Volverás a mí

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Y así empezaron a conocerse Ian y Jessica, ahora ya no como amigos del todo. Habían decidido mantener su relación en secreto, al menos al principio, porque querían evitar todas los cuestionamientos y preocupaciones sobre qué harían cuando Ian tuviera que regresar a Nueva Zelanda, si continuarán la relación a distancia y todo lo que aquello implicaría. Eran cosas que ni ellos mismos sabían y, aunque estaban conscientes de que llegado el momento tendrían que tomar decisiones, por ahora lo único que querían era disfrutar el uno del otro y olvidarse al menos por un rato de todo a lo que tendrían que enfrentarse después.  

Actos tan sencillos como escoger qué ponerse por la mañana para ir a la universidad se volvieron increíblemente complicados e importantes en la medida que Jessica se contemplaba en el espejo y trataba de verse a través de los ojos de él. Rutinas antes molestas y aburridas —como tomar el camión en la mañana cuando Gabriel no los podía llevar, o el regreso a casa por la tarde se tornaron momentos maravillosos porque en esos trayectos había oportunidad de estar juntos tomados de la mano y, de vez en cuando robarse un beso a escondidas.

Un viernes a mediodía Ian regresó solo a casa. Jessica tenía todavía clases en la tarde y había quedado de irse después de la escuela con sus amigas y se quedaría a dormir en casa de Melissa. Fue una de las pocas veces que sucedió eso e Ian prefirió comer algo en la universidad; no le apetecía mucho ir a Ítaca sin Jessica. Luego se dirigió a casa y para su sorpresa vio el auto estacionado, señal de que Gabriel ya había llegado lo cual le extrañó.

—No sabía que hoy ibas a regresar temprano, Gabe—dijo sorprendido Ian al ver a su amigo en su habitación.

—Hoy no había mucho qué hacer en las prácticas así que me dijeron que podía salir temprano—dijo Gabriel mientras guardaba algunos cables y su laptop en una mochila ante la mirada curiosa de su amigo. —Jess se fue con sus amigas, ¿verdad?—continuó Gabriel mientras seguía guardando cosas en su mochila.

—Sí, dijo que luego de la escuela se quedaría a dormir en casa de su amiga Melissa. ¿Tu vas a ir a la universidad?—preguntó al fin Ian notando que su amigo continuaba empacando sus cosas.

—No…bueno sí. Es que Rodrigo y Mau están teniendo problemas con un proyecto de control—dijo Gabriel —, y como es algo parecido al proyecto que hice en Auckland, iré a ayudarles. Entonces estaremos trabajando en el laboratorio en la universidad y luego seguiremos trabajando en casa de Rodrigo. ¿Quieres venir?

—No creo serles de mucha ayuda; sabes que todavía batallo con control. Pero si no les molesta que practique un poco, con gusto.

—Para nada. Un par de manos extras no nos vendrían mal—insistió Gabriel —. Si quieres sólo trae tu laptop y tu herramienta… y un par de cambios de ropa. Estaremos trabajando durante el fin de semana.

—¿Y Jess? ¿Se quedará aquí sola el fin de semana?—dijo Ian un poco preocupado.

—Sí, no sería la primera vez—dijo tranquilamente Gabriel sin prestar mucha atención—. De cualquier forma la casa de Rodrigo queda a cinco cuadras de la Plaza de la Concordia; si Jess ocupa algo, puede llamar y no tardaremos ni diez minutos en estar de vuelta.

Viendo que Gabriel parecía no prestar demasiada atención a que Jessica estuviera sola en casa en esos días, fue a guardar todo lo que ocuparía además de unas mudas de ropa, como le había indicado su amigo. Los muchachos entonces fueron a la universidad donde ya los esperaban Rodrigo y Mau en los laboratorios. Los muchachos estuvieron trabajando hasta que alguien vino a avisarles que estaban por cerrar el área de pruebas, donde estaban trabajando y continuarían en la casa de Rodrigo.

Al llegar allá, Ian no se sintió del todo a gusto sabiendo que, al menos él, había llegado sin que los papás de Rodrigo supieran, aunque al poco tiempo descubrió que los papás de su compañero no tenían ningún problema con que su hijo llegara con otros 3 compañeros de la escuela y que además se quedarían ahí durante todo el fin de semana. Gabriel le explicó que él, Rodrigo y Mauricio se conocían desde la primaria y secundaria, respectivamente, y desde entonces habían sido buenos amigos y no era extraño que de pronto los tres pasaran los fines de semana en casa de alguno de ellos. Lo que sorprendió a Ian fue que los papás de Rodrigo lo habían recibido tan efusivamente como si él también hubiera sido parte del grupo de amigos desde siempre.

Los muchachos no empezaron de inmediato a trabajar: decidieron preparar una cena improvisada y ponerse un rato a jugar videojuegos.

—Después de todo, es noche de viernes y necesitamos despabilarnos un poco—dijo Rodrigo.

Luego de un rato, decidieron ir al jardín a tomar el aire y estirarse un poco antes de empezar a trabajar, pero Gabriel se había entretenido dentro de la casa platicando con los papás de Rodrigo, ya que desde que había regresado de su año de intercambio no los había visto y querían saber cómo le había ido y cómo iban las prácticas profesionales. Entre tanto, los otros tres muchachos estaban afuera platicando y compartiendo unas cervezas.

—¿Todo bien, Ian?—preguntó Mau al ver a Ian un tanto inquieto y distraído.

—Sí, todo bien—dijo Ian tratando de disimular —. Es sólo que me preocupa un poco saber que Jess estará sola en casa el fin de semana ahora que la señora Albarrán no está y que Gabriel y yo vinimos aquí.

—Jess estará bien, no te preocupes—aseguró Rodrigo —. A veces parece que Gabriel no le da tanta importancia, pero siempre está al pendiente de ella. Incluso cuando se fue a Nueva Zelanda nos pidió que le echáramos un ojo de vez en cuando. 

—Sobre todo nos pidió que la cuidáramos de cualquier chavo que tuviera alguna intención con ella—agregó Mau.

—¿En serio?— dijo asombrado Ian —. Sé que cuida a Jess, pero no me parecía que Gabriel fuera un hermano celoso.

—Creo que no lo era hasta que se fue a Nueva Zelanda—dijo Mau—. Supongo que hasta que estuvo allá fue consciente de que su hermana ya no es una niña y que los muchachos lo empezarían a notar también.




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