Daniel no se lo había dicho a Jessica para no alarmarla, pero el mensaje de Jeffrey tenía todo el tono de un asunto urgente. Además, su jefe le había indicado que quería hablar únicamente con él. A solas.
El lunes a primera hora Daniel ya estaba dirigiéndose a la sala de juntas de Te Papa. Al entrar a la oficina notó a Jeffrey serio como pocas veces lo había visto y sabía que era de verdad debía tratarse de algo urgente, e incluso grave.
—¿Va todo bien con la exposición?—dijo Daniel un poco preocupado al llegar.
—Si. Todo va de maravilla. El fin de semana de apertura fue muy bueno—dijo Jeffrey, aunque su tono denotaba lo opuesto —. Estaré revisando los números exactos más tarde con la gente del museo.
—No entiendo, entonces ¿qué sucede?—dijo confundido Daniel.
—¿Está Jessica en la oficina?—preguntó de inmediato Jeffrey.
—Aún no. De hecho Will y ella llegarán un poco más tarde hoy, pero ¿quieres que la llame?
—No, está bien. Como te dije, quería hablar solamente contigo. De hecho, ella es precisamente el tema.
—¿Ah si?—dijo extrañado Daniel —¿Y de qué quieres hablar? Espero que su ausencia al final de la noche el viernes no haya provocado algún contratiempo. Sin embargo, ella no estaba en condiciones de seguir en la presentación y no iba a obligarla a quedarse hasta el final de la velada trabajando así.
—Por su puesto que no. Además, hizo su trabajo de maravilla, y no sólo ayer—dijo Jeffrey —. A la gente del Museo de Antropología de Méico les encantó queuna compatriota estuviera involucrada en el proyecto. Les dio mucha confianza y más cuando se dieron cuenta de lo dedicada que estuvo a todo el proyecto.
—Lo sé, sabe hacer las cosas, aprende muy rápido y bien—dijo Daniel sin poder evitar sonreir al pensar en Jessica —. Y creo que fue gracias a ella que todo salió mejor de lo esperado.
—Si, no has dejado de mencionarlo cada vez que tienes oportunidad—dijo Jeffrey —. A todos ayer les quedó claro que tu practicante ha sido tu pilar para sacar este proyecto adelante. Y si debo decírtelo, me preocupa toda la confianza que le has dado a Jessica y más todos los elogios con los que la presentas.
—¿Por qué: porque es solo una estudiante haciendo sus prácticas? ¿Por eso no merece que se reconozcan sus méritos en medio de toda la gente importante?—dijo Daniel a la defensiva —. Sabes que nunca me ha gustado la idea de tener un practicante. Suelo ser suelo ser exigente con toda la gente con la que trabajo. Incluso a Will le costó adaptarse cuando llegó a mi equipo, pero con Jessica desde el primer minuto ha sido diferente. Hasta ahora no había tenido a nadie que me entendiera tan bien como ella. Me gusta la gente con talento, Jeff, y la gente que ama lo que hace. Y Jessica lo ha demostrado durante este corto tiempo. No espero que lo entiendas, pero yo a Jess…
—¡El que no quiere entender eres tú!— exclamó molesto Jeffrey —. ¿Crees que no me he dado cuenta? ¿Crees que la gente no se ha dado cuenta? Escuché comentarios toda la noche sobre cómo el gerente de proyectos de esta exposición se ha vuelto muy cercano a su practicante. Todos notaron una cercanía muy inusual entre ustedes. Y encima de eso, tus palabras hacia Jessica frente a todo el mundo, hicieron innegable la situación. Por no mencionar lo que yo observé: tus múltiples demostraciones públicas de afecto para con ella, tomándole la mano, abrazándola en cada oportunidad. Todos los ministros estaban presentes, nuestros patrocinadores… ¿Ya te quedó claro lo grave que pudo haberse vuelto esto?—concluyó exasperado Jeffey.
Lo que su jefe le acababa de revelar había sido una sorpresa total para Daniel; jamás se habría imaginado que aquella conversación se tratara de eso. En todo ese tiempo, él había estado tan embelesado con Jessica y todo lo que hacía que había olvidado el mundo a su alrededor, ni siquiera consideró que su trato hacia Jessica pudiera estar en escrutinio.
—Lo siento—dijo Daniel al fin —, no pensé en el impacto que esto podría tener.
—Precisamente, no mediste las consecuencias. Y eso es algo muy inusual en ti y es algo que me inquieta mucho—dijo Jeffrey —. Agradece que al menos todos esos comentarios no fueran sacados de contexto ni me los han dicho con alguna doble intención. Por el contrario, todos lo han tomado por el lado de que Jessica y tú han congeniado tan bien que se ha reflejado en este proyecto. Todos mencionan que son la mancuerna perfecta. Si debes saberlo, creo que si lo han tomado de esa forma y no lo han malinterpretado es porque Jessica se ha comportado de manera profesional, cosa que no puedo decir de ti. Entenderás que después de todo el espectáculo que diste en la inauguración no puedo arriesgar el prestigio ni la seriedad de nuestro departamento, mucho menos del Ministerio, y tampoco esperaré a que esos comentarios den pie a malos entendidos.
—No volverá a pasar, Jeff— dijo Daniel —. Seré mucho más prudente en lo que se refiere a mi trato con Jessica, tienes mi palabra.
—Perdóname, Daniel, pero no puedo confiar en la palabra de un hombre enamorado— dijo Jeffrey.
“¿Enamorado?” pensó Daniel. Jeffrey lo había sacado totalmente de base. Si, sabía que había algo en ella que le gustaba y mucho, pero hasta ese momento no se había confrontado con la idea de estar enamorado. Empezó a pensar que nunca había mirado a nadie como la miraba a ella, y lo que le hacía sentir cuando ella lo miraba a él tampoco lo había percibido con nadie más. Sabía que era muy poco el tiempo de conocerla, pero en ese corto periodo, ella había logrado asombrarlo en todas las maneras posibles. Más allá de su belleza era su forma de ser con él, y que él no sentía que tenía que dejar de ser tan disperso, exigente, acelerado y todas esas cualidades que otros consideraban difíciles en él. Los días que ella no estaba eran una completa tortura y en la noche en Te Papa, cuando la vio tan frágil y triste, hubiera dado lo que fuera por devolverle la alegría. Ese día que la dejó en casa con Edwina se le partió el corazón al saber que no podría estar al pendiente de ella.