Después de un rato, salí de mi habitación. Había quedado con Victoria para ayudarla con la mudanza. Ahora, con la barriga que tiene, no puede coger pesos. Fuimos Ethan y yo en mi coche hasta su casa; llenamos ambos coches con sus cosas y nos dirigimos a lo que sería su nueva casa. Descargamos los coches. Victoria estaba cansada, y nos sentamos en el porche; Ethan se puso a jugar con la pelota, mientras yo y Vic. Hablábamos.
—¿Qué te pasa, Isabelle? Has estado muy callada toda la tarde, y tú no eres así. ¿Te ha pasado algo?
—Sí, esta mañana me ha pasado muchas cosas, Vic. Ayer parecía que tenía todo... Y hoy...
Le conté lo que me había pasado con Amelia. Le hablé de lo que me había pasado con Taylor.
—A ver, Isabelle... Conozco a Amelia desde hace años y te puedo asegurar que ella no es así. ¿No se habrá metido por medio alguien? Me huele a eso. Ella puede ser lo que sea, pero no es tonta; tiene más que perder que ganar; sabe que si tú te marchas, también puede perder a Taylor.
—No lo sé, Vic. Pero poco me importa —le contesté llorando—. Lo único que me importa es Taylor. A él lo amo.
—Por lo que me has contado. Yo sé que en la vida serías infiel, y menos a Taylor. Te conozco desde que éramos niñas y nunca te he visto tan enamorada. Se te nota que lo amas con toda tu alma. Pero lo de Taylor solo son celos. Se le pasará, ya lo verás. Lo que tenéis que hacer cuando vuelva es hablarlo, Isabelle. Es lo mejor, para que se le quiten esos celos. Tranquila, Isabelle.
—Gracias, Vic, pero no creo que sea tan fácil. Taylor es un buen chico... Él piensa que, como Alexander es el padre de Ethan, lo va a perder cuando el niño lo sepa, y no va a ser así. Lo estoy pasando mal. No sabes lo que me duele. Me he enamorado como una tonta, ¿te das cuenta? Yo te daba consejos a ti para que no te enamoraras, para que no sufrieras. Y te decía que no merecía la pena. Y ahora yo... mírame. Qué estúpida soy, ¿verdad? Tal vez me lo merezca.
—Nadie se merece sufrir en esta vida, Isabelle. Créeme. Y menos tú. Tienes un corazón de oro. Eres una buena amiga y una madre estupenda. El que no sepa valorar eso, no te merece, Isabelle.
—Soy normal, Victoria. Una chica sencilla. He intentado criar a mi hijo lo mejor que he podido, dándole valores, que sea humilde y trabajador el día de mañana. Y también he cometido muchos errores...
—Olvídalo, por un rato. ¿Has pensado qué vas a hacer, mientras tanto, Isabelle? ¿Buscarás trabajo o te tomas unas vacaciones sabáticas? Podrías aprovechar e irte para Martha's. Así hacéis las paces, los dos tortolitos solos.
—No, Vic, además él me dijo que tenía que venir en unos días. Tampoco quiero ser pesada, prefiero darle un tiempo. Buscaré trabajo. Ahora tengo más experiencia en decoración, y quizás intente volver a estudiar por las tardes. Ya se lo comenté a mi padre hace tiempo. Mientras tanto, mantendré mi cabeza ocupada; es lo mejor que puedo hacer por ahora.
—Sí, amiga, y en eso tienes razón —me dijo Victoria.
Le ayudé a colocar todas sus cosas. Enseguida se me hicieron las nueve de la noche. Me despedí de Vic. Ethan se sentó en su silla de coche, le ajusté el cinturón de seguridad y nos fuimos hacia nuestra casa.
—Ethan, cariño, ¿quieres que te ponga unos dibujos animados? Mientras llegamos a casa, así no te aburres.
—No, mami, ¿puedes poner la canción "London Bridge Is Falling Down"? Me la canta la abuela.
—Vale, te la busco ahora; la abuela te está enseñando muchas canciones.
A mitad del camino, sentí que un coche me seguía. Paré en un semáforo. Cuando reanudé la marcha, el coche seguía pegado detrás de mí. Aceleré; Ethan estaba tan entusiasmado que no se dio ni cuenta. Pensé que eran unos críos haciendo tonterías con el coche de papá; el vehículo tenía los cristales tintados, así que ni siquiera podía ver cuántos ocupantes iban... hasta que en la recta me adelantó y me sacó de la carretera.
Mi coche se estampó contra el guardarraíl, se rompió y caí por el terraplén. Empecé a pisar los frenos sin parar; no me respondían. Miré hacia atrás, y Ethan me miró. Vi mi vida pasar en segundos. Lo peor era que mi hijo iba sentado en la parte trasera.
—Agáchate, Ethan, cariño, y no levantes la cabeza, hijo, no va a pasar nada, mamá está contigo.
—Mami, no corras tanto, tengo miedo.
—No, tengas miedo, cariño, mamá no va a dejar que te pase nada, pero no llores, amor.
Le tapé la cabeza con mi chaqueta; solo le pedía a Dios que protegiera a mi hijo. El coche bajaba bastante rápido y no podía frenar; me di cuenta de que los frenos no me respondían.
Llamé a mi padre, pero cuando el coche dio la vuelta de campana, el móvil se me cayó. Después... perdí el control del coche. Y entonces... todo se volvió negro.