Llegó el inicio del semestre en la universidad. En la casa de los Albarrán todos se habían levantado desde muy temprano para prepararse y llegar con tiempo; sabían que el tráfico seguramente aumentaría por el inicio de clases en la universidad. Ian y Gabriel tenían su primera clase a las 7:00 AM en el laboratorio, y aunque Jessica no empezaba clases hasta las 8:00 AM decidió irse a la misma hora que ellos y evitar que su mamá diera dos vueltas a la casa o irse en el autobús, que seguramente iría más lleno que de costumbre. Regularmente, Gabriel y Jessica se iban solos a la universidad, pero esta vez Cecilia había insistido en llevarlos a su primer día de clases del semestre.
—Es tu último primer día de clases en la universidad, Gabriel, y es el primer día de clases de intercambio para Ian. Y Jess también empezará en un proyecto nuevo. Es un día especial—explicó Cecilia mientras iban de camino a la universidad.
Cuando llegaron al estacionamiento, los muchachos bajaron del auto y luego de despedirse de Cecilia, comenzaron a caminar por los jardines que separaban los estacionamientos de los edificios de las oficinas y salones.
—Hoy tengo que irme a las diez a mis prácticas, entonces no me esperen. Los veo hasta que estemos en la casa—anunció Gabriel.
—OK. Yo tengo mi última clase de hoy a las dos. ¿Y tú, Jess?—preguntó Ian.
—También saldré a esa hora hoy—respondió Jessica —Nos podemos ir juntos al restaurante, si quieres—
—¿Te veo enfrente de la biblioteca?—preguntó Ian.
—Sí, ahí nos vemos—dijo Jessica.
—Bueno, entonces nos despedimos aquí—dijo Gabriel indicando que habían llegado ya al edificio de Ingeniería. —¡Cuidate, Jess!—
—¡Ustedes también! Espero tengan lindo día en clases y en tus prácticas, Gabo—dijo Jessica seguía su camino a la biblioteca bajo la mirada de Ian que se había quedado un momento observando cómo se alejaba poco a poco.
Luego del primer periodo de clases de la mañana, Jessica se dirigió a la cafetería, donde sus amigas, Cristina, Ana, Melissa y Victoria, ya la esperaban ansiosas por ponerse al corriente de todo lo que había sucedido durante sus vacaciones, aunque realmente lo que más les interesaba era saber todo sobre el viaje de Jessica, sobre los lugares que había visitado y todo lo que había hecho durante aquellas tres semanas al otro lado del mundo. Todas escucharon entusiasmadas mientras les compartía las fotografías que había tomado a la vez que les contaba dónde era cada lugar, sobre el maratón que su hermano planeó para visitar Auckland, Wellington y Matamata; también sobre la visita al set de Hobbiton y de la fiesta de despedida en la universidad. Terminó de contarles lo mejor que pudo casi toda la historia de su viaje además de entregarles algunos obsequios que había traído para ellas, los cuales recibieron contentas.
—¡Qué increíble que pudiste ir! Hace tanto que querías conocer todos esos lugares—comentó Ana —. Lo único malo es que no hayas sido tiempo suficiente para conocerlo de veras todo. Ojalá puedas ir otra vez.
—Espero que sí. Me quedé con demasiadas ganas de conocer la Isla Sur luego que me contaron todo lo que hay allí—dijo Jessica.
—¿Y conociste a algún muchacho guapo?— preguntó Victoria con un tono atrevido.
—Tenías que salir con eso— reclamó el resto de chicas.
—Bueno, me imagino que no todo fue solamente ir a darse paseos por los cerros con los enanitos de tu película, también debiste conocer gente, ¿no?—argumentó Victoria.
—Pues conocí a varios amigos de mi hermano de la universidad, pero no en plan de ligue ni nada—aclaró Jessica.
—Está, bien. No te preocupes, porque si no ligaste a nadie allá, seguro que aquí sí. La semana pasada me tocó hacer servicio becario en el evento de orientación para los estudiantes de intercambio—dijo Victoria —. Fue un maratón, pero valió la pena porque todos los nuevos estudiantes están guapísimos.
—Siempre te toca ir a la orientación de los de intercambio y siempre regresas diciendo lo mismo—recalcó Cristina.
—Pero esta vez estaban mucho más guapos que de costumbre. Es más, hasta a Melissa, que es tan exigente en sus gustos, le parecieron atractivos.
—Es verdad, había unos muy guapos—confirmó Melissa.
—Hay uno altísimo, con el cabello castaño y unos ojos…De verdad, yo me caso con él—suspiró Victoria—. Me preguntó cómo podía tramitar el alojamiento en los dormitorios dentro de la universidad y con la pena le tuve que decir que ya todo estaba ocupado. Y yo muriendo de ganas de decirle que no se preocupara porque podíamos compartir mi cuarto todo el tiempo que quisiera.
Las chicas rieron ante las ocurrencias atrevidas de Victoria.
—No estoy muy segura, pero creo que lo acabas de invocar—dijo Ana, indicándoles que voltearan disimuladamente —¿Será él?—
Todas observaron que un grupo de estudiantes se dirigía a la cafetería y entre ellos uno que encajaba con la descripción que Victoria acababa de darles. Jessica, al verlo, rió para sus adentros: desde que Victoria lo había descrito, había sospechado que se trataba de Ian, y ahora lo confirmaba.
—¡Sí, es él!—dijo Victoria emocionada aunque de pronto su cara de ilusión se convirtió casi en pánico —Ay no…Está volteando para acá…Me está viendo…No volteen, no volteen— ordenó de inmediato.