Volverás a mí

9

Ian se quedó en silencio por unos momentos, su mirada parecía perdida en el espacio.

—¿Y al final en qué quedaron? ¿Intentarán una relación a distancia?—dijo Gabriel trayendo de regreso a Ian de sus pensamientos.

—No, Lauren terminó conmigo ese día—dijo Ian con un tono triste en su voz.

—Lo lamento mucho, Ian— dijo Gabriel genuinamente —. No me imaginé que Laurie tomaría una decisión tan drástica.

—Yo tampoco me lo esperaba, la verdad. Terminó algo que yo no quería terminar. Yo estaba dispuesto a  continuar la relación a distancia, pero ella ni siquiera quiso considerarlo—dijo Ian —. He estado dándole vueltas a esa conversación, si pude haberlo manejado mejor, pero creo que esto se habría terminado tarde o temprano, así me hubiera quedado en Auckland: Lauren y yo teníamos ideas muy distintas para todo. Ella ya tenía planes para los dos y yo todavía no tengo ni idea de muchas cosas que quiero para mi vida.

—A propósito de eso, ¿qué fue lo que te hizo decidir venir, si habías estado dudando tanto?

—Algo que me dijo tu hermana cuando estuvimos en Auckland— dijo Ian sonriendo ante la pregunta y recordando aquella mañana en One Tree Hill.

—¿Jess?— preguntó Gabriel intrigado y sorprendido —¿Qué te dijo?

—Fue algo simple, pero me hizo tener el valor suficiente para querer venir, a pesar de todas mis inquietudes. Por cierto, no le menciones todavía que Lauren y yo ya no estamos juntos. No quiero que piense que fue su culpa o que sienta que de algún modo ella provocó esto, porque no es así.

—Está bien, no se lo diré. Pero bueno, no hablemos ya de eso, ahora estás aquí y lo hecho, hecho está. ¿Ya encontraste hospedaje para el tiempo que estarás aquí?

—Pensé en alojarme en los dormitorios de la universidad pero me dijeron que ya no había habitaciones disponibles, entonces tengo que empezar a buscar algo pronto. ¿Me podrías ayudar con ello? No tengo idea de dónde empezar a buscar.

—No hay necesidad: te quedarás aquí con nosotros, si tú quieres quedarte, claro.

—Si te soy sincero, estaba esperando que dijeras eso. Al menos te aceptaré tu ofrecimiento hasta encontrar un lugar permanente. No quiero imponerles mi presencia y mucho menos por todo un año.

—Nada de eso: en cuanto mi mamá sepa que estás aquí, no dejará que vayas a ningún otro lugar.

—¿Estás seguro de que puedes tomar esta decisión tu solo, sin consultar antes a tu mamá o a tu hermana?

—Vamos al restaurante, mi mamá está allá y podemos preguntarle, si eso te hace sentir más cómodo. Y de paso aprovechamos a comer ahí, ya se acerca la hora en que empezará a darnos hambre.

Gabriel se levantó del sillón e Ian lo siguió yendo de regreso por el pasillo hasta llegar a la escalera que llevaba al segundo piso.

–Jess, iremos al restaurante a ver a mamá y a comer ¿vienes con nosotros?— llamó Gabriel desde el pie de la escalera.

—Sí, ya voy— respondió Jessica desde arriba.

—En lo que Jess baja, le llamaré a mamá para que nos aparte una mesa y comida. Espérame en la sala y en un momento nos vamos—dijo Gabriel mientras le indicaba a Ian que fuera al final del pasillo, donde estaba la puerta principal y la sala, y luego tomó el auricular y empezó a marcar.

Tal como le había indicado Gabriel, Ian llegó a la sala donde se puso a ver todos alrededor; en un mueble cercano a uno de los sofás había fotografías de la familia. Había podido identificar a Gabriel y a Jessica fácilmente en algunas de las fotografías, aunque en otras había batallado un poco más. La pared más grande fue la que le llamó más la atención porque estaba llena de pinturas y fotografías.

Jessica llegó en ese momento a la sala casi sin hacer ruido y se quedó mirando a Ian que todavía observaba con curiosidad todos los cuadros enmarcados que colgaban de las paredes. Probablemente fue la mirada fija de Jessica lo que hizo que Ian se girara de pronto, y en cuanto él la vio, sonrió un poco sonrojado: no era la primera vez que descubría a Jessica mirándolo, pero si era la primera vez que ella no intentaba disimularlo.

—¿Tú hiciste todos estos cuadros?— preguntó al fin Ian, suponiendo que ya que a ella le encantaba el arte y estudiaba diseño, lo más probable era que fueran de su autoría.

—Algunos. Otros han sido regalos de amigos de la familia—respondió Jessica mientras se acercaba a él a mostrarle que algunos de ellos tenían las firmas de los autores.

—Perdón por haberte dejado hace rato en la puerta—dijo de pronto Jessica —. No tenía idea de que estarías aquí; Gabriel no mencionó nada.

—No te preocupes. Él tampoco sabía que yo ya estaba aquí.

—¡Listo! Ya nos podemos ir— dijo Gabriel entrando inesperadamente a la sala e interrumpiendo de nuevo la conversación —Para darles gusto a ustedes dos, vamos a ir caminando y así aprovechamos para que Ian empiece a conocer algo de aquí de Cholula.

Siguiendo a Gabriel, salieron de la casa y se dirigieron al restaurante. Ian sabía por todo lo que le había contado Gabriel en Nueva Zelanda, que su mamá era dueña de un restaurante. Lo había fundado cuando ellos eran más chicos y aunque desde entonces había sido su trabajo de tiempo completo, ahora que ellos casi no estaban en casa, era el lugar en el que pasaba la mayor parte del tiempo.




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