Volverás a mí

5

Tal como lo había anticipado Ian, Gabriel estaba impaciente y con suficiente apetito como para empezar a ponerse de mal humor. Cuando llegaron al hotel, él ya los esperaba en el lobby y tan pronto vio llegar a Ian y a Jessica se dirigieron de inmediato a un restaurante cerca del muelle.

—¿Cuál es el plan para hoy?—preguntó Jessica mientras desayunaban.

—Tan pronto terminemos de desayunar, regresamos al hotel por las cosas y vamos al aeropuerto—dijo Gabriel —. Tomaremos el vuelo de medio día a Wellington; estaremos allá hoy y mañana.

Terminando de desayunar, los muchachos fueron a recoger sus cosas del hotel y se dirigieron al aeropuerto, donde no tardaron demasiado tiempo en abordar. En el avión casi a punto de despegar Ian notó que Jessica, que iba sentada  al lado de su hermano en la otra fila, estaba nerviosa pero su hermano no parecía notarlo. Ella tamborileaba los dedos en el apoya brazos y movía los pies con inquietud. Le alivió ver que unos segundos después que se anunció que estaban por iniciar el viaje, Gabriel la tomó de la mano y le dio un beso en la frente para tranquilizarla, tal como debió haber hecho también en la Sky Tower. Una hora de vuelo después, llegaron a Wellington, la capital de Nueva Zelanda.

—En mi opinión, Wellington no es tan llamativa como Auckland: siento que aquí no es tan vibrante o diverso—comentó Gabriel.

—Depende mucho de lo que quieras hacer—añadió Ian —. En Auckland hay muchas más cosas y lugares cercanos de lo que pudieran estar aquí. Pero aquí hay menos gente, entonces es mucho más tranquilo en todos los lugares a los que vayas. Además, Auckland es mucho más barato que Wellington para vivir.

—Si, en eso tienes razón—concordó Gabriel —. Bueno… ¿Vamos por algo de tomar?

—¿No puedes esperar al hotel? En el aeropuerto siempre es más caro todo—dijo Jessica.

—No importa, vamos—dijo Gabriel firmemente y sin esperar respuesta, empezó a caminar.

No pasó mucho tiempo antes de que Jessica descubriera que la “sed” de su hermano había sido solo un pretexto para llevarla a un lugar que sabía que le fascinaría: habían llegado a la terminal que se llamaba “En medio de la Tierra Media”, haciendo referencia al mundo donde se desarrollaba la historia de El Señor de los Anillos.

En esa área, suspendida del techo, había una escultura enorme de Gollum, el nefasto personaje, que parecía bucear, estirando un brazo en busca de peces. El cabello ralo y las líneas de los escuetos músculos del brazo de la criatura parecían demasiado reales, haciendo sentir a Jessica que si no se cuidaba lo suficiente, ella sería el pez que terminaría tomando Gollum.

—Hicieron toda una campaña para las películas, sobre todo aquí en el aeropuerto: instalaciones de esculturas, los andenes en el aeropuerto con letreros de “Orcos”, “Magos”, “Elfos”. Incluso el país cambió de nombre por un rato para ser de verdad la “Tierra Media”. Todos tuvimos un amigo o conocido cercano que fue extra en las películas—recordó Ian.

—Por cierto, la escultura de Gollum la diseñó Weta Workshop— agregó Gabriel —. Había pensado en que fuéramos al hotel, pero ya que empezamos con el ánimo de ver cosas de El Señor de los Anillos, creo que será mejor ir a Weta Workshop de una vez y luego ir a los otros lugares.

Saliendo del aeropuerto y tomaron el autobús que los llevara hasta el barrio de Miramar, donde se encontraba Weta Workshop, el estudio de diseño que se encargó del diseño de armas, armaduras, criaturas y prótesis de maquillaje en las películas de El Señor de los Anillos que tanto le gustaba a Jessica. El lugar se encontraba alejado del centro de la ciudad, en el área que desde el éxito de las películas se le conocía como Wellywood.

Rápida y fácilmente supieron cuando habían llegado a su destino porque al lado de la entrada, que quedaba justo en una esquina, había figuras de a tamaño real de los trolls de las películas. Era una buena forma de recibir a los visitantes. Al llegar a la taquilla, en la que ya había una buena cantidad de gente, les informaron el precio del recorrido además de que entrarían por grupos y probablemente entrarían hasta tres horas más tarde. A los tres muchachos se les hizo demasiado alto el precio de la entrada, considerando que estaban optando por el tour más sencillo, además de que era demasiado tiempo de espera considerando que tenían el tiempo limitado en su visita a Wellington.

—No hay que entrar—sugirió Jessica —. Solo hay que tomarnos fotos afuera con los trolls y vamos al siguiente lugar.

—¿Estás segura, Jess?—dijo Gabriel con un poco de culpa —. Es que viniste de tan lejos como para no entrar a ver nada…

—Sí, no hay problema. Me gusta mucho la película y todo, pero puedo vivir sin entrar al taller de Weta. Aparte, no todo Wellington gira alrededor de esta película nada más, debe haber mil cosas más qué hacer.

—Eso es verdad. Y yo sé que no se va a comparar en nada a Weta, pero podemos ir a un lugar donde se grabó una escena de la película—sugirió Ian —. No queda muy cerca de aquí, pero si nos acercará al centro y al hotel.

Decidieron entonces aceptar la propuesta de Ian, y tomando de nuevo el autobús, llegaron a un lugar llamado Mount Victoria, una colina rodeada por la ciudad de Wellington, al este del centro de la ciudad. El autobús los dejó a las faldas de la colina, pero el resto del trayecto hacia el lugar donde Ian los quería llevar y al mirador lo harían a pie para disgusto de Gabriel.

—En serio, ¿como por qué les gustan estas cosas a ustedes?—reclamaba Gabriel jadeando mientras iban de camino al mirador.

Estuvieron un rato en el mirador observando toda la ciudad, y donde fácilmente alcanzaban a ver el aeropuerto y Wellywood, de donde venían anteriormente. Un rato después de tomar fotografías, Ian los condujo hasta el lugar donde se había grabado una escena de la película, que quedaba a unos 15 minutos caminando. En ese lugar al que se dirigían se había grabado la escena del camino en el bosque, donde los Hobbits se ocultaban de un Jinete Negro. El árbol donde se escondían los Hobbits no existía en ese lugar en realidad sino que se había creado en Weta Workshop y se había retirado cuando concluyeron de grabar.




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