Volver a Tí

Capitulo 72 Amor en Estados Unidos

Eran las once de la noche y yo estaba leyendo, haciendo tiempo para saber de Taylor. Me mandó un WhatsApp:
“Acabo de llegar a Boston, princesa. Es tarde, supongo que estarás dormida. Te quiero”.

Enseguida le contesté:
—Hola, cariño. ¿Qué tal el vuelo? Si puedes, hablamos por videollamada.
“Ok, te llamo”, me respondió.

—Hola, princesa. Estás preciosa con ese pijama rosa. He llegado bien. El vuelo solo se retrasó media hora, que no es mucho. Aquí son las seis de la tarde. En tres horas tengo que coger el próximo vuelo, directo hacia el aeropuerto de Martha's Vineyard. Ese vuelo es corto, de una hora y cuarenta minutos. Después, tendré que coger un taxi hasta Tisbury, que está a 6,2 millas, unos quince minutos hasta mi nuevo hogar. ¿Me has echado de menos, amor?

—Sí, cariño, te he echado de menos. No podía dormir y me he puesto a leer, esperando tu WhatsApp. Se tarda bastante en llegar; pensé que era menos. Sabes, te ves muy guapo en la videollamada, cariño.

—Más que tú, lo dudo. Jajaja, pero bueno. No es que esté tan lejos: son ocho horas de Londres a Boston, después Boston–Martha's Vineyard, y ahí vienen los tiempos de espera para poder coger los vuelos. Más o menos, entre once y doce horas; eso lo llevo bien, he viajado mucho, estoy acostumbrado. Mañana por la mañana alquilaré un coche para moverme mejor. Después me pasaré a hablar con el señor Kevin Cosber.
Porque realmente no sé qué quiere. Estuvo hablando con Amelia, pero, según lo poco que hablé con él, entendí otra cosa diferente a lo que nos dijo Amelia. Mañana te cuento, ¿vale?
¿Y tú qué harás mañana?

—En el trabajo no sé, porque el proyecto ya está terminado. El proyecto era de Sabrina, y el nuestro está en pausa... Por ahora, tengo que esperar. Por la tarde tengo que acompañar a Victoria al ginecólogo. Tiene cita y le dije que contara conmigo para lo que necesitara. Ese sinvergüenza la engañó y yo no pienso dejarla sola.
Tenía pensado convencerla para que empiece a mirar cositas para el bebé: la habitación, la ropita... esas cosas. Eso es lo que tengo pensado.
Taylor, ¿sabes? Me haces muy feliz. Hoy me ha dejado asombrada, Ethan, te lo juro.

—Sí, y a mí cuando me llamó “papá”, se me cayó el alma al suelo, no me lo esperaba. Escuchar esa palabra... no sé cómo explicarlo. Siempre he deseado ser padre. Para mí es muy importante.
Quizás es porque no he tenido padres... No sé.
Es algo que, desde que era joven, siempre quise: tener hijos. Cuando tuve mi otra relación, ni siquiera lo pensé, no te voy a mentir. Ella no tenía instinto de madre. Los niños la molestaban, o al menos mis sobrinos. Y la verdad, cuando lo dejamos, no me importó. Estaba claro que no estábamos hechos el uno para el otro.
Pero eso es agua pasada.
Ahora tengo a mi lado a la chica más preciosa, bella, simpática, inteligente y una mujer maravillosa.

—Me vas a sacar los colores. No creo que sea para tanto. Soy simpática, inteligente... ¿Un bellezón? Jajaja. Es broma. Soy una madre normal. Quiero a mi hijo por encima de todo, pero eso es lo normal como madre, cariño.

—No, no es tan normal. Te lo digo yo. Conozco a unas cuantas que no se ocupan de sus hijos y se los dejan a los abuelos para salir de fiesta. Pero hay de todo, amor.
Bueno, amor, te voy a dejar que duermas. Tenemos diferencia horaria. Yo voy a cenar algo en la cafetería del aeropuerto. Tengo tres horas.
Ahora voy a aprovechar para mandar un WhatsApp a mi hermana, para que sepa que estoy en Boston.
Ah, por cierto, dile a Ethan que lo quiero mucho y le des un beso de mi parte.
Que descanses. Te quiero, amor. Besos.

—Que aproveche, cariño. Mañana hablamos. Cuídate, ¿vale? Te quiero mucho, Taylor.

Colgué la videollamada y me quedé mirando el móvil. Solo hacía unas horas que se había ido, y ya lo echaba de menos. Pensé que yo lo había animado a irse, y en este momento me estaba arrepintiendo de todo. No pensaba que me iba a afectar tanto.
Dejé el móvil en la mesilla y cogí mi libro otra vez. No tenía sueño, y la novela que me estaba leyendo estaba interesante: Amor eterno.
Me vibró el móvil. Lo miré, me pareció raro un WhatsApp.
Era Taylor. Se había hecho una foto en la cafetería del aeropuerto, comiendo una hamburguesa.
Le contesté: Estás muy guapo, hasta cenando. Te quiero, mi amor.
Me envió unos corazones y un “Love, mi princesa”.

Al día siguiente me levanté como siempre, a las siete. Me duché, desayuné y preparé el desayuno de Ethan. Fui a llamarlo para que se levantara para el cole.

—Vamos arriba, grandullón. Es lunes, hay que ir al cole. Mira, Rex ya está despierto.

Me miraba triste.

—¿Estás malo, Ethan? —¿Te duele algo? —le pregunté.

—Mami, ¿Taylor se ha ido por mi culpa? ¿No va a volver más? ¿No me quiere? ¿He sido malo? ¿Me he portado mal?

—Cariño, no llores. Para nada te has portado mal. Taylor te quiere muchísimo. No se ha ido por tu culpa. Ha tenido que ir por trabajo. Nosotros también vamos a ir, ¿no te acuerdas?
Mira, anoche hablé con él. Me envió esta foto. Estaba cenando una hamburguesa. Me dijo que te diera muchos besos de su parte, que te quiere muchísimo.

—Mami, ¿voy a poder hablar con él hoy? Me portaré bien, mami, por fi. Quiero hablar con Taylor. Es mi papá.

—Vale, pero para eso hay que ir al cole, porque papá quiere que estudies. Y cuando seas mayor, podrás ser como él.

—Está bien, mami. Me levanto por papá. Quiero que esté orgulloso de mí. El tío dice que está orgulloso de mí. Pues yo de mi papá.

Lo dejé en el cole. Miré el móvil. Tenía un WhatsApp de Taylor:
“Buenos días, amor. Que tengas un hermoso lunes. Te quiero muchísimo”.
Yo le contesté:
“Buenos días, cariño. Tú también. ¿Podrías a las dos de la tarde, hora de Estados Unidos, hacer una videollamada para Ethan? Ya te explicaré por qué. Te quiero, amor”.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.