Volverás a mí

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En los días que siguieron la rutina se repitió: Jessica iba por las mañanas a la universidad a tomar sus dos clases y al terminar se dirigía a Ítaca, donde Ian la esperaba, comían juntos y luego se dirigían a casa a continuar trabajando: Jessica en su portafolio e Ian en su curriculum y a enviar aplicaciones a varias empresas en Auckland. En las horas que pasaban juntos trabajando, de vez en cuando buscaban la ayuda el uno del otro: Jessica le pedía opiniones a Ian con respecto a su portafolio e Ian le pedía ayuda al momento de redactar alguna solicitud.

Jessica había continuado avanzando con su portafolio, sin embargo esperaba con impaciencia novedades por parte de Will. No quería contactarlo nuevamente porque no quería verse demasiado insistente tan pronto, además de estar totalmente consciente que seguramente Will tendría mil cosas que hacer, pero ella no tenía demasiado tiempo. Para su alivio, un par de días después de haberle llamado recibió un correo breve de Will. “No te preocupes por lo que me pediste, ya lo estoy resolviendo” era lo único que decía y aunque Jessica no supo a qué se refería exactamente su amigo, tendría que contiuar siendo paciente y, en caso de que para el lunes siguiente no tuviera más novedades, urgiría a Will y tendría que presionarlo o incluso llamar directamente a Jeffrey y Daniel para resolver su problema o de otro modo la carta de apelación y el portafolio no servirían de nada sin las cartas de recomendación.

Durante el fin de semana, Jessica les pidió a sus amigas que le ayudaran a revisar su portafolio: una cosa era que Ian dijera que le agradaba el acomodo de todos sus proyectos, que la redacción era entendible, pero otra muy diferente era la opinión de personas que estudiaban diseño y que le podían hacer otro tipo de observaciones porque sabían lo que los maestros siempre buscaban en ese tipo de proyectos. Tan pronto como pudo, Jessica hizo las correcciones y para el domingo en la noche su portafolio y la carta de apelación estaban prácticamente listos. Ian le había ayudado a modificar un poco la carta para que fuera firme, pero no impositiva, y que se entendiera perfectamente intención y deseo de Jessica de no repetir las prácticas, aunque con la total disposición de escuchar el veredicto final del consejo.

—Entonces, realmente ya tienes todo terminado, Jess—dijo Ian mientras comían ambos en el restaurante de la familia —. Ahora lo único será esperar esas cartas de recomendación del Ministerio.

—Si, aunque esa será la parte más difícil: esperar—dijo Jessica terminando de darle un bocado a su ensalada —. Igual hoy aprovecharé a hacer unos últimos cambios. Le mostré mi portafolio a una de mis profesoras, que ha sido asesora de proyectos finales, y me hizo algunas observaciones. En general me dijo que estaba todo bastante bien y se sorprendió de que terminara tan pronto el portafolio.

—Te dije que lo podrías lograr—dijo Ian.

—Si, porque de nuevo tuve ayuda—dijo Jessica reconociendo los esfuerzos de él y de sus amigas por ayudarle —. Y ayudó que no he tenido demasiadas tareas y que sólo estoy llevando dos materias, así que tuve mucho más tiempo para dedicarle a todo esto.

—¿Y has hablado con tu amigo del Ministerio? ¿Por lo menos para saber si podrá ayudarte?—preguntó nervioso Ian.

—Si, lo hice y me respondió hace unos cuantos días. Me dijo que ya estaba trabajando en eso, aunque no tengo ni idea de qué pueda significar. Si para mañana no tengo más noticias de él, le volveré a llamar.

—Está bien. Mientras, puedes terminar con calma los cambios que te dijo tu maestra y a preparar todo para entregarlo a tu decano. Así, cuando tengas las cartas, sólo tendrás que anexarlas a todo lo demás.

—Si, creo que será a lo que me dedicaré esta tarde. Y es una lástima…—dijo Jessica.

—¿Por qué lo dices?—dijo Ian con curiosidad.

—Porque quiere decir que a partir de mañana ya no pasaremos tanto tiempo juntos—dijo Jessica casi lamentándolo.

Ian no dijo nada, pero sonrió brevemente, sintiéndose halagado e intentando disimularlo.

—Será mejor que vayamos a tu casa para que termines tu proyecto—dijo Ian mientras hacía una seña indicando que Jessica y él estaban por retirarse.

Llegaron caminando hasta el fraccionamiento, igual que habían hecho los días anteriores y saludando al portero, cruzaron la reja y se dirigieron hacia el jardín en medio del fraccionamiento para cruzarlo y llegar al fin a casa de los Albarrán.

—¡Señorita Albarrán!—escucharon decir. Jessica e Ian se detuvieron: era el portero que venía caminando rápidamente hacia ellos para alcanzarlos—. Llegó esto para usted esta mañana, pero como no hay nadie en su casa, preferí guardarlo hasta que usted llegara. No parecia era algo que pudiera dejarse en la puerta así nada más—dijo el hombre mientras le entregaba un sobre rígido y grande.

Jessica le agradeció al portero y ella e Ian remprendieron la caminata hasta la casa. Mientras avanzaban, examinó el sobre que llevaba en las manos y todos los sellos y marcas que había sobre él; el más evidente era una etiqueta enorme con la palabre “URGENTE” impresa, además de otra etiqueta visible en la que se leía “Frágil No doblar”. Ian, que caminaba junto a Jessica, había visto rápidamente el sobre y empezaba a preguntarse si ese sería el paquete que Edwina le había dicho que ya habían enviado desde el Ministerio.

Sin poder aguantar la curiosidad, Jessica se apresuró hasta llegar a una de las bancas del parque y se sentó para empezar a abrir el sobre. Ian se sentó junto a ella y se limitó a observar. El sobre no tenía un remitente, sin embargo, la dirección desde la que se había enviado era una que Jessica conocía perfectamente: Public Trust Building 131, Wellington, Nueva Zelanda. ¿Era eso posible? Apenas había hablado con Will al principio de la semana para pedirle ayuda y ahora el sobre ya estaba ahí en sus manos. “Eres un ángel, Will” agradeció Jessica mentalmente a su amigo.




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