Volverás a mí

27

Como siempre les sucedía cuando estaban juntos, los días no duraban lo suficiente para Jessica e Ian y llegó el día en el que él regresaba a Auckland.

—Procuraré venir cada quince días a verte—dijo Ian mientras se despedía de Jessica en el aeropuerto —. Auckland no está demasiado lejos y creo que por ahora es más fácil que yo venga a que tú vayas para allá. Con todo lo que tienes de la escuela y con tus prácticas.

—Me va a encantar tenerte aquí, pero tampoco te presiones por venir a cada rato. No quiero terminar con tu economía en un semestre—dijo Jessica mientras le daba un beso de despedida.

Escucharon entonces que llamaban a los pasajeros a abordar el vuelo a Auckland, e Ian tomó rápidamente sus cosas dejando a Jessica esperando que pronto pudiera estar de regreso.

Edwina, que había llevado a Ian y a Jessica al aeropuerto le sugirió a Jessica que antes de regresar al departamento pasaran por alguna cafetería; había notado que en el camino de regreso Jessica parecía pensativa y creyó que sería buena idea que pasaran un tiempo fuera antes de regresar a casa a encerrarse y continuar con sus tareas.

—Nunca es suficiente tiempo, ¿verdad?—dijo Edwina tomando un sorbo de su café helado.

—No, nunca—dijo Jessica sonriendo —. Y sé que tendría que estar contenta porque sé que estando yo aquí, en Wellington, es mucho más fácil vernos a que si me hubiera quedado en México, pero aún así…

—Aún así, espero que hayan disfrutado el tiempo que pasaron juntos, y también espero no haber arruinado estos días para ustedes—dijo Edwina con un cierto tono de pena.

—¿Por qué lo dices?—preguntó Jessica confundida.

—Sé que de nuevo hice una imprudencia cuando te conté que Ian era bastante popular con las chicas en Wanaka—dijo Edwina visiblemente apenada —. Ojalá no haya hecho que creyeras algo malo de Ian o peor, haberte hecho sentir mal.

—Para nada, no me hiciste sentir mal ni se me pasó por la cabeza pensar que Ian no esté siendo serio conmigo—dijo Jessica poniendo una mano en el hombro de su amiga —. Al contrario, me hiciste darme cuenta de varias cosas que no se me habían ocurrido y que ahora empiezan a tener sentido y en las que me tengo que esforzar más.

—¿En serio? ¿Qué cosas?—preguntó Edwina extrañada: era la primera vez que hablar de más resultaba en algo bueno.

—Creo que entendí  de dónde viene la actitud distante de la mamá de Ian conmigo y ante la idea de que estamos juntos: llegué de la nada y no sabe prácticamente nada de mí, y de pronto Ian le anuncia que somos novios. ¿Quién le asegura que soy suficientemente buena para su hijo?—dijo Jessica sincerándose con su compañera de casa; ahora que Ian le había dicho que Edwina era la persona más confiable, no dudó en externarle sus inquietudes: necesitaba contarle a alguien

—No digas eso, Jess—dijo Edwina de inmediato y riendo un poco—. Está bien que Ian es un buen partido, pero tampoco es la joya de la corona. ¡No te hagas menos! Creo que Ian no te lo dijo, así que te lo diré yo: Elaine es así con todas las pretendientes que ha tenido su hijo, y creo que si tomó esa actitud distante contigo es porque se dio cuenta de que Ian y tú va más en serio que con otras chicas con las que él había salido, es todo. En todo caso—continuó—, es Ian quien debería esforzarse mucho más contigo. Tú ya viniste al otro lado del mundo por él, lo menos que debería hacer es dar la cara por ti ante su mamá.

—Ojalá tuvieras razón—dijo Jessica suspirando—. Aunque no sé si con eso me animas o me pones más presión para estar a la altura. Lo bueno es que con este trabajo en el Ministerio, al menos ahora podré llegar con la señora McIntyre a demostrarle que no vine nada más a perseguir a su hijo.

—Y en caso de que siga sin creerte, yo puedo atestiguar lo trabajadora que eres, además de estudiosa— dijo Edwina —. Pero con todo lo que ya has hecho, no debería tomarle mucho tiempo a Elaine darse cuenta de que su hijo está en buenas manos contigo—dijo Edwina, y parecía haberlo dicho sinceramente— . Ya quisiera yo tener todas esas buenas referencias.

—Las tienes: Ian tiene la mejor opinión de ti y, si sirve de algo, también la mía: veo cómo eres de aplicada en la universidad y cuando te conocí estabas trabajando en un viñedo. Además, aceptaste que viviera en tu casa sin conocerme de nada y eres una buena amiga. ¿Quieres contarme qué pasa de verdad?—dijo Jessica atreviéndose a preguntar pues veía que Edwina parecía inquieta.

Por un momento, su amiga no respondió, parecía estar considerando contarle a Jessica, como si dudara, pero al fin se decidió y empezó a acomodarse en su asiento para preparase a hablar.

—Cuando mis hermanos se fueron a estudiar la universidad, yo decidí ir al viñedo, en Rippon, a trabajar por el verano para distraerme y sobre todo para no tener que ir a trabajar a la clínica con mi papá—empezó por contar Edwina —. No tenía idea de que me iba a terminar gustando tanto. Tanto así que estoy estudiando agronegocios. Y aunque mis papás piensan que cuando me gradúe voy a dedicarme a vender ovejas, lo que yo quiero hacer es tener mi propio vino, como en Rippon.

—Bueno, y si ya estás aquí en Wellington, estudiando lo que te gusta para en el futuro hacer algo que se nota que te apasiona, ¿cuál es el problema?

—Este año pasado sólo estoy llevando 3 materias para poder tomar un diplomado de enología, ya sabes todo sobre el vino y cosas que me servirán para después—dijo Edwina —, pero no les dije nada a mis papás, así que cuando se dieron cuenta de que no llevaba la carga completa de materias, pensaron que yo andaba en malos pasos, que no estaba esforzándome en la escuela…bueno, pensaron lo peor de mi (como siempre). Y se molestaron conmigo, y yo con ellos…

—Ay, Edwina…—suspiró Jessica, notando que su amiga complicaba las cosas innecesariamente.

—Ya sé, ya sé—dijo Edwina sabiendo que estaba haciendo una tormenta en un vaso de agua.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.