Volverás a mí

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No pasaron ni tres semanas para que Ian se sintiera casi como en casa. Había empezado a adaptarse poco a poco a la dinámica tanto en casa como en la universidad, y no le estaba pareciendo del todo difícil. Aunque Gabriel pasaba la mayor parte de los días entre semana en sus prácticas profesionales y lo veía muy pocas horas en la universidad, siempre estaba dispuesto a ayudarle con las tareas y prácticas con las que Ian todavía batallaba, ya fuera por la complejidad o porque la terminología en español aún se le dificultaba. Y aunque Gabriel ya no pasaba tanto tiempo en el campus, se había asegurado que su amigo no se sintiera fuera de lugar en ningún momento: desde el primer día le había presentado a varios amigos que tomarían las mismas clases que Ian y que le ayudarían siempre que lo necesitara.

No pasó demasiado tiempo para que Ian se sintiera también en confianza con ellos y no le costó trabajo hacer amigos. De hecho, empezó a hacerse notorio, no sólo en la escuela de ingeniería sino también entre la comunidad deportiva: tan pronto algunos de los muchachos en el equipo de fútbol americano se enteraron de que Ian venía de Nueva Zelanda y sabía jugar rugby, no tardaron en invitarlo a las prácticas y a un par de partidos. Él accedió, sabiendo que no se trataba del equipo universitario titular, y aunque él les aclaró que no era muy bueno, de cualquier forma los muchachos lo invitaban frecuentemente a practicar y jugar con ellos.

Y también había empezado a hacer más amistades de otros lugares del mundo: de vez en cuando se organizaban salidas y paseos para los estudiantes internacionales donde los llevaron a conocer varios lugares de la ciudad, y algunos más intrépidos incluso se habían aventurado a ir a otros estados relativamente cercanos, a conocer las playas o a pueblos no muy alejados de la ciudad. Ian había asistido a la mayoría de las excursiones, pero se limitó a visitar los lugares cercanos y no irse demasiado de fiesta. Además, prefería conocer tranquilamente todo y Gabriel y sus compañeros de carrera también lo habían invitado a salidas a lugares cercanos. En una de esas ocasiones, él y Gabriel habían ido juntos a la Ciudad de México aprovechando el fin de semana y repitieron el plan en varias ocasiones. Algunas veces Jessica los acompañaba a los paseos, lo cual alegraba a Ian, además de que con ella era seguro que le podría contar la historia del lugar mucho más amenamente que cualquier guía de turistas, cosa que Gabriel siempre pasaba por alto en cualquier excursión.

Era realmente con Jessica con quien se había vuelto más cercano: ella era con quien pasaba más tiempo en casa, en ausencia de Gabriel. Casi todos los días se encontraban en algún lugar de la universidad para irse juntos, comían en Ítaca juntos antes de irse a la casa a continuar las tareas de la escuela. Jessica también le ayudaba a comprender algunos términos que se le dificultaban todavía y era quien hacía tiempo para ir a animarlo en las escasas prácticas de fútbol americano en las que participaba. Era raro el día en el que no regresaran juntos a casa o coincidieran en la escuela o en casa, y en esos días Ian era cuando más presente tenía a Jessica en su mente.

 

Una noche de jueves toda la familia se encontraba en casa, algo poco común, y decidieron quedarse en lugar de ir a Ítaca o a algún otro lugar. Cecilia había preparado la cena y en cuanto estuvo lista se sentaron todos a la mesa a platicar y ponerse al corriente de todo lo que cada uno había hecho durante la semana: para Gabriel era casi todo relacionado con sus prácticas profesionales en las que le estaba yendo bien en el área de pruebas electrónicas, Ian cada vez mejoraba más en la materia de control, y Jessica empezaría un nuevo proyecto de diseño en los días siguientes.

—Oigan, ya que el lunes es día festivo y que no tendrán clases, quería proponerles ir a despejarnos fuera de la ciudad— dijo Cecilia —. Podríamos aprovechar que desde mañana ya no tienen clases por la tarde para pasar por Ian y Jess a la escuela y de ahí recoger a Gabriel a sus prácticas e irnos todos juntos, ¿les parece?

—¡Si!—respondieron los tres al unísono.

—¿A dónde vamos exactamente?— preguntó Ian.

—A un lugar no muy lejos de aquí; es una ex hacienda donde hay un hotel y además se pueden hacer muchas actividades al aire libre. Creo que te gustará — dijo Cecilia, sabiendo por Gabriel que Ian disfrutaba ese tipo de cosas.

—No vamos a acampar, ¿o sí?—preguntó temeroso Gabriel, que no le gustaba tomarse demasiado en serio las vacaciones en el campo.

—No, nos quedaremos en el hotel—respondió Cecilia para alivio de su hijo —. Mañana entonces voy por Ian y Jess a la universidad, venimos a que preparen sus maletas y luego pasamos por Gabriel ya que salga de prácticas. Tu si tendrás que dejar tus cosas empacadas desde hoy, Gabriel…

—¿Te veo mañana en la biblioteca a la 1:00 PM, para que tu mamá no batalle para recogernos?—preguntó discretamente Ian a Jessica, mientras Cecilia terminaba de darle indicaciones a su hijo.

—Sí, mañana mi última clase es a esa hora. Me tomará cinco minutos llegar a la biblioteca desde mi salón—dijo Jessica.

 

Al día siguiente Jessica estaba en su última clase del día y se sentía igual de impaciente que sus compañeros por que empezara el fin de semana, aunque ella se sentía entusiasmada por razones distintas a los demás. Al fin el reloj marcó la 1:00 PM y en cuanto el profesor despidió la clase y les deseó un buen fin de semana, Jessica se levantó de su lugar de inmediato y tomó su mochila sin molestarse en poner el resto de sus cosas dentro sino que las llevaba entre las manos.




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