Volverás a mí

23

Gabriel empezó a preparar su regreso a México. Antes de ir a Nueva Zelanda, dudaba que dos semanas fueran suficientes para dejar a su hermana instalada y suficientemente preparada para su estadía en Wellington, pero con la visita a Wanaka y dándose cuenta de toda la ayuda que tendría por parte de los McIntyre y ahora también de los Alexander, se sentía mucho más seguro de regresar a México pues sabía que Jessica se quedaba en buenas manos. De hecho se sorprendió mucho cuando Dave y Eric les propusieron la idea de que Jessica se alojara en el departamento que tenían para Edwina. Ian y Howard también parecían estar sorprendidos por la propuesta, a pesar de conocerse de años.

—En realidad este no es un favor del todo desinteresado—se sinceró Dave con Howard en privado—. Nos gustaría que, por al menos un tiempo, Edwina tuviera compañía en casa. No le  y a nosotros
—No estarás pidiendo que Jessica  espíe a tu hija, ¿o sí, Dave?—preguntó Howard suponiendo que un trato así no sería del todo del agrado de Gabriel y mucho menos de Jessica.

—No, no espiar, pero nos sentiremos más tranquilos sabiendo que al menos hay alguien con ella, que vea que está segura en casa y que no se está metiendo en problemas. Sabes que Edwina es muy inquieta y estos años que ha estado en Wellington han sido difíciles para nosotros. Ella no habla de nada de lo que hace allá; nos preocupa.

Luego de que todo estuvo arreglado, los padres de Ian también habían insistido en que los muchachos se quedaran unos días más con ellos, y ahora que el mayor pendiente estaba resuelto, los tres muchachos aceptaron sin problema quedarse unos días más. Finalmente fueron dos semanas las que estuvieron en la Isla Sur. Pero el último día de estancia para los muchachos al fin había llegado y ahora se preparaban para salir al día siguiente de regreso a la Isla Norte; Ian iría con los hermanos hasta Wellington, para despedir a Gabriel, quien tomaría el vuelo de regreso a México, y llevaría a Jessica al departamento de los Alexander antes de tomar el vuelo que lo llevaría de regreso a Auckland.

En la mañana del último día, Ian y Gabriel fueron a correr juntos a las orillas del lago; Gabriel había insistido en hacer el mayor ejercicio posible pues le esperaba un vuelo de 17 horas y sabía que si no ejercitaba sería toda una tortura pasar tantas horas sentado.

—Sé que me dirás que no es necesario pedírtelo, pero por favor, prométeme que vas a cuidar a Jess mientras esté aquí—dijo Gabriel mientras caminaban de regreso a casa de los McIntyre—. Un año es mucho tiempo para estar tan lejos de casa y en un lugar donde no conoce casi a nadie.

—Estaré al pendiente de ella tanto como me sea posible, no te preocupes—le aseguró Ian.

—Te lo agradezco mucho—

—Es lo menos que puedo hacer luego de todo lo que tú has hecho por nosotros, sobre todo para que Jess pudiera venir este año a estar aquí.

—A mí me da gusto saber que Jess te tendrá aquí, sólo quiero que recuerdes lo que hablamos cuando me dijiste lo que sentías por mi hermana: eres la primera persona con la que tiene una relación seria y probablemente ahora que esté lejos de casa puede que cometa errores. No la estoy justificando desde ahora, sólo quiero que también tengas cuidado porque no me gustaría que salieras lastimado por alguna inmadurez de mi hermana.

—Lo tendré en cuenta, seré paciente con ella.

La hora de salir al aeropuerto al fin llegó y la familia de Ian llevó a los muchachos al aeropuerto. Viajaron juntos para ese primer trayecto de Wanaka hasta Wellington. A partir de ahí, los muchachos tomarían rumbos separados. El vuelo de Gabriel a México saldría después de las 8:00 PM así que Ian y Jessica decidieron esperar ahí antes de ir al departamento de Edwina Alexander y despedirse de Gabriel.

—Bueno…aquí nos despedimos—dijo Gabriel mientras se acercaba para abrazar a su hermana cuando llegó la hora de irse—. Cuídate mucho, Jess. Disfruta estar aquí, aprende tanto como puedas y sé prudente, ¿está bien?—

—No te preocupes, hermano. Estaré bien, aunque te voy a extrañar mucho—dijo Jessica.

—Ian estará al pendiente de ti lo más que pueda, aunque esté en Auckland. Si necesitas algo, cualquier cosa, puedes contar con él. Y de cualquier forma, si necesitas algo y puedo ayudarte, no dudes en hacerlo.

—Si, Gabo—dijo Jessica —Gracias por todo.

Gabriel entonces se despidió rápidamente de Ian y tomando sus cosas, se dirigió a hacer su chequeo en migración y seguridad. Ian y Jessica lo observaron desaparecer tras las mamparas translucidas y sabiendo que no podrían ver más allá ni acompañarlo en la sala de espera, supieron que no había mucho más para ellos ahí.

—Quería preguntarte, Jess—dijo Ian de la nada —¿Necesitas mucho esa maleta que dejaste en Auckland?

—No, no realmente—dijo Jessica —, al menos no por ahora. Con lo que llevé a Wanaka es suficiente, pero sí la necesitaré antes de que empiecen las clases.

—Entonces, ¿qué te parece si me acompañas a Auckland por tu maleta? Tienes todavía varias semanas antes de que empiece el semestre, ¿no?—dijo Ian con tono pícaro.

Jessica se daba cuenta de que Ian tenía algo entre manos y sabía que había esperado hasta que Gabriel se fuera para revelarle su plan. Y a ella le encantaba que tuviera ese tipo de sorpresas e ideas inesperadas.

—Tendrás que ir tú, porque yo no tengo boleto de avión—dijo Jessica impaciente por escuchar la respuesta.

—Eso no es del todo correcto, señorita. Resulta que nuestro vuelo sale en 20 minutos, así que más vale que estemos en la sala de espera antes de que se nos haga más tarde. Reservé 2 boletos, esperando que me dijeras que sí vendrías conmigo a Auckland.

—¿Y de dónde sacas que yo dije que sí?—dijo juguetonamente Jessica.

—¿Y en serio vas a decir que no?—preguntó Ian con el mismo tono.

Ambos sonrieron sabiendo la respuesta y sin decir más, Ian tomó la mano de Jessica y se dirigieron a la sala de espera. Ese era el vuelo más emocionante que ninguno de los dos había tomado y aunque no tenían ni idea de lo que les deparaban esas dos semanas, tanto Ian como Jessica sabían que sería el mejor viaje de sus vidas.




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