Sin darse cuenta, pasaron casi 4 meses desde que Cecilia se había ido a Querétaro a cuidar de su mamá. Las tías de Gabriel y Jessica siempre se sentían mucho más confiadas cuando Cecilia estaba con ellas, aun si no era Cecilia quien estuviera directamente cuidando de su mamá. Aunque había tenido oportunidad de regresar a ver a sus hijos y a Ian en un par de ocasiones, ellos también habían ido durante las vacaciones de primavera a visitar a Cecilia y aprovecharon para que Ian conociera otros lugares del país, sabiendo que no había ido a las excursiones que los otros estudiantes de intercambio habían organizado. Habían ido en el auto, para alivio de Jessica que le tenía pavor a volar, y así no tener que depender de taxis, autobuses e itinerarios una vez llegaran a Querétaro.
La familia de Cecilia los recibió cálidamente e Ian nuevamente se sorprendió cuando la familia le dio la bienvenida como si se hubiera tratado de un amigo al que no habían visto en mucho tiempo, a pesar de que la familia no lo conocía de nada. Como eran vacaciones, los primos de Jessica y Gabriel también se habían reunido en la casa de la abuela y los chicos mayores se hicieron buenos amigos con Ian de inmediato. Estar entre un grupo de primos que tenían edades similares era algo distinto pero agradable para Ian ya que en su familia él era el primo de en medio, todos sus primos varones eran mucho mayores que él y el resto de los primos varones eran mucho menores que él, además de que la mayoría eran mujeres. Junto con sus primos, Gabriel llevó a su amigo a conocer lugares cercanos, y otros no tanto. De nuevo, el plan que había ideado Gabriel había sido maratónico, pero de esa forma aprovecharon a conocer muchos pueblos en Querétaro y en los estados cercanos. Lo más lejos que llegaron fue a Guadalajara. Luego de todo aquel tour, todos los muchachos terminaron rendidos, pero se habían divertido bastante en todo el trayecto.
Jessica los había acompañado únicamente a los lugares cercanos, ya que de inmediato se vio la intención de Gabriel y de todos sus primos mayores de hacer ese un viaje exclusivamente de chicos. Ni Jessica ni Ian se molestaron por ello: a ella le encantaba saber que se había integrado fácilmente con sus primos y sobre todo que hiciera amigos nuevos mientras conocía lugares nuevos; Ian lo vio como una oportunidad para conocer mejor a Jessica a través de su familia, además de ir en confianza con Gabriel y todos los muchachos a conocer lugares nuevos.
Así pasó el tiempo, y cuando menos lo esperaron el día de la graduación de Gabriel había llegado. Cecilia estaba de regreso para la ocasión y con ella había venido casi toda la familia para acompañarlos y celebrar. A casi todos los había conocido cuando habían ido a visitar a Cecilia a Querétaro, así que no se sintió incómodo platicando con los primos de Gabriel y Jessica ni con sus tíos y tías. La comida de celebración sería obviamente en Ítaca, donde la familia podría estar mucho más cómoda.
—¿Y ya regresarás a Nueva Zelanda luego de las vacaciones? — preguntó Mario, uno de los primos de Gabriel y Jessica.
—Si, pero sólo regresaré por el verano—explicó Ian —, estaré de vuelta para el siguiente semestre. Es que mi mamá quiere que ya vaya a visitarlos. Seis meses han sido toda una eternidad para ella.
—No la culpes. Debe ser muy difícil tener a su hijo al otro lado del mundo—dijo Tía Elena — . Mis hijos no salieron de intercambio, pero cuando Cecilia nos contaba lo angustiada que estaba por Gabriel a veces, agradezco que no lo hayan hecho. No sé si yo hubiera aguantado sabiendo que estaban tan lejos y por tanto tiempo.
Así siguió la conversación, de pronto recordando anécdotas con Gabriel, bromeando que por el olvido de Jessica con el proyecto de arte probablemente Gabriel no se habría podido graduar y pláticas similares y risas entre familia.
—¿Se parecen las graduaciones en Nueva Zelanda a las de México?— preguntó tía Mayte con curiosidad durante la comida.
—No, son muy distintas— dijo Ian —. Aquí apenas entrar la alegría es palpable. Es un ambiente de celebración por donde mires. Nadie contiene su emoción. ¿Por qué deberían, si es un día de fiesta? Y me encantó que los decanos y el rector no solo estrechan la mano de los estudiantes, también abrazan a cada uno de ellos; se nota que también están contentos por los estudiantes que se gradúan. Eso no se ve en Nueva Zelanda. Creo que allá somos demasiado solemnes, a pesar de lo felices que están las familias.
—Con eso entonces, no estamos ayudando en nada a quitar la imagen que tiene el mundo de que los mexicanos somos fiesteros— dijo Gabriel haciéndolos reír.
—Tal vez, pero yo he visto de primera mano que los mexicanos trabajan mucho y bien, y por eso después festejan como lo hacen y disfrutan lo que trabajaron. Celebran su esfuerzo y eso es lo que el resto del mundo pasa por alto.
—Es una linda forma de describirnos— dijo tía Mayte.
La conversación continuó e Ian, que estaba sentado junto a Jessica, tomó su mano discretamente por debajo del mantel.
—Cuando me gradúe, me encantaría que fueras a acompañarme…—le dijo Ian al oído a Jessica —...y también Gabriel y tu mamá. Así podrán de veras alegrar todas esas celebraciones tan rígidas que tenemos allá.
Jessica no dijo nada, pero le sonrió y estrechó la mano de Ian entre la suya, deseando que cuando el momento llegara, ella pudiera estar ahí acompañándolo en ese día tan importante.
*
La familia de Cecilia estuvo un par de días con ellos antes de regresar cada quien a casa, y casi junto con ellos Ian también partió a Nueva Zelanda a pasar el verano, invierno en el hemisferio sur, con su familia que lo esperaba ansiosa luego de seis meses al otro lado del mundo. Aquella despedida no había sido demasiado difícil para Jessica e Ian, pues sabían que se volverían a ver de nuevo en agosto, cuando iniciara el nuevo semestre.