Llegó el fin de semana y los McIntyre junto con los chicos Albarrán salieron rumbo a los viñedos de Rippon, que quedaban en el extremo opuesto del lago, a menos de un kilómetro antes de llegar a Roys Peak. La propiedad se encontraba en un terreno elevado desde donde se podían ver los viñedos, el lago Wanaka y la isla Ruby, los Alpes del Sur y más allá. Entraron por un camino de terracería que atravesaba los viñedos aún verdes a pesar de que las hojas no eran tan tupidas en esa época del año. Lo último de la vendimia había sido recolectado y ahora se estaban preparando los terrenos y se protegían los cultivos para el invierno.
En lo más alto de la propiedad, en una colina se alzaba una edificación donde parecía estarse llevando a cabo la reunión; era una gran casa con amplios jardines exteriores y era ahí donde se habían instalado varios pabellones y mesas con vinos de la casa y aperitivos. No tardaron demasiado en encontrarse con conocidos: en cuanto bajaron del auto varias personas reconocieron a la familia McIntyre y se acercaron a saludarlos. Principalmente se acercaban a conversar con Elaine y Howard y no prestaron demasiada atención a los muchachos. Solamente algunas de las amistades de los padres de Ian se acercaron a él para felicitarlo por su reciente graduación, pero luego de eso volvían a la conversación original con Elaine y Howard.
—Había olvidado lo tediosas que pueden ser estas reuniones—dijo Ian a Gabriel y a Jessica —. Por lo regular no viene nadie de nuestra edad: todos sabemos el tipo de reuniones de nuestros papás.
—¿Y cómo lograste sobrevivir a tantas?— preguntó Gabriel.
—Siempre rogaba por que el amigo de mi papá, Dave, viniera con sus hijos—dijo Ian —. Y creo que de nuevo serán ellos quien nos salven del fastidio: precisamente allá viene Dave con su familia.
Casi al mismo tiempo en el que Ian había visto a sus amigos llegando, Dave Alexander había logrado ver a la distancia a Howard y a su familia, y a Ian con sus amigos, y no dudó en dirigirse hacia ellos. Se acercó con una gran sonrisa y abrazó a Howard al encontrarse con él y a Elaine. Su esposa y su hijo mayor, Eric, también se acercaron a saludar a los McIntyre con suma confianza y le pareció a los hermanos Albarrán que entre las dos familias tenían una amistad cercana. Los muchachos, que habían permanecido a una distancia prudente de sus padres, se acercaron para saludar a los Alexander.
—¡Qué gusto verte, Ian!—dijo Dave dándole un abrazo a Ian—. No he tenido oportunidad de ir a visitarlos y felicitarte personalmente por tu graduación. Disculpenme, muchachos, creo que no los conozco, o tal vez sí, pero algunas veces batallo para recordar tantos rostros y nombres—añadió al ver a Jessica y a Gabriel cerca de Ian.
—Disculpa, Dave, te presentamos a Gabriel y Jessica, amigos de Ian—dijo Elaine—. Vinieron de México por la graduación de Ian y están de visita con nosotros.
—¡Vaya! —dijo asombrado Dave mientras saludaba a ambos —. Deben de ser muy buenos amigos para hacer un viaje tan largo para acompañar a su amigo.
—Si que lo son—dijo Ian mirando a los hermanos —. Gabriel fue mi compañero en la universidad y me ayudó como no tienes idea. Encima de eso, su familia cuidó de mí cuando estuve en México.
—Y tus hijas, Dave, ¿no están aquí con ustedes? —preguntó Elaine.
—Astrid no: está en Francia; tan pronto se graduó quiso empezar de inmediato su maestría. Ya lleva un año allá y le está yendo muy bien—dijo Dave con orgullo —Y Edwina…—dijo suspirando casi con pesar —, ella debe de andar por ahí entre las vides. Saben lo inquieta que es; le encanta pasar las vacaciones trabajando aquí con los Mills. No sé cómo tienen tanta paciencia con ella, pero mientras no esté metiéndose en problemas por ahí, yo estoy tranquilo.
—Nos daría gusto saludarla—dijo Howard, volteando a ver a su hijo, como queriendo recordarle lo que debía hablar con la hija de los Alexander. Ian no lo había olvidado: era la única razón por la que había aceptado ir con sus papás a aquella suntuosa reunión.
—Ian, ¿les parece si vamos a otro lugar y dejamos que los adultos conversen?—sugirió Eric.
Los muchachos aceptaron y seguido por Ian, Gabriel y Jessica se fueron a un área apartada de los adultos, llevándose con ellos sus copas de vino y una charola con algunos aperitivos.
—Justo les decía a Gabriel y Jess lo mal que la pasábamos en estas reuniones cuando éramos más chicos—dijo Ian mientras llegaban a una mesita de picnic desde donde se podían ver los viñedos.
—La pasábamos pésimo—dijo Eric, volteando los ojos, recordando aquellos tiempos —. Lo único interesante de venir ahora es que ya nos dejan probar los vinos. De ahí en fuera, a mi me sigue pareciendo la cosa más aburrida del mundo. De haber sabido que estaban aquí, podríamos haber ido a otro lugar más divertido…Cardrona, por ejemplo. Las actividades en la nieve ya empezaron allá. ¿Cuánto tiempo más estarán aquí? —preguntó a Gabriel —Podríamos organizar algo para que conozcan un poco más de la Isla Sur.
—Temo que no estaremos demasiado tiempo más—dijo Gabriel apenado—. Tenemos que ir a Wellington a resolver algunos asuntos: mi hermana estudiará allá y todavía no hemos empezado a buscar alojamiento, entre otras cosas que faltan.
—¿En qué universidad estarás?— preguntó Eric con curiosidad.
—En Massey—dijo Jessica.
—Edwina estudia ahí también, en el campus de Wellington precisamente—dijo Eric.
—Mi papá me había comentado algo, y quería preguntarle a Edwina si conocía a alguien que estuviera buscando roomie—dijo Ian, para el asombro de Gabriel y Jessica; ninguno de los dos estaba al tanto de que Ian estuviera investigando por su parte. Jessica entonces se dio cuenta de que
—Creo que puedo ayudarles con eso —. Sólo denme un par de días y les tendré información.
—¡Muchas gracias! —dijo Jessica sinceramente.
Estuvieron unos minutos sentados compartiendo los aperitivos platicando tranquilamente ante el panorama de los viñedos y el lago y las montañas nevadas en el horizonte. Los muchachos rápidamente encontraron temas en común, e incluso Jessica se sintió incluida en el grupo. En la plática, Jessica se enteró que el padre de Eric, era médico al igual que el padre de Ian, y era por ello que las familias se conocían desde hacía tiempo, incluso antes de que Ian o los hijos de los Alexander nacieran. Dave era, de hecho, socio en la clínica del padre de Howard, y sus mamás, Elaine y Caroline, también eran muy buenas amigas. Luego de un rato de estar platicando se dieron cuenta de que sus padres los estaban llamando para que se volvieran a unir al grupo.