Volverás a mí

19

Cuando llegaron al aeropuerto de Auckland, Jessica sintió que había sido en otra vida cuando había estado ahí por primera vez. Y aunque técnicamente ya conocía el lugar, se sentía una completa extraña y como si esta fuera la primera vez que hubiera puesto pie en aquel país. Claro que también estaba emocionada de saber que de nuevo vería a Ian, y él también se lo había hecho saber en las llamadas que habían tenido par de días antes del viaje. Aún así Jessica tenía incertidumbre de cómo sería todo ahora que volvieran a verse. Si, habían pasado una prueba grande luego de ese semestre separados, pero ahora estando de nuevo juntos, ¿sería igual que cuando Ian había estado en México?

Los hermanos Albarrán habían llegado un par de días antes de la graduación para tener tiempo de ajustarse al horario y tener suficiente tiempo de descansar antes del gran evento. En esos días no salieron casi a ningún lado y únicamente se dedicaron a descansar. Cecilia no los había acompañado, pues de nuevo había regresado a Querétaro para cuidar de su mamá.

El tan anticipado día de la graduación llegó y Gabriel y Jessica se prepararon para ir al campus. Durante el trayecto, Gabriel iba reconociendo los antiguos lugares por los que algunos años antes él había transitado y se daba cuenta de los cambios que habían pasado desde que él se había ido. Jessica también logró reconocer algunos de los lugares por los que había transitado cuando había estado de visita y su corazón poco a poco se iba acelerando cuando se daba cuenta que se encontraban más cerca de la universidad.

Al llegar, el campus estaba lleno de gente, de todas las familias que habían venido a la ceremonia de graduación. En un principio pensó que era probable que Gabriel reconociera a alguien entre la multitud, pero luego recordó que los compañeros con los que había convivido durante su estancia en Auckland seguramente ya se habían graduado en los semestres anteriores y no estaban ya ahí. Aún así, lo veía buscando entre la gente.

—Me dijo Ian que su mamá nos encontraría por aquí— dijo Gabriel —. Si no la vemos en un ratito, le llamaré para avisarle que… ¡Ah! Mira, ahí está.

Gabriel entonces se adelantó, saludando con la mano, mientras una mujer rubia, bastante alta y esbelta, le devolvía el saludo y se acercaba a los muchachos.

—¡Gabriel!— exclamó la mujer al verlo mientras le daba un abrazo— ¡Qué alegría verte aquí!

—A mí también me da mucho gusto verla de nuevo, señora McIntyre—dijo Gabriel —. Le presento a mi hermana, Jessica. Jess, ella es la mamá de Ian, Elaine McIntyre.

La madre de Ian le sonrió y le estrechó la mano cortésmente, y Jessica devolvió el saludo de la misma manera. 

—¿Dónde está tu mamá? Me encantaría conocerla—dijo Elaine.

—Sólo vinimos mi hermana y yo. Mi mamá está cuidando de mi abuela; ha tenido una recaída en su salud.

—Lo lamento tanto, espero que no sea nada grave. Me habría encantado que tu mamá estuviera aquí para poder agradecerle por cuidar a Ian todo este tiempo. Pero me da gusto que al menos tú y tu hermana pudieran venir—dijo Elaine dándole una sonrisa y una agradable mirada a Jessica.

—No hay nada que agradecer—dijo Gabriel —. Ian y ustedes también estuvieron al pendiente de mi cuando yo estuve aquí de intercambio, e Ian estuvo en mi graduación en México, así que sólo quiero reciprocar el gesto.

—Qué amable eres, como siempre Gabriel—dijo Elaine —. Ya que los encontré, será mejor que vayamos entrando al auditorio. Mi esposo y el resto de la familia ya están dentro. Vamos.

Ambos siguieron a Elaine hasta el auditorio, que estaba a media luz, donde rápidamente ella los presentó con toda la familia. “Toda” de pronto había sonado como si se tratara de todo un séquito, pero únicamente se trataba de otras 7 personas más: algunos tíos de Ian y sus hijas e hijos que habían venido a acompañar a los McIntyre. Ahí también Jessica conoció al padre de Ian, Howard McIntyre. Al igual que su esposa, saludó a Gabriel y lo abrazó al verlo. Era más alto que su esposa, apenas más bajo que Ian mismo. Al verlo, Jessica se dio cuenta de que Ian era una copia casi exacta de su padre: tenían las mismas facciones, la mirada profunda y la misma sonrisa. Jessica pensó que cuando era joven, el cabello del padre de Ian debió haber sido igual de castaño pero ahora era gris y la línea de su cabello había recedido. Aunque parecía una persona agradable, era una persona callada y sobria. Saludó también a Jessica y al igual que su esposa, al verla le sonrió cálidamente. Después de saludar, los hermanos tomaron los asientos que les habían reservado y esperaron a que diera inicio la ceremonia.

Jessica miraba a todos lados nerviosamente; por alguna razón, se sentía observada y como si todos, al igual que ella, estuvieran a la espera de lo que sucedería en cuanto volviera a ver a Ian, aunque era más que obvio que nadie reparaba en ella.

—Damas y caballeros, bienvenidos a la ceremonia de graduación de la Escuela de Ciencias. Les invitamos a ponerse de pie para recibir a los graduandos de esta generación y permanezcamos en pie hasta que todo el cortejo tome su lugar en el pódium— anunciaron en los altavoces.

Todos se levantaron de sus lugares y casi de inmediato se pudieron escuchar unos tenues redobles de tambor seguidos por el sonido de gaitas. A Jessica de inmediato le vino a la mente la escena inicial en La Sociedad de los Poetas Muertos y supo que esto era, sin duda, herencia de las antiguas universidades inglesas. Unos segundos después, un grupo de gaiteros vestidos a la usanza escocesa apareció y detrás de ellos los alumnos por graduarse también entraron en silencio por el lado derecho del auditorio, bajando las escaleras para ocupar en orden los lugares asignados para ellos. En aquella luz tenue era difícil distinguir a los estudiantes que entraban, y aunque Jessica sabía que también para ellos sería difícil distinguir y encontrar a sus familias entre todos los presentes en el auditorio, el corazón se le detenía con sólo pensar en que su mirada se encontrara con la de Ian. 




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