Volverás a mí

8

Jessica se había quedado petrificada en la puerta sin creer lo que sucedía, tanto que ni siquiera se había dado cuenta de que una enorme sonrisa le llenaba el rostro, lo cual le confirmó a Ian que su llegada se trataba de una sorpresa agradable.

— ¿Cómo es que estás aquí?— preguntó por fin Jessica sin ocultar su alegría.

—¡Ian!—interrumpió Gabriel, que acababa de llegar justo detrás de su hermana sin darle tiempo a su amigo para responder a la pregunta de ella.— ¿Por qué no me avisaste que ya estabas aquí? Jess, ¡haz pasar a Ian, no lo dejes ahí en la puerta!

Dándose cuenta de que Ian aun seguía de pie fuera de la casa, Jessica le indicó que pasara mientras se disculpaba avergonzada.

—¡Qué gusto que estés aquí! Pasa, vamos a la salita— digo Gabriel mientras abrazaba a su amigo y lo guiaba al interior de la casa. El recién llegado lo siguió, pero antes de continuar avanzando se detuvo en seco y se giró y llamó a la hermana menor de su amigo, que se había quedado cerrando la puerta.

—Me da gusto verte de nuevo, Jess— dijo Ian y luego continuó con su camino tras Gabriel.

Ella asintió y le sonrió de regreso, y tan pronto cerró la puerta principal, subió a su cuarto aunque ahora se moría de curiosidad por saber qué era lo que hacía Ian ahí y por qué su hermano parecía no estar sorprendido del todo. Tendría que ser paciente para enterarse de qué era lo que estaba sucediendo.

En la planta baja, Gabriel había conducido a Ian a una estancia cerca de la cocina desde donde se veía el jardín de la casa. Ian tomó asiento en uno de los sillones mientras Gabriel había ido por una jarra con agua y algunos snacks para ofrecerle a su amigo.

—Debiste avisarme que ya habías llegado. Habría ido por ti al aeropuerto— dijo Gabriel.

—Llegué anoche muy tarde, no quería molestarte—

—Para nada. Cuando no recibí ninguna noticia tuya, pensé que te habías arrepentido de venir—

—¿Y trabajar con mi papá para pagarle todo lo que le hubiera hecho gastar en vano? ¡No, gracias!— bromeó Ian. Ambos rieron. Gabriel sabía que Ian detestaba trabajar en la clínica de su padre, que era médico. Desde chico lo había hecho trabajar con él durante los veranos y no había nada que lo fastidiara más.

—¿Qué dijeron tus papás cuando les dijiste que siempre si vendrías?—preguntó Gabriel.

—Ellos nunca supieron que estaba pensando cancelar todo, así que para ellos todo estuvo siempre de acuerdo al plan—

—¿Y Lauren?— dijo Gabriel con un poco de más tacto.

Ian no respondió de inmediato.

—Cuando se dio cuenta de que esto iba en serio, no le gustó para nada—respondió Ian seriamente.

Los dos muchachos permanecieron en silencio. Gabriel no quiso ni imaginarse cómo había sido la discusión con Lauren, pero Ian recordó lo difícil que había sido esa conversación con ella.

 

*

Habían pasado algunas horas desde que los hermanos habían partido y en la casa se sentía un vacío extraño. Después de que Jessica y Gabriel se fueran, Ian prefirió quedarse en la casa en vez de ir a donde Lauren: sabía que ella no pararía de hablar y él lo único que quería era estar tranquilo, al menos por un rato. Pasó la noche despierto, a ratos hacía las maletas para irse a casa para Navidad y Año Nuevo con sus padres, pero la mayor parte del tiempo la pasó entretenido haciendo la limpieza de la casa antes de entregar las llaves a Chris y Matt. En algún momento el cansancio al fin lo venció y tumbándose en el futón de la sala, se quedó dormido.

Un rayo de sol sobre el rostro fue lo que lo hizo despertar. Se sentía magullado luego de haber pasado la noche en aquel futón mullido. Se levantó y empezó a prepararse para salir hacia casa de Lauren; había podido pasar toda la tarde anterior solo y sin que ella lo llamara, pero sabía que no pasaría demasiado para que el teléfono empezara a sonar incesantemente hasta saber dónde y cómo se encontraba o qué hacía.

Mientras iba de camino a la villa de estudiantes, pensaba si su novia estaría consciente de que prácticamente esa sería la última semana que se verían: él debía tomar el vuelo a Wanaka para pasar las fiestas con su familia al final de esa semana, y apenas después de Año Nuevo debía volar a México. Ella sabía desde hacía meses este plan, pero se había propuesto disuadirlo de irse, animada por algo que Ian le dijo tontamente el mismo día en el que había ido a entregar toda su documentación para aplicar al intercambio internacional: le había confesado a Lauren que estaba inseguro de lo que acababa de decidir, sin embargo se consolaba en que todavía había oportunidad de retractarse, si esas dudas todavía lo inquietaban antes de finalizar el semestre.

Pero en este momento, aunque todavía había muchas cosas sobre el viaje y lo que implicaría estar en un lugar tan lejano que aun le provocaban incertidumbre, Ian estaba seguro de que quería hacerlo y era importante que Lauren tuviera en claro que él no pensaba dar marcha atrás.

—¿Laurie?—llamó al entrar a la casa.

—¡Hola! Estoy aquí arriba—respondió ella desde la segunda planta —¿Podrías venir a ayudarme?—

Ian subió por las escaleras y pasó por el que había sido el cuarto de Mindy: estaba abierto de par en par, pero estaba vacío; únicamente quedaba el mobiliario más grande, que pertenecían a la casa y la universidad. Al llegar al cuarto de Lauren se dio cuenta de que la vista era similar, excepto que estaba lleno de cajas donde ella había empacado ya todas sus pertenencias. El closet estaba completamente vacío e incluso la cama solo tenía una ligera funda encima que protegía el colchón.




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