Volverás a mí

4

No eran todavía las 7:00 AM pero Ian ya no había podido conciliar el sueño. No quiso estar ahí sin hacer nada más que escuchar a Gabriel durmiendo tranquilamente y prefirió ir a caminar por el muelle, así que luego de cambiarse salió de la habitación. Estaba ya atravesando el lobby del hotel cuando para su sorpresa vio a Jessica leyendo en uno de los sillones.

—¡Hey, Jess!— llamó haciendo que ella levantara la mirada de su libro y le devolviera el saludo.—¿Qué haces despierta a esta hora? Todavía hay tiempo para que duermas un poco más.—

—Jet lag— explicó Jessica. —Cuando por fin me ajuste a este horario, ya estaremos de vuelta en México. ¿Y tú?—

—Tengo el sueño muy ligero— dijo Ian.—No sabes cómo envidio que Gabriel pueda dormirse en dos segundos y no despertar en toda la noche.—

—Sí, él puede quedarse dormido donde sea. Pobre, terminó más agotado que nada. Las actividades al aire libre nunca le han gustado demasiado—

—Al contrario de ti, ¿verdad? Además se te da bien, por lo que vi—

—Un poco, si—dijo Jessica, bajando la mirada un poco sonrojada.

—Hay un lugar que estoy seguro que te va a gustar ¿Quieres ir?—dijo entusiasmado Ian.

La propuesta de Ian tomó por sorpresa a Jessica y no supo qué responder. Tenía muchas ganas de ir a donde quiera que él tuviera en mente, pero no quería ser imprudentey recordó lo que había pensado la noche anterior sobre Ian y cómo se empezaba a sentir con respecto a él. Si Gabriel hubiera estado ahí, hubiera sido distinto porque al menos la presencia de su hermano la hubiera mantenido ubicada.

—Oye, no viniste al otro lado del mundo solo para quedarte encerrada en el hotel, ¿o sí?— insistió él.

Jessica sonrió y con eso él supo que había logrado convencerla.

Los dos salieron del hotel y subieron al auto. Ian empezó a conducir por algunas calles que Jessica ya empezaba a reconocer y pronto pasaron cerca de la Sky Tower. Jessica observó por la ventana la alta edificación y se asombraba al recordar que la tarde anterior habían estado a toda esa altura.

—Gabriel no me dijo que le tenías miedo a las alturas— dijo Ian de pronto.—De haberlo sabido no le hubiera sugerido que te lleváramos a conocer la torre. Perdóname.—

—No te preocupes. Mi hermano sabe que me dan pavor las alturas y me habría llevado a la Sky Tower de cualquier forma. Pero te agradezco que me hayas ayudado todo el rato que estuvimos en el mirador, así que estás perdonado.—

—¿Y qué harás ahora que tendremos que tomar un vuelo a Wellington?—preguntó Ian preocupado.

—No tengo idea. Volar también me da demasiado miedo—confesó Jessica.

—Debes querer demasiado a tu hermano para haber volado desde México hasta aquí cuando pudiste haber esperado 3 semanas más para verlo.

—Sí, lo extrañaba demasiado—admitió Jessica. —Pero no volveré a hacer un viaje tan largo, al menos en mucho tiempo, creo yo. Y si lo hago será por algo que de verdad sea único en la vida.

—O por alguien a quien también quieras mucho, supongo.

—Probablemente. De otra forma, no creo que atrevería a hacer un viaje igual.

 

Un rato después, llegaron a lo que parecía ser una zona residencial bastante tranquila, mucho más porque aun era temprano. Pronto se pudo ver un muro bajo de piedra gastado por el tiempo y el clima, pero que aun se mantenía firme, que rodeaba lo que parecía ser un parque. Una placa que decía “Cornwall Park” le confirmó a Jessica la clase de lugar al que se dirigían. Ian entonces condujo al interior del parque y avanzaron lentamente por la calle principal. Adentro, todo el pasto era de un verde intenso y las pequeñas gotas de rocío brillaban con los rayos del sol. Había gente llegando al parque a pie y otras más iban a un paso más veloz ejercitando. A lo largo del trayecto había senderos pequeños para caminar bajo los árboles, campos extensos donde había algunas vacas y ovejas pastando; en otras áreas donde había campo abierto, grupos de personas realizaban actividades como tiro o entrenaban en grupos o individualmente.

—Lo ideal sería dejar el auto por aquí y hacer el recorrido a pie, pero hay que aprovechar el tiempo así que esta vez iremos en el auto y solo caminaremos el último tramo hasta la cima de aquella colina— explicó Ian, apuntando a una cumbre alta coronada por un obelisco.

—¿Qué es ese lugar?— pregunto Jessica.

—Es un mirador. Se llama One Tree Hill—

—¿Como la canción de U2?—

—¡Sí! De ahí salió la canción, de hecho. ¿Te gusta U2?

—He escuchado algunas canciones pero no soy fan

—Que bueno— dijo aliviado Ian —, porque yo tampoco conozco muchas canciones de ellos. Hubiera sido muy incómodo haber sacado el tema y no haber podido hablar de ello contigo.

Continuaron conduciendo lentamente por todo el camino que poco a poco se volvía ascendente. Aunque la subida no era demasiado pronunciada, Jessica percibía y notaba al ver por la ventana como poco a poco se veían cada vez más abajo los campos y la ciudad empezaba a emerger en el horizonte por encima de los árboles del parque. Al fin llegaron al que parecía ser el último estacionamiento cerca de la cima y como le había comentado antes Ian, empezarían  la caminata hasta la cima. El trecho no era muy largo pero si era mucho más empinado.

Los dos muchachos empezaron a andar por el camino pavimentado aunque pronto Ian se desvió por una pequeña vereda marcada en el pasto y que era bastante sinuosa. Jessica lo siguió, entendiendo de inmediato que Ian quería saber qué tanto le gustaban las actividades al aire libre y en el campo. Sin decepcionarlo, Jessica mantuvo el paso y era casi tan ágil para andar en el terreno escabroso y subir con facilidad hacia la cima por el camino difícil.




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