Cuando los muchachos despertaron Elaine y Howard se habían retirado ya a la clínica y al estudio respectivamente, dejando descansar a los chicos. Ellos, aunque no se levantaron muy tarde, no tenían prisa de nada y tomaron el desayuno tranquilamente antes de salir de la casa y dirigirse al centro de Wanaka. A la luz de la mañana casi invernal, habían decidido caminar a la orilla del lago hasta llegar a la zona donde se encontraban los restaurantes y los parques. Aunque habían ido los tres juntos, Gabriel procuraba caminar lo más alejado posible de Jessica e Ian para que caminaran juntos; comprendía que querrían pasar tiempo a solas luego de haber estado lejos por tanto tiempo.
—¿Cómo te está pareciendo Wanaka?—preguntó Ian mientras caminaban tomados de la mano.
—Me encanta—dijo Jessica—. No tengo ni idea de cómo podré irme de este lugar.
—Podemos regresar tantas veces como quieras. Además, ahora que te llevas tan bien con mi papá, no creo que tenga problemas con que te quedes con nosotros siempre que vengas. Vi que anoche estabas platicando muy agusto con él.
—Encontramos temas de los que hablar, es todo—dijo Jessica —. Me cae muy bien; es muy amable, igual que tu mamá. Ojalá eso no cambie cuando sepan que tu y yo…
—Ya lo saben—dijo Ian haciendo que Jessica se detuviera en seco sorprendida —. Se los dije cuando regresé de México. Al principio creo que no se imaginaron que se tratara de algo serio, pero durante estos días estoy seguro de que se darán cuenta de lo importante que eres para mí. Y, ¿tu mamá ya sabe?
—No me he atrevido a decírselo—confesó apenada Jessica —. Si supiera que lo de venir de intercambio aquí fue sólo un pretexto para estar contigo, hubiera pegado el grito en el cielo. Para algunas cosas sigue siendo muy conservadora. Y de no ser por Gabriel que me ayudó a convencerla, no habría podido poner ni un pie afuera de la casa.
—¿Así que por eso se complicó todo más para venir? —dijo Ian riendo.
—Sí, como mi plan no era nada convincente, académicamente hablando (y tiene razón), Gabriel le dijo que viera este viaje como una buena oportunidad para que saliera a tener esta experiencia y aprovechar que todavía soy estudiante porque en el futuro probablemente no tendría tantas ventajas como ahora.
—Entonces estoy más en deuda que nunca con Gabriel—dijo Ian.
Estuvieron casi toda la mañana fuera, disfrutando de la vista del lago y caminando tanto como les había sido posible. Comieron en uno de los restaurantes con vista al lago y mientras estaban ahí todavía, Howard se comunicó con Ian para que fueran a la clínica, que no estaba demasiado lejos de donde estaban en ese momento, para que entre él y Gabriel le ayudaran a revisar algunas computadoras, aprovechando que tenía a dos ingenieros ahí. Ian aceptó con algo de pesar, pero a Gabriel ni a Jessica les incomodó la idea. Ambos sabían que era lo menos que podían hacer luego de toda la hospitalidad que estaban recibiendo por parte de los McIntyre. Así que en cuanto llegaron a la clínica, Gabriel e Ian se pusieron a revisar varias computadoras, a actualizarlas y a probar si alguna necesitaba alguna otra cosa adicional.
—Sé que a Ian no le gusta pasar demasiado tiempo aquí en la clínica, nunca le ha gustado demasiado y menos ahora que estás…están aquí de visita—dijo Howard a Jessica. Ambos se habían ido a sentar en una de las salitas de espera mientras los muchachos trabajaban.
—Espero que no estemos acaparandolo demasiado con esto de “atender a las visitas”. Sé que él no ha tenido oportunidad de venir tan seguido a pasar tiempo con ustedes como en semestres anteriores—dijo Jessica — . Esta debe ser una forma en la que usted puede pasar tiempo con él, ¿verdad?
—Si, así es—respondió Howard —. Cuando Ian empezó a mostrar interés en las computadoras, pensé que dándole la tarea de revisar algunos de los equipos sería una buena forma de que practicara lo que le gustaba y de que pasara tiempo aquí. A él nunca le llamó demasiado la atención la medicina, aunque intenté enseñarle un par de cosas que le serían útiles siempre, así que tuve que encontrar un pretexto para que viniera y pasar las tardes con él aquí…Siendo médico, pasas mucho tiempo fuera de casa, atendiendo emergencias o de viaje a otras ciudades. Esos ratos eran las oportunidades que tenía para convivir con mi hijo.
—Supongo que como médico pasaba más tiempo fuera de casa de lo que le hubiera gustado a usted, ¿verdad?—dijo Jessica mientras Howard asentía —. Pero ahora su hijo no sólo es buen ingeniero, también pone en práctica todo lo que usted le enseñó de primeros auxilios y demás. Yo creo que habría sido un excelente médico. Así que todas esas tardes aquí han rendido fruto.
—¿Ian practicó algo de eso? —preguntó intrigado Howard.
Ante la sorpresa y curiosidad de Howard, Jessica empezó a contarle la anécdota del accidente de Jimena en la universidad y cómo Ian había ayudado mientras llegaba el médico, y lo agradecidos que estaban los papás de Jimena cuando ella salió de la clínica. Howard sonrió, y se sintió orgulloso al saber que su hijo, a pesar de mostrar fastidio y pesar cuando tenía que escuchar todas esas lecciones aburridas, había puesto toda la atención del mundo. Mientras Jessica le contaba aquella historia, notó que él no era la única persona que se sentía orgullosa de Ian. La chica estaba contando la historia con admiración y orgullo. En un principio, cuando Ian les dijo a él y a su esposa que tenía una relación con una chica de México, había tenido sus dudas con respecto a esa relación a distancia, pero ahora empezaba a darse cuenta que no era una simple fascinación por parte de su hijo, era algo más sólido, y era correspondido por Jessica.
Los muchachos terminaron de reparar, actualizar y diagnosticar el equipo en un par de horas y después regresaron todos juntos a la casa donde Elaine ya los esperaba para “la hora del té”, una cena bastante ligera.