Habían pasado un par de días desde que Ian y Jessica se habían besado y ella había procurado evitar estar con Ian a solas; se iba muy temprano a la universidad y regresaba cuando calculaba que Gabriel ya estaría de vuelta en casa. Hubo ocasiones en las que incluso estando Gabriel presente, sentía que el ambiente era incómodo e intentaba pasar poco tiempo con los muchachos. Gabriel no había percibido ningún cambio en la dinámica en la casa, pero Ian se había dado cuenta desde el principio que Jessica ya no lo trataba igual en los escasos momentos en los que coincidían; apenas le dirigía la palabra y ya no lo veía a los ojos. Sentía que aquel momento de debilidad había arruinado todo con Jessica. Quería por lo menos aclarar las cosas con ella, así ya no tuviera oportunidad de decirle todo lo que había querido, aunque ahora que ella lo estaba evitando era difícil poder hablarle.
Y es que ella no sabía qué pensar. Estaba confundida con lo que había sucedido aquella noche, pero más que confundida estaba escéptica. Claro que había deseado que eso sucediera, desde hacía mucho tiempo, pero Ian tenía novia, y aún si estaba al otro lado del mundo, no era algo que podía pasar por alto. No tenía idea de qué pretendía Ian y tampoco tenía el valor para averiguarlo. Además, si él la había besado simplemente porque sí, Jessica no permitiría que él la viera únicamente como un pasatiempo, aunque tampoco sabía si esto se trataba de algo más serio y si ella aceptaría tener algo más que una amistad con él, en las circunstancias en las que se habían dado las cosas. ‘Para empezar, ¿hay alguna remota posibilidad de que esto vaya en serio?’ se preguntaba Jessica.
—¿Jess? — dijo Melissa, que estaba con Jessica en la mesa de la cafetería.
—Perdón, Mel, ¿qué me decías? —dijo Jessica volviendo a la realidad.
Melissa había notado que su amiga estaba distraída y pensativa desde hace varios días. En un principio lo había adjudicado a que los exámenes mensuales estaban cercanos, pero para ese mes todas las tareas y proyectos los había terminado fácilmente e incluso Jessica le había comentado que no sentía que para ese periodo de pruebas fuera a batallar demasiado. Luego se le ocurrió que algo había sucedido con su abuelita, porque sabían que su mamá se había ido a cuidarla, pero Jessica siempre les decía al grupo de amigas cuando algo grave sucedía; así lo había hecho antes.
—¿Estás bien, Jess?—dijo preocupada Melissa.
—Si, todo bien…es sólo que…—dijo Jessica aunque no sonaba del todo convencida.
No les había contado nada a sus amigas porque sabía que en medio de la emoción de saber que el chico que le gustaba (porque eso sí lo sabían ya) la había besado al fin, harían alguna imprudencia, sobre todo Victoria. Pero ahora estaba solo con Melissa y de todas sus amigas era la más cercana y a la única a la que podía confiar una cosa como esta sin preocuparse por nada.
—Es Ian—dijo al fin Jessica —. El fin de semana fuimos a ayudar en el restaurante, mi hermano, él y yo, y al final del día, nos quedamos solos un rato e Ian me besó.
—¡¿Qué?! —gritó Melissa casi escupiendo el sorbo de café que acababa de tomar —¿Y tú qué hiciste?
—Pues lo besé de regreso—confesó Jessica sintiendo como su cara de pronto se enrojeció mientras Melissa no paraba de sonreír de la emoción.
—¿Y entonces por qué has estado con la cara larga? Ian te gusta desde que lo conociste y ahora qué él dio muestras de que también le gustas, estás así preocupada…
—¡Es que él tiene novia, Mel! —dijo Jessica — Aunque ella esté al otro lado del mundo, tiene novia y en el momento que yo deje que me besara, siento que me convertí en “la otra”.
—Bueno, en eso tienes razón—dijo Melissa entendiendo la preocupación de Jessica —, y en ese caso le debiste dar un cachetadón en ese mismo momento. Ahora lo que sí tendrías que hacer es poner en claro las cosas con él; que tu estabas desprevenida, que eso no puede pasar de nuevo y que él respete a su novia.
—Lo sé, y le he estado dando mil vueltas a cómo decírselo, pero…—
—En algún momento tendrás que hablar sobre eso, y entre más pronto mejor. Sé que no te gustan las confrontaciones y que las evitas siempre, pero creo que esta vez es demasiado necesario.
Luego de hablarlo con Melissa, Jessica se sintió mucho mejor y más animada. Estuvo aún pensando en lo que debía decirle a Ian, pero decidió que hablaría con él esa misma noche. Era ya tarde pero ella estaba todavía en la universidad cuando recibió una llamada de Gabriel.
—Hola, Jess,—dijo Gabriel —¿sigues en la universidad?
—Si, estoy avanzando en unas tareas.
—Estoy por salir de mis prácticas, así que puedo pasar por ti e ir a Ítaca a cenar juntos, ¿te parece?
—Si, está bien. ¿Le avisaste a Ian? —agregó Jessica un poco preocupada.
—No, él se fue con unos compañeros a terminar unas tareas, creo que tenían un proyecto en equipo, así que cenarán allá y regresará a casa más tarde. Él tiene su llave de la casa así que si llega antes podrá entrar sin problema.
Tal como acordaron, Gabriel recogió a Jessica y se fueron juntos al restaurante. Su hermano quería aprovechar a revisar que todo estuviera en orden, sobre todo después de aquella tarde caótica en que se habían terminado casi todo lo de la alacena y aunque ya habían abastecido, no quería que hubiera quedado algo pendiente y en todo caso verlo directamente con Alex. Hasta entonces todo iba bien.
—¿Hace cuánto que no veníamos a cenar a Ítaca, nada más tú y yo? —preguntó Gabriel.
—Creo que desde antes que te fueras a Auckland—recordó Jessica. — ¿Te acuerdas de la primera vez que mamá se tuvo que ir a Querétaro a cuidar a abuelita y que nos pasó de todo?
—Esa vez fue cuando nos quedamos afuera de la casa porque se nos quedaron las llaves adentro y los papás de Carito, mi amiga, tuvieron que ir por nosotros y hospedarnos esa noche.