Volverás a mí

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Al llegar a casa Jessica recordó que debió haber pasado con Monique para agradecerle de nuevo toda la ayuda que le habái dado durante el día. Había salido con tanta prisa, prácticamente huyendo y evitando encontrarse con Eddie al salir, que olvidó pasar por el lugar de Monique para agradecerle nuevamente toda su ayuda esa mañana.

Decidió que al llegar a casa le enviaría un correo para agradecerle e invitarla a comer el lunes. Era lo menos que podía hacer luego de haberse tomado tanta molestia. Edwina ya estaba en casa también, haciando tareas en su habitación.

Jessica había ido a su propia alcoba a abrir su computadora y enviarle el correo desde su cuenta de correo oficial del Ministerio. Cuando salió de la oficina no había dejado ningún correo pendiente por leer ni contestar, y aunque no era raro que recibiera correos por la tarde-noche, cuando ella ya no estaba disponible, le llamó la atención el correo más reciente. Era de Eddie Mears. Lo abrió sin saber lo que le esperaba.

Entre más leía, más era su enojo e indignación.

—¡Méndigo Eddie Mears!—gritó Jessica al terminar de leer, sin poder contener más su molestia.

—¿Qué pasó?—dijo Edwina corriendo hasta el cuarto de Jessica al oírla gritando.

—¿Recuerdas que te conté que mi jefe me odia?—dijo Jessica, Edwina asintió —Ahora resulta que no hice lo que me pidió, que soy una insolente y que todo lo que hice está mal.

—¡¿Qué?!—exclamó Edwina — Desgraciado…—agregó entredientes.

—Lo peor es que copió prácticamente a todos los directivos, y quién sabe qué estarán pensando de mi en este momento—dijo Jessica visiblemente preocupada —. Con razón me dijo que “el lunes hablaríamos”.

—¿Y Daniel? ¿No puedes hablar con él?—sugirió Edwina.

—Podría, sí, pero no tengo ni idea de dónde está. En todo caso con quien debería hablar primero es con Jeff, pero también está fuera del país—dijo Jessica —. Definitivamente tendré que esperar hasta el lunes. Ay…—suspiró —, aunque no me sorprendería si el lunes me recibieran con mi carta de despedida, la verdad. Y ahora que lo pienso, que me despidieran podría ser una buena señal para mi.

—¿Por qué lo dices?—preguntó Edwina notando que Jessica parecía tranquila al hablar de su despido, e incluso le parecía que lo deseaba.

—He estado pensando las cosas y creo que no me quedaré otro semestre aquí, como había pensado—dijo Jessica —. En cuanto pueda me inscribiré para el siguiente semestre, pero en México. Iré a terminar las materias que me faltan allá.

—¡¿Pero por qué te quieres ir?!—dijo Edwina, casi como un reclamo.—No estarás pensando en eso nada más por lo que tu jefe acaba de hacer, ¿o sí?

—Más bien lo estoy haciendo por lo que pasó con Ian—aclaró Jessica —. Yo vine por él y si había decidido quedarme un año era precisamente para estar juntos. Ahora que se terminó todo ¿qué caso tiene que me quede por más tiempo? Encima, mis prácticas también se acaban en diciembre, así que para el siguiente semestre sólo estaré llevando 2 materias y el resto del tiempo ¿qué haré?

—Podrías ayudarme con mis proyectos—sugirió Edwina.

—Me encantaría poder hacerlo, Edwina, pero la realidad es que lo más conveniente será regresar. Desde el principio ni mi familia ni mis maestros le viron mucho caso a quedarme un año, y si regreso para enero y me revalidan las prácticas podría terminar un semestre antes. Por lo menos algo “bueno” saldría de todo esto.

—Lo entiendo, Jess, es sólo que…—Edwina no completó la frase pero Jessica notó cómo los ojos de su amiga parecían estar llenándose de lágrimas.

—Ay, Edwina, yo quisiera quedarme y ten por seguro que voy a extrañarte demasiado cuando esté de regreso en México—dijo Jessica abrazando a su amiga —, pero todavía tenemos tiempo, no me estoy yendo en este precismo momento.

—Yo sabía que tendrías que regresar en algún momento, aunque de verdad pensé que faltaba mucho para eso—dijo Edwina secándose las lágrimas —. Supongo que fue bueno que me lo dijeras. Por lo menos así tengo un mes más o menos para ir haciéndome a la idea.

 

*

El temido lunes al fin llegó. Jessica a penas y pudo concentrarse durante las clases en la universidad. Ese día terminaba sus clases a las 10 AM, así que sin pensarlo, se dirigió a las oficinas del Ministerio sin importarle que faltaran 2 horas para su hora de entrada oficial. Sabía que si se quedaba en el campus no haría nada más que darle vueltas al asunto. Sabía que en el Ministerio tampoco habría mucho qué hacer, pero al menos sabía que Jeffrey ya estaría de regreso y podría hablar con él directamente para explicarle la situación. Will, sin duda, le ayudaría a corroborar que Mears estaba loco y si tenía suerte, Monique también abogaría a su favor.

El trayecto en el autobús se le hizo eterno, pero al fin se encontró a las puertas del Ministerio, sin saber qué era lo que le esperaba ni lo que tendría que enfrentar una vez que llegara a su lugar de trabajo. No tuvo que esperar demasiado: apenas la vieron llegar y salir del elevador, todos en las oficinas parecían estar al tanto del escándalo y miraban a Jessica mientras murmuraban no muy discretamente. “Ya todo el mundo sabe sobre el correo” dijo Jessica, dándose cuenta de que ella era el tema de conversación en la oficina.

Fue Monique quien corrió a recibirla apenas la vio atravesando el pasillo.

—¡Qué bueno que estás aquí, Jess!—dijo Monique mientras la guiaba a su propio lugar y la apartaba de las miradas curiosas.

—¿Ahora qué pasó?—preguntó Jessica abatida, sospechando que todo se había salido de control y era ya mucho peor de lo que había pensado.

—Daniel está aquí—dijo Monique sin ningún preámbulo.

—¿Qué?— dijo sorprendida Jessica. De todas las noticias que esperaba, esa definitivamente era la última que esperaba escuchar.

—¡Pensé que lo sabías!—exclamó extrañada Monique—Ha estado desde temprano encerrado en la oficina con Jeffrey Cole y los demás gerentes. Sólo los vieron cambiar de sala de conferencias hace menos de una hora; Eddie Mears está ahí también y desde entonces no han salido.




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