Cuando Edwina se levantó era muy tarde ya. No había visto a qué hora habían llegado la noche anterior, pero supuso que habían regresado por lo menos a la una de la mañana. Cuando salió de su habitación, Jessica ya estaba en la cocina terminando de limpiar y organizar; Edwina jamás había visto a alguien tan productivo luego de una ruptura amorosa, pero por una parte le daba gusto ver que Jessica no daba muestras de estar decaída.
—Siento como si hubiera estado en una de esas fiestas locas que hacen en la universidad—dijo Edwina al fin haciendo su presencia notoria—. Y no cualquier fiesta: fiesta universitaria de mala muerte. Estoy segura de que anoche no tomé de más como para tener este dolor de cabeza.
—No eres la única, yo tampoco tomé demasiado y siento la cabeza muy pesada—dijo Jessica dándole la razón.
—Pues no se te nota—dijo Edwina.
A pesar de que se había despertado con suficientes ánimos, Jessica no se sentía tan bien como parecía ante los ojos de Edwina. Ninguna de las dos lo mencionó pero ambas tenían los ojos un tanto inflamados y rojos, evidencia de que habían llorado durante la noche en la privacidad de sus habitaciones. La realidad era que las dos habían sido lastimadas de diferente manera por Ian y para no preocuparse mutuamente, no se dijeron ninguna de las hirientes palabras que el ex novio y el ex amigo les había dedicado como despedida a cada una de ellas. Ya era suficiente con lo que tenían.
Agradecidas porque todavía tenían esa tarde y el día siguiente, domingo, para recuperarse de todo aquel tumultuoso fin de semana, no se preocuparon por hacer ningún deber. Sin embargo, Jessica se había dedicado a estar en su habitación y a quitar de una sola vez todo lo que le recordara a Ian. Quitó fotografías, tomó los regalos y los amontonó sobre su mesa. Se preguntaba si era muy pronto para hacerlo, pero no se sentía bien teniendo todas esas cosas a la vista y en ese momento ni siquiera tenía deseos, mucho menos esperanzas, de que él regresara a buscarla para aclarar las cosas. Evidentemente ella tampoco tenía ni ánimos ni energías para ir a buscarlo. Ahora que tenía todo ahí, no supo qué hacer con todo ello. No se atrevió a tirarlo, pero tampoco quería verlo, así que lo guardó todo en una caja y la puso en el rincón más inaccesible del armario; después vería qué hacer con esas cosas.
Un poco más tarde se dedicaron a limpiar la casa y luego fueron de compras para la semana y hasta se quedaron a cenar en un restaurante.
—Sé que es demasiado pronto para preguntarte esto, pero ¿has pensado en lo que vas a hacer ahora?—preguntó Edwina, intentando hacerlo con el mayor tacto posible.
—Pues terminar mi periodo de prácticas en el Ministerio, seguir con mis clases en la universidad…En ese aspecto, la vida va a seguir igual que antes—respondió Jessica sin más.
—¿Qué tan conveniente es, ahora que pasó todo esto, que te quedes trabajando ahí por más tiempo?—dijo Edwina con cierta preocupación.
—No lo sé, pero si me salgo de ahí, todo, absolutamente todo lo que he hecho y lo que ha pasado, habrá sido para nada. Por lo menos quiero que me den mi carta de liberación de las prácticas, a ver si así al menos algo bueno sale de todo esto—dijo Jessica, pensando en que en el mejor de los casos, terminar bien ese semestre en el Ministerio le ahorraría un semestre de universidad —. Además—continuó —, creo que me ayudará tener algo productivo qué hacer y no dar lugar a estar de ociosa y dándole vueltas a todo este asunto. Lo que me preocupa un poco es que Daniel mencionó que nos tomaríamos unos días libres luego de que terminara todo lo de la exposición, así que en tendré que encontrarme alguna cosa qué hacer porque presiento que si no lo hago me voy a volver loca.
—Creo que no te tienes que preocupar en encontrar una distracción—dijo Edwina emocionada al escuchar que su amiga estaría libre por unos días—. No te lo había dicho, porque en estas semanas no hemos tenido oportunidad de platicar demasiado, con todas tus tareas por la exposición, pero tengo un proyecto que…
Edwina se detuvo al escuchar que sonaba el teléfono de su amiga. Disculpándose, Jessica buscó el teléfono en su bolsa mientras el corazón se le detenía por un segundo y una sensación de vértigo le inundó el cuerpo. Temía que fuera Ian, pero al ver la pantalla sintió una extraña mezcla de alivio y decepción.
—Es Daniel—informó Jessica a Edwina —. Ojalá no haya pasado nada malo en el museo. Voy a contestar. ¿Hola?
—Hola, Jess. Habla Daniel—dijo él al otro lado —. Discúlpame por llamarte a tu teléfono personal, espero no estar molestándote.
—Hola, Dan—dijo Jessica —. No, para nada, no es molestia. ¿Pasó algo en el museo?—preguntó con algo de pesar, imaginándose que ese era el propósito de la llamada.
—No, todo bien. No te preocupes por eso. De hecho, no te estoy hablando por nada relacionado al trabajo. Es sólo que me quedé preocupado luego del incidente del viernes y quería asegurarme de que estuvieras bien.
—Sí, ya estoy mucho mejor, gracias por preguntar—dijo sorprendida Jessica sin saber qué más decir.
—Me da gusto saberlo—comentó Daniel, y aunque Jessica no lo podía ver, se notaba que lo decía con una sonrisa —. Bueno, también te llamaba porque…—
Jessica sospechó que le pediría algo del trabajo y se estaba preparando para escucharlo.
—Quisiera invitarte, a ti y a Will, a comer mañana, en Dockside. Sé que es lo menos que puedo hacer por ustedes para agradecerles todo su esfuerzo en estos meses y sobre todo por el trabajo de ayer. No es nada obligatorio; sé que es fin de semana y que tal vez ya tengas planes, pero me daría gusto si nos pudieras acompañar.
—Ah—dijo Jessica sorprendida, no se esperaba esa invitación —. Claro, muchas gracias. No, nunca he ido a ese restaurante, pero sé dónde queda… Perfecto, entonces, nos vemos mañana.