El gran día había llegado. A Edwina le habían importado un comino las clases que tenía después de medio día: se había ido a casa temprano para ayudar a Jessica a arreglarse. Como su amiga tenía que irse mucho antes al Ministerio para terminar de afinar detalles con Daniel, Edwina quería asegurarse que tanto el maquillaje y el peinado de Jessica permanecieran intactos aún luego de todo lo que tenía que hacer y se siguiera viendo perfecta durante el resto de la noche. Y lo logró. Para no arriesgar que su obra se arruinara, ella misma llevó a Jessica a las oficinas del Ministerio y luego regresó a casa para empezar a prepararse también.
Mientras Jessica subía por el elevardor se sentía extraña: vestida de aquella manera, con vestido y tacones se percibía casi como una impostora y empezaba a creer que iba demasiado arreglada, pero Edwina le había insistido en que la ocasión lo ameritaba. Al fin llegó a la oficina de Desarrollo Organizacional; para su sorpresa Will no estaba en su lugar: era la primera vez que ella llegaba y él no estaba ahí, pero escuchó voces en la oficina de Daniel y de inmediato supo que tanto Will como Daniel estaban ahí ya, así que se dirigió hacia allá.
Al entrar descubrió que efectivamente Daniel y Will se encontraban ahí, revisando algunos papeles sobre la mesa, señalando algunos puntos sobre lo que parecía ser un diagrama de todo el montaje y el acomodo de mesas y los flujos que seguirían en cada sala de la exposición.
—Hola, ya estoy aquí— se anunció desde la puerta.
Will fue el primero en erguirse y voltear y en cuanto se encontró ante Jessica no pudo evitar sonreir: sabía que ella era linda, pero ahora se veía distinta, radiante incluso. Sin decir mucho más, le dio un codazo a Daniel, que seguía meditando en ciertos acomodos y ni siquiera había respondido al saludo de su practicante.
—Hola, Jess, qué bueno que ya estás aquí—dijo Daniel apenas girándose un poco para verla de reojo —. Estaba diciéndole a Will que tenemos que revisar…—se detuvo al sentir de nuevo que Will le había dado un codazo. Evidentemente el muchacho requería de su atención.
Al fin se irguió también y cuando vio a Jessica de pie en la puerta sonrió de oreja a oreja. Sabía que Jessica se prepararía para estar acorde a la ocasión, pero no se imaginó que verla sería algo totalmente distinto.
—¿En qué les puedo ayudar?—dijo Jessica al fin, terminando con aquel largo silencio que de pronto se había apoderado de la oficina.
—Bueno…—dijo Daniel tratando de retomar el trabajo sin poder borrar la sonrisa de su rostro —. Le decía a Will que en cuanto lleguemos al museo hay que asegurarnos que ya los medios de comunicación estén ahí y que al menos puedan empezar con las entrevistas con el equipo de curadores de Te Papa. En cuanto lleguen el resto de invitados internacionales, también tendremos que estar al pendiente de que pasen a las entrevistas en orden.
—Me decía Daniel que yo le ayudaré a Jeff y a este grupo de invitados a no perder la noción del tiempo y a recordarles en dónde deben estar y con quién y en qué momento—agregó Will —. Algunos de ellos deberán dar un par de entrevistas, así que hay que estar al pendiente del reloj. Tú le ayudarás a Daniel y también atenderás a un grupo de internacionales; casi todos son de México, sabrás entenderte con ellos a la perfección.
—Pues, si no hay preguntas, tenemos que irnos ya—concluyó Daniel —. De cualquier forma si surge alguna duda o algún imprevisto (lo cual no sería extraño), pueden venir conmigo o con Jeff a consultarnos.
—Yo tengo una pregunta, Dan—dijo Jessica—. No es una pregunta sobre la exposición, sólo quisiera saber si al final del evento podría hablar contigo.
—No sé a qué hora terminará todo hoy, Jess. ¿No prefieres que hablemos ahora?—sugirió Daniel —Tenemos todavía algo de tiempo para platicar tranquilamente.
—Preferiría que fuera al final de todo—dijo Jessica —. No quiero abrumarte con más cosas, además de que ya estamos sobre el tiempo.
—Está bien, sólo recuérdame al final del evento—dijo Daniel.
Jessica asintió y de inmediato los tres salieron de la oficina para dirigirse al museo. Aunque Jessica se había quedado tranquila sabiendo que al menos ya había apartado el tiempo para hablar con Daniel para anunciarle su renuncia, sabía que lo difícil aún no había pasado. ¿Cómo reaccionaría Daniel ante la noticia? Agradecía que toda esa tarde-noche estaría ocupada atendiendo a los invitados o de otro modo el sólo pensamiento de saber qué decir le estaría dando vueltas en la cabeza toda la noche y así, con todo lo que había que hacer, por lo menos estaría distraída del tema de abandonar sus prácticas en el Ministerio.
Cuando salieron de la oficina uno de los autos del ministerio ya los esperaba para llevarlos a Te Papa, al final de la avenida. Cuando llegaron frente al museo, se dieron cuenta de inmediato que todo era movimiento: la explanada pululaba de periodistas, algunos invitados que habían decidido llegar más temprano de lo que debían, y por supuesto, todo el equipo del museo quienes estarían al pendiente, junto con ellos, de que todo el evento se llevara a cabo correctamente.
Bajaron del auto y caminaron por la explanada del museo hasta llegar a la entrada con techo de cristal. Un gran lona ondeaba en lo alto de la entrada principal: un gran sol Azteca en colores turquesa que se difuminaba en un fondo negro detrás de un jarrón prehispánico y el nombre de la exposición, Aztecas – Conquista y Gloria. Jessica se habría quedado ahí otro rato más admirándolo todo pero no tuvo tiempo de asimilar que al fin el gran día había llegado y que todos sus esfuerzos al fin rendían fruto. No hubo tiempo para disfrutar de aquel momento de alivio y satisfacción porque apenas entraron al lobby del museo y se dirigieron al área de la exposición, se pusieron manos a la obra.
Al entrar todo parecía estar en orden, sin embargo tenían que confirmar que el transporte del ministerio ya se hubiera encargado de ir por los invitados internacionales para que llegaran a tiempo para las actividades previas y confirmar qué medios de comunicación estaban ahí ya, qué invitados empezaban a llegar y en qué momento tendrían que salir a recibir a quienes faltaban.