Sentada abrazaba sus piernas, mirando al frente pero sin observar en realidad, hacía mucho tiempo que no iba a ese lugar y le traía tantos recuerdos tanto alegres como dolorosos. El fuerte sol de mediodía la encandilaba y acaloraba al mismo tiempo pero no quería quitarse de allí, no aun, después de tanto tiempo por fin tenía la oportunidad de llorar todo lo que no se permitió en el pasado y quería dejarse estar ¿qué importaba lo mal que se pudiera ver en ese momento? En el pasado había aprendido que a nadie le afectaría lo mal que ella pudiera estar, no mientas pudieran seguir aprovechándose de su buen corazón.
—Te extraño tanto. —susurró, arrancando un poco de mala hierba que estaba a su lado y levantó la mirada para ver la foto de la placa. —Ya casi no recuerdo tu vos, siento que te estoy olvidando y no quiero, no quiero perder lo último que me queda de ti.
Hipó, quien la viera pensaría que era una ridícula, que solo hacía un show, que había pasado ya mucho tiempo desde aquello pero la realidad era que para el amor, no hay tiempo que pase, no importan los días o años, no importa cuántas personas vengan después, el amor verdadero no se puede olvidar, no podemos olvidar a las personas que amamos, solo aprender a vivir sin ellas. Recordó con pesar cuantas veces ella le dio palabras vacías a las personas que pasaban por aquello y sonrió entre lágrimas, las palabras no son nada para consolar a un corazón herido.
—Perdóname, por todo lo que te hice, por los desplantes, las peleas, por tan solo negarme a tomarme una foto contigo, me parecía tan estúpido, sabes cuánto detesto tomarme fotos. Y no sabes cómo me arrepiento, no sabía lo mucho que las necesitaría después. —acarició la lápida como si fuera él, el calor del material no hizo sino entristecerla más, las últimas veces que hablaron se prometieron ir a la playa y eso nunca pudo ser. —Lo siento tanto, tanto.
Miró a su alrededor, entre tantos difuntos, esposos, hijos, padres, solamente estaba ella visitando y aun así, sentía que la más abandonada era aquella, ni siquiera unas flores le llevó, así que se prometió que la próxima vez llevaría un ramo aunque fuera pequeño y una vela para colocarle, recordaba lo creyente que fue en vida. Irónicamente era el único que conocía que visitaba a todos en sus aniversarios pero a quien nadie visitó jamás. Una prueba más de lo reemplazables que somos en la vida de los demás, no importa cuán “querido” hayas llegado a ser en vida, en la muerte pocos o nadie se acordará de ti.
Se levantó del suelo, decidida a irse a casa, había llegado desde la ciudad directamente hacia allí y no se tomó el tiempo de pensar donde pasaría la noche, con la vida tan ajetreada que llevaba había perdido el contacto con la mayoría de sus amigos y los pocos con los que aún conversaba de vez en cuando, no sentía que tuvieran la confianza como para pedirles que le dieran posada por esos días que pasaría allí, además no tenía la intención de incomodar a nadie en su propia casa, así que le tocaría quedarse en su antiguo hogar así que llenándose de valor sacudió sus pantalones y se dirigió hasta el estacionamiento, donde solamente estaba su carro bajo la sombra de unos pequeños árboles que no debían tener mucho tiempo allí, o almenos ella no recordaba que estuvieran antes, aunque tampoco es como si hubiera tenido tiempo de fijarse en esos detalles.
Arrancó el auto pensando si ir directo a casa o parar en algún lugar, no quería volver allí pero sabía que lo necesitaba para poder pasar página, debería comprar algo de comer, se recordó, como todo su viaje fue tan imprevisto y de último minuto, no pudo planificar nada, apenas pudo tomar algunas prendas y las llaves antes de salir huyendo de su departamento. Avanzó por las calles observando todo, el lugar había cambiado mucho, había muchos negocios nuevos e incluso la estética del lugar era un poco diferente.
—Buenas tardes. —saludó ingresando al minimarket de toda la vida, ahora era mucho más grande, un supermercado. Tomó un carrito y lo fue llenando con todo lo que creyó necesario, sobretodo material de limpieza y unos tapabocas, estaba segura de que la casa estaría llena de polvo por todas partes. Al tener todo lo necesario decidió darse un gusto y se dirigió al área de golosinas, había tantas cosas que no se decidía por cual tomar, estaba segura de que se lo comería todo si pudiera, después de todo, el chocolate siempre es bueno para un corazón roto. —Flips, dorito, chese three, oreo, amo las oreo, ¡chocolate galak! y el infaltable pirulin, lo amo.—Si Ricardo me viera… —suspiró echando todo al carrito, ya estaría sermoneándome por comer tanto dulce, a veces puede ser demasiado aburrido.
—¿Amanda? —volteó al escuchar su nombre, encontrándose con Luisa, su antigua amiga de la infancia y con quien tenía muchísimo tiempo sin hablar. —¡Eres tú! Tenía muchísimo tiempo sin verte ni saber de ti, no sabía que habías vuelto.
—Hola, recién llegué hoy, fue algo espontáneo. —sonrió, agradeciendo haberse encontrado con alguien que la hiciera sentir cómoda y no algún preguntón. —De hecho ni siquiera había tenido tiempo de venir de compras. —señaló el carrito que estaba a rebosar de productos, definitivamente estaba comprando demasiadas cosas.
—Oh, pasarás una temporada acá, que bien podríamos reunirnos un día de estos, si quieres. —sonrió, acariciando el cabello del pequeño que estaba a su lado, no recordaba que ella tuviera hijos pero le pareció grosero preguntar. —Este es mi sobrino, Maximiliano.
—Hola. —el pequeño estiró su manito como todo un caballero sacándole una pequeña sonrisa, era muy lindo. —Si eres amiga de mi tía puedes decirme Max.