Volverás a mí

24

Las cinco semanas que habían pasado en Auckland terminaron demasiado pronto para ellos y les parecieron apenas un instante. Habían aprovechado cada minuto juntos y aún así les había parecido insuficiente.

—Tus clases no empiezan hasta el 14 de julio, todavía te puedes quedar aquí conmigo una semana más—dijo Ian intentando convencer a Jessica, que ya estaba preparando su maleta para tomar el vuelo a Wellington al día siguiente.

—Sí, pero no tengo ni idea de dónde queda el departamento donde voy a vivir, ni cómo llegar de ahí a la escuela, ni dónde quedan los supermercados ni las tiendas donde comprar material para mis clases…—dijo Jessica —. Se suponía que estas semanas serían para ir conociendo la ciudad donde voy a vivir y usted, señor, me chantajeó con mis pertenencias para venir a Auckland y quedarme prácticamente todo el verano.

—Es que estoy haciendo todo lo que puedo para convencerte de que te quedes unos días más—dijo Ian —. Siento que Wellington ahora es el lugar más lejano del mundo.

Pasaron su última noche juntos en casa, terminando los preparativos para el viaje y al día siguiente salieron a mediodía. En menos de dos horas se encontraron nuevamente en Wellington tomando un taxi al departamento de Edwina Alexander. Ian se había asegurado de que la chica se encontrara en casa y que los esperaría ahí; conocía a Edwina y sabía que era capaz de olvidarse de estar en casa para abrirles la puerta. Llegaron a una zona residencial bastante tranquila y no demasiado lejos de la universidad, hasta un conjunto de departamentos: Hanson Court Flats, Edificio A. Llegaron al quinto piso y tan pronto llegaron a la puerta llamaron; unos segundos después, Edwina les abrió.

—¡Hola!—dijo Edwina al ver a los muchachos en la puerta —Tenía entendido que vendrían luego de estar en Wanaka…pero bueno, supongo que hubo cambio de planes.

—Sí, así fue. Pero ya estamos aquí—dijo Ian.

Edwina los dejó pasar y de inmediato le indicó el camino a Ian para que llevara la maleta a la habitación que ocuparía Jessica. Era un departamento pequeño, con una pequeña sala y cocineta y al final de un pasillo un tanto largo, había dos habitaciones, una en cada extremo del pasillo, y un baño en medio de ellos. La habitación de Jessica tenía una pequeña cama y de ahí en fuera todo estaba vacío.

—La casa no está del todo amueblada, espero no te sea incómodo—dijo Edwina a Jessica.

—Para nada—dijo Jessica —. Será más que suficiente.

—Supongo que tendrán hambre—dijo Edwina —¿Qué les parece si vamos a comer por ahí y aprovechamos a pasear un poco por la ciudad?

—Lo siento, Edwina, pero no puedo quedarme; salgo de regreso a Auckland y el taxi me está esperando abajo para llevarme de vuelta al aeropuerto. Sólo vine a acompañar a Jess—explicó Ian—. Pero si ustedes quieren ir pueden aprovechar para platicar e ir conociéndose.

—Sí, ¿por qué no?—dijo Edwina, aunque parecía decirlo únicamente por amabilidad hacia Jessica.

Ian entonces se dirigió a la puerta principal del departamento para no hacer esperar más a su chofer aunque lo menos que quería hacer era irse. Se despidió entonces de las dos chicas que lo habían acompañado para despedirse de él.

—Avísame si necesitas algo, ¿está bien?—dijo Ian a Jessica.

Jessica asintió y le sonrió. Ian se inclinó para despedirse de ella, pero al intentarlo se trabó; ni él ni Jessica supieron cómo despedirse enfrente de Edwina. ¿Un abrazo, un beso, un apretón de manos? Ian torpemente terminó dándole un beso rápido en la mejilla. Edwina permaneció en silencio pero los observaba con una mirada pícara, sospechando que no había sido torpeza del todo sino nerviosismo. Ian se fue y ellas cerraron la puerta. Hubo un breve silencio entre las dos nuevas compañeras de departamento, quienes se dieron una sonrisa cordial.

—Bueno, dejaré que te instales y si ocupas algo estaré en mi cuarto, al final del pasillo.

Edwina entonces se encerró en su cuarto y se puso los audífonos para escuchar música. Había llegado el día en el que su privacidad se había esfumado por completo. Cuando conoció a Jessica en Rippon no le cayó nada mal, al contrario parecía ser un poco tímida pero bastante agradable. Más allá de eso no la conocía de nada, sin embargo no sabía si podrían llevarse bien a la larga, y mucho menos si podrían ser amigas.

Jessica estuvo una hora instalándose y tratando de acomodar todas sus cosas. Empezó a pensar que definitivamente tendría que conseguir una mesa de trabajo para su laptop y además porque estaba anticipando que para sus tareas de ilustración sería indispensable, además de una buena silla. Luego de un rato de estar tratando de organizar todo en el clóset, no se sintió cómoda sabiendo que Edwina estaba encerrada en su cuarto. Se sentía un poco mal de que Ian hubiera declinado la invitación a salir, así que dejando a medias todo, salió de su habitación, fue a la habitación de Edwina pero tan pronto salió de la habitación pudo ver desde el pasillo que su roomie se encontraba en la sala.

—¿Terminaste de instalarte tan rápido?—preguntó Edwina al verla salir de la habitación.

—No, todavía me faltan algunas cosas, pero pensé que podríamos ir a algún lugar que conozcas para ir a  cenar. Yo invito.

Edwina le dio una sonrisa un tanto forzada y adoptó una postura un poco menos relajada; parecía incómoda ante la propuesta de Jessica.

—Escucha—dijo Edwina en un tono un tanto defensivo—. Sé que quieres ser amable conmigo, y sé que seguramente mi familia te pidió que estuvieras atenta de todo lo que haga 24/7, pero en serio no tienes que hacer nada de eso porque cualquier esfuerzo será inútil. Así que no tienes que  . ¿Está bien?

—Disculpa, ¿de qué estamos hablando?—dijo Jessica totalmente confundida. Edwina había cambiado totalmente de actitud con ella y no sabía ni qué pensar.

Al ver la reacción de Jessica, Edwina no supo qué decir. Su compañera de casa se veía genuinamente confundida y parecía no tener ni la más remota idea de nada de lo que acababa de decirle. De inmediato, la cara se le enrojeció sabiendo que había cometido un error.




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