familia sois lo más importante, ahora y siempre. Pensaré en ti a cada rato. Todas las noches haré una videollamada, porque necesito mirarte. Si no, me muero, Isabelle. Mira, ponme la mano en el corazón… Siente lo rápido que me late. No quiero irme, Isabelle, pero soy un hombre de palabra y la cumpliré. Pero también te confieso algo: este será mi último viaje. Ponga Amelia como se ponga. Si quiere despedirme, que lo haga. Me da igual. Pero tengo claro que no pienso sufrir más. Te lo juro, amor.

—Te entiendo, Taylor. No creas que no. Sé que es muy duro, y si Amelia hubiese hecho las cosas de otro modo, yo me habría ido contigo. Como Ethan pronto tendrá vacaciones, me lo habría llevado también. Pero ya no se puede hacer nada. Solo nos queda apechugar con lo que hay. Nos veremos pronto. Tú sabes que los días pasan rápido. Ya verás: en unos días estaremos allí los tres juntos, cariño. Ethan está muy contento. Nunca hemos estado en Estados Unidos. Cuando lleguemos, serás nuestro guía privado. Te acompañaré hasta el aeropuerto en un momento, así puedes dejar tu coche en mi casa.

—Amor, no quiero que me acompañes al aeropuerto. Sé que lo haces con todo tu amor, pero sinceramente, si vas, no voy a poder coger el avión. Me conozco demasiado. Ya se me está haciendo difícil ahora… allí sería imposible. No puedo, Isabelle. Se me rompería el corazón al separarme de vosotros. Prefiero que nos despidamos en tu casa. Será más fácil.

—Está bien, cariño. No quiero que lo pases mal por mí.

Estuvimos un rato en el parque, y cuando dieron las doce, nos fuimos para casa.
Mi madre estaba preparando la mesa. Mi padre y mi hermano hacían una barbacoa: carne, salchichas, hamburguesas, dos ensaladas, refrescos, agua y cerveza.

Nos sentamos todos. Yo, entre Taylor y Ethan: los dos hombres de mi vida. Mi padre hablaba con Taylor para sacarle una sonrisa. Mi madre le había preparado dos bocadillos de carne empanada para el camino. Como si en el avión no hubiera comida. Taylor le dio las gracias por el detalle.

Cuando terminamos de comer, era la una. Taylor me dijo que tenía que irse, por si había atasco en el camino hacia el aeropuerto. Pero antes, quería hablar con Ethan.

Lo cogió de la mano y se lo llevó un poco apartado. No podíamos oír lo que hablaban.

—Ethan, cariño, ¿sabes que te quiero mucho, verdad? No soy tu papá, pero te quiero como si lo fuera. De hecho, para mí, tú eres mi hijo. Ahora quizá no lo entiendas, eres pequeño. Yo quiero mucho a tu mamá, y mientras yo no esté, tú eres el hombre de la casa. Tienes que cuidarla. Te llamaré todos los días, hijo. Pronto nos veremos allí, y te prometo que haremos muchas cosas juntos. Te quiero mucho, hijo.

—Yo también te quiero, Tay; yo sé que no eres mi papi, pero mi mamá me dice que eso no es importante. A mí me gustas como papi. Creo que eres el mejor del mundo. Además, tengo muchas ganas de ir allí. Mi tío me ha contado cosas de ese lugar. ¿Te sabes la historia? Pues mañana te la cuento, ¿vale?

Ethan se lanzó a sus brazos y le dijo unas palabras que lo hicieron llorar:
—Papá, yo también te quiero.

Se limpió las lágrimas con una servilleta que le di.

—Es tu hijo, amor. No hace falta ser un padre biológico para serlo. Te quiere y te admira muchísimo, eso es lo importante —le dije yo.




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