Volverás a mí

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Aunque había acordado con Ian que no se preocuparía de nada hasta el día siguiente y que aprovecharía el resto de esa tarde para descansar, Jessica no pudo evitar continuar pensando en todo ese asunto de las prácticas. Sin poder mantenerse sin hacer algo al respecto, tomó el teléfono y empezó a marcar el número del Ministerio. A esa hora, en Wellington, todavía habría alguien en la oficina.

Departamento de Desempeño Organizacional—se escuchó al otro lado de la línea. Indudablemente era Will.

—Hola, Will. Habla Jessica Albarran—dijo ella de inmediato y sintiéndose aliviada; por alguna razón, temía que fuera Daniel quien contestara la llamada.

—¡Jess!—dijo Will, aunque en su voz había sorpresa, parecía más asustado que alegre —Qué sorpresa recibir una llamada tuya.

—¿Es un mal momento?—preguntó Jessica, temiendo ser inoportuna.

—¡No, no! Está bien—aseguró Will con algo de nerviosismo—. Es sólo que esta mañana estuvimos recordándote precisamente. Parece que te invocamos.

—¿De verdad?—dijo Jessica asombrada por la casualidad y sobre todo de darse cuenta de que aun la tuvieran en mente —Espero el tema no haya sido porque dejé todo mal organizado o porque están batallando para encontrar la información.

—Al contrario, dejaste todo tan bien organizado que no hemos batallado en cuanto a eso. Creo que por eso a Daniel no le ha preocupado encontrar un nuevo practicante, aunque siento que si fuera por él ya no traería a nadie más. Si no eres tú, creo que no querrá a nadie ayudándole.

—Pues tendrá que hacerlo: con todos los proyectos y tareas que se les están por venir encima, necesitarán mucha ayuda.

—Ojalá lo haga o no sé cómo vamos a sacar todos ese trabajo—dijo Will con voz mortificada.

—Hablando de Daniel, precisamente llamaba porque necesito hablar con él; es algo importante y urgente—confesó Jessica.

—Y yo te comunicaría con él de inmediato, es sólo que no está aquí…quiero decir, no está en Wellington; está en…

—Sydney—dijo Jessica al mismo tiempo que Will, recordando la agenda de Daniel —. Está preparando todo para el traslado de la exposición a Australia, ¿no?

—Si, tienes buena memoria—dijo Will —. Con todo lo que hay que hacer en los museos de Melbourne y Sydney, no creo que regrese hasta dentro de dos semanas, por lo menos.

Jessica soltó un suspiro de pesar.

—¿Te puedo ayudar con algo?—preguntó Will, aunque de sobra sabía lo que Jessica necesitaba; ya Edwina se había hecho cargo de resolverlo esa mañana.

—A decir verdad, si, Will. Verás, en la universidad no están aceptando mis prácticas como válidas…—empezó a explicar Jessica, mientras Will le seguía la corriente fingiendo no saber nada de nada. Afirmaba de vez en cuando y hacía alguna pregunta para disimular, recordando la indicación que le había dado Edwina: Jessica no debía saber que ella había ido antes a pedir las cartas de recomendación, mucho menos que el paquete ya iba de camino a México.

Will no tenía ni idea de por qué tanto misterio ni de qué se trataba todo aquello, pero igual hizo lo que Edwina le había pedido.

—Veré lo que puedo hacer—dijo Will cuando Jessica terminó de contarle todo su predicamento.

—Te lo agradezco, Will—dijo Jessica —. Espero estar más en contacto para saludarlos y no sólo para pedir favores.

—No te preocupes, Jess—dijo Will —. Luego de todo lo que tú nos ayudaste aquí, es lo menos que podríamos hacer para devolver el favor.

—Gracias otra vez. Te dejo ya; es tarde y seguramente querrás irte ya a casa. Hablamos pronto, ¿si?

—Hablamos pronto, Jess—se despidió Will y colgó.

Jessica suspiró aliviada. Probablemente al día siguiente Will le daría el recado a Jeffrey y a Daniel, y con suerte, para el final de la semana estarían enviándole el paquete. Si todo iba bien, tendría las cartas de recomendación con ella justo a tiempo para entregar su apelación al comité académico. Volvería a llamar en un par de días, sólo para cerciorarse de que sus antiguos jefes hubieran tomado en cuenta su solicitud.

Aunque realmente esa noche no había resuelto nada, por lo menos se iría un poco más tranquila a dormir sabiendo que había hecho algo para resolver su dilema escolar.

*

Al día siguiente en la universidad, las amigas de Jessica la esperaban ansiosas en la cafetería antes de entrar a clases para saber qué era lo que el decano había hablado con ella. Cuando Jessica las puso al tanto de la situación, todas las chicas se mostraron preocupadas.

—Entonces, ¿qué vas a hacer?—preguntó Victoria.

—Solicitar que el consejo académico reconsidere—dijo Jessica —. Hacer lo que me dijo el decano y rezar por que cambien de opinión.

—Si necesitas ayuda con algo, dinnos por favor, ¿si?—dijo Ana y secundada por las demás chicas.

—Claro que lo haré—dijo Jessica mientras tomaba las manos de sus amigas —. Necesitaré su opinión y observaciones para el portafolio, una vez que lo tenga listo. No confío en la opinión de nadie más que ustedes.

Las chicas se despidieron y fueron cada una a sus clases. Como siempre, Melissa y Jessica compartían clase y Victoria, Ana y Elena, que estaban en un grupo diferente para esa materia. Al terminar la clase, Melissa decidió acompañar a Jessica hasta la parada del autobús mientras continuaban conversando.

—Sé que no tiene mucho que ver, pero ¿qué harás con Ian?—preguntó Melissa caminaban—. Supongo que no estará aquí demasiado tiempo y ahora con todo lo que tienes que hacer no habrá mucha oportunidad de que hablen ni aclaren las cosas.

—Ay, sobre eso…—dijo Jessica dando un respiro profundo, casi con pesar —. Ayer, luego de que el decano me dio la noticia, me encontré con él aquí en el campus. Le terminé contando todo lo que estaba sucediendo, aunque no sé qué tan buena idea fue haberlo hecho.

—¿Cómo lo tomó? Porque, digo, al final fue por él que adelantaste las prácticas allá.




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