Eran las siete de la mañana y el vuelo Londres-Boston salía a las nueve. Ya me había dejado hechas las maletas, tanto las mías como las de Ethan. Mi hermano había decidido venir con nosotros. Nos despedimos de mi madre que, como siempre, no podía evitar llorar al ver marchar a sus hijos; siempre le ponía triste. En eso nos parecemos, ella y yo... que soy tres cuartos de lo mismo.
Mi padre nos llevó hasta el aeropuerto. Allí nos dimos un último abrazo. Por suerte, el viaje no se me había puesto caro; conseguí una buena oferta. Yo iba sentada junto a Ethan, y mi hermano, justo al lado.
Cogí el osito de peluche de Ethan y le dejé mi móvil para que jugara, para que el vuelo se le hiciera más llevadero. Nos quedaban ocho horas por delante.
Al cabo de un rato, Ethan se quedó dormido. Mi hermano iba escuchando música y yo aproveché para enviarle un WhatsApp a Taylor:
Hemos salido a las nueve de la mañana. Estaremos en Boston sobre las cinco de la tarde. Luego tenemos el vuelo a Martha’s Vineyard a las siete. Espero que no tengamos muchos retrasos. Ethan está cansado y se ha quedado dormido, el pobre.
Nos vemos pronto, amor. Te quiero mucho. Besitos.
Un rato después, Taylor me contestó:
Cariño, perdona. No vi tu mensaje; tenía el móvil en el bolsillo. Estoy en la oficina de Kevin trabajando.
Vale, calculo que llegaréis dentro de unas 11 horas. Estaré pendiente, no te preocupes.
Nos vemos en el aeropuerto de Martha's Vineyard.
Que sepas que yo también te amo, amor. Te mando muchos, muchos besos. Para mi princesa.
Cuando llegamos, estábamos agotados. El vuelo se había retrasado más de lo previsto. Taylor nos estaba esperando. Me vio y corrió hacia mí, abrazándome como si hiciera veinte años que no nos veíamos. Ethan se le agarró a la pierna; iba tan cansado que Taylor lo cogió en brazos. Mi hermano lo saludó con un abrazo y unas palmadas en la espalda.
—Vamos, tengo el coche justo en la puerta. —He tenido suerte de encontrar sitio —dijo Taylor.
Durante el trayecto hablamos sobre la isla y los planes para el día siguiente. Llegamos en seguida. Taylor bajó las maletas y me cogió de la mano.
—Pasad. —La casa no es muy grande, pero al menos es acogedora, y tiene un pequeño jardín —comentó sonriendo.
—No te preocupes, si aquí vamos a estar muy poco. —¿Verdad, Ethan? —Mientras ellos trabajan, nosotros nos vamos a la playa, a jugar con la pelota, hacer castillos... y a buscar tesoros escondidos —dijo mi hermano.
—¿Tesoros, como los piratas? —preguntó Ethan, entusiasmado. ¡No les tengo miedo! Estoy preparado para luchar.
—No hará falta que luches, hijo. Aquí hemos venido de vacaciones, no a luchar con los piratas. —Seguro que cuando te han visto, han salido corriendo —le contesté yo.
—¿Tú crees, mami? Entonces son unos cobardes. ¡Y yo y el tío nos quedamos con sus tesoros!
Taylor había comprado una caña de pescar para mi hermano y un oso grande para Ethan. Sabía que le gustaba dormir abrazado a uno por las noches.
—Mañana, como es domingo, podemos ir a la playa —dijo Taylor dirigiéndose a mi hermano. Allí mismo alquilan trajes para la pesca acuática, como a ti te gusta.
Nosotros nos quedaremos con Ethan. ¿Qué opinas, princesa?
—Me gusta la idea, cariño. Suena perfecto.
Fuimos a cenar unas pizzas a un restaurante y luego dimos un paseo por la playa. Se estaba de lujo, con esa brisa fresca que acariciaba la piel.
—Nosotros nos retiramos ya —dijo mi hermano. Es tarde, y mañana hay que madrugar. ¿Verdad, Ethan?
—¡Sí, tío! Mañana venimos otra vez, ¿vale?
Nos quedamos solos, caminando por la arena, cogidos de la mano bajo la luz de la luna. Pero noté a Taylor extraño, nervioso. Algo que no era nada común en él.
—¿Te pasa algo, Taylor? Te noto inquieto. ¿Ha ocurrido algo...? ¿O has conocido a alguien?
—¿Cómo puedes pensar eso? —respondió, nervioso. No sé cómo decirlo. Me siento como un crío con su primera novia... Tal vez es porque hace mucho tiempo que no estoy con una mujer.
Solo tuve una ex… y ahora tú. No sé si estaré a la altura.
—¿Lo que quieres decir es que quieres que hagamos el amor? Dime, Taylor. No pasa nada. No voy a comerte.
—Sí, Isabelle. Lo deseo, pero sé que están tu hermano y Ethan, y es más complicado.
Además... hace años que no estoy con otra mujer, y no sé si sabré... bueno, tú ya sabes.
—Esas cosas salen solas, amor. Y sí… yo también quiero hacer el amor contigo.
—He visto unas pequeñas cabañas en la playa. Allí estaríamos solos. Mañana temprano estaremos de vuelta en casa.
Fuimos caminando hacia ellas. Eran preciosas. La nuestra tenía una cama grande en el centro y estaba rodeada de ventanales cubiertos con cortinas blancas. Todo parecía sacado de un cuento.
Taylor me abrazó por la cintura, me besó despacio y con delicadeza desabrochó mi bikini. Me tomó en brazos y me llevó a la cama.
Allí, hicimos el amor como nunca lo imaginé. Fue dulce, apasionado… íntimo. Como si nuestros cuerpos se hubieran buscado toda la vida.