Volveré, pero tal vez en otra vida

03

Si te llama, dile que me fui al noreste a componer,
solo empaqué un par de plumas y papel…

Después de la escuela, fuiste a mi casa todos los días. Hablábamos un poco más, nuestros mejores amigos se habían vuelto inseparables y a nosotros nos habían dejado a un lado. Compartíamos el almuerzo, la abuela me ponía una porción extra de chilaquiles para ti. No voy a negar que llegue a sentir celos porque ella se hizo tu amiga antes que yo.

Íbamos poco a poco, rompimos el hielo en el primer ensayo. Tú lo hacías de maravilla y con seguridad, a mí me costaba un poco más. Me daba pena, me ponías muy nerviosa, no conseguía mirarte a los ojos por tanto tiempo. Josejan y la abuela decían que debíamos pasar más tiempo juntos, que eso nos haría entrar en más confianza. Puede que esa sea la razón por la que ambos siempre intentaban dejarnos solos. Incluso Jeremy intercambio su lugar conmigo para que pudiéramos sentarnos juntos.

Lo que más me gustaba era pasarnos notas o jugar al gato, siempre me ganabas.

A mitad de mi penúltima clase, la señorita Ávalos decidió que cada quien pasaría al frente y en tres minutos tenías que explicar el tema visto. Era una tortura.

Mi pie derecho no tenía control, no conseguía dejar de moverlo. No importaba cuantas veces abriera los dedos de las manos, se me cerraban por sí solos. Sentía revuelto el estómago, el corazón me latía muy fuerte, lo peor era la sensación de no poder respirar. Tenía la garganta cerrada, si pasaba al frente, nada saldría de mi boca. Todos se me quedarían viendo y para rematar, me soltaría a llorar.

Conforme mis compañeros pasaban y se acercaba mi turno, era menos el oxígeno que entraba a mis pulmones. En el momento que Josejan se levantó para exponer, no me importo lo que dijera la maestra, si me quitaba la asistencia o me bajaba puntos, salí del salón sin mirar a nadie.

Los baños estaban cerrados, era la hora en que los limpiaban. Recorrí los pasillos en búsqueda de un escondite, me terminé metiendo en el que solía ser el salón de música. El año pasado cerraron el club porque en la escuela nadie tiene interés por tocar instrumentos.

Apoye la espalda en la puerta. Cerré los ojos respirando lo más hondo que mis pulmones me permitieron. Era la segunda vez en el semestre que me pasaba, la primera fue cuando me pasaron al frente y el maestro no me dejaba sentarme a pesar de las tres veces que le dije que no sabía la respuesta.

Las lágrimas me quemaban, odiaba mucho sentirme así. Otras veces pasaba al frente a exponer un tema y conseguía que mi voz no sanara tan nerviosa, otras veces quería desaparecer y salir corriendo.

─¿Estás bien?

Dios santo.

Del susto casi me explotaba el corazón, todo me empezó a temblar. Entre la poca luz que entraba por una de las cortinas, vi que eras tú. Eso me tranquilizó, te ahorraste tremendo golpe que casi te daba.

─Perdón, no quise asustarte.

Me tomé un segundo para retomar mi respiración. Entre el susto y mi ataque, casi me daba algo de verdad.

─No sabía que estabas aquí.

─Suelo venir cuando me siento muy abrumado o si necesito un descanso de todo. Es como mi escondite secreto, nadie recuerda mucho este lugar.

─¿Vienes seguido?

─Como dos o cuatro veces a la semana. Desde que empezó la clase no tenía muchas ganas de entrar. Además, el señor Martí no pasa lista, no le importa quién entra o si prestas atención.

Agache la cabeza a mis manos, los dedos ya me respondían. La respiración se me estaba regulando. Me sentía a salvo. La oscuridad y tu presencia me hacían sentir mejor.

─¿Te sientes bien? ¿Paso algo? ─preguntaste de forma amable.

─Estoy bien, es solo que… en clase teníamos que pasar al frente y…

Me apenaba decirlo. No debía porque, no es como si te burlaras de mí. Quizás porque no quería que me vieras como una persona débil o te metiera la inseguridad de que echaría a perder nuestra escena y que por mi culpa reprobaras.

─Lo entiendo. No debería avergonzarte, que intentes superarlo te hace valiente y solo tú sabes cómo es pasar por algo así. Aquí estoy contigo para ayudarte, si así lo deseas.

─Gracias, Tate. Lo aprecio mucho, de verdad.

En ese pequeño punto, no importaba que tan oscuro estuvieran las habitaciones o el mundo, era capaz de ver tu sonrisa. Iluminabas todo con solo respirar.

Me estremecí en el momento que tomaste mi mano para llevarme a tu lugar favorito. Me hiciste un espacio en el viejo sofá donde el profesor de canto se aplastaba y gritoneaba a sus estudiantes si alguien se escuchaba desafinado.

─Cuéntame cualquier cosa.

En esa parte de la habitación se sentía más la oscuridad, mi ansiedad se hizo presente. Me daba miedo la oscuridad, de pequeña dormía con una luz de noche, no tenía mucho que había dado el paso de dormir con las luces apagadas, pero estar a oscuras en habitaciones desconocidas, me resultaba aterrador. 

Hubo un momento donde confundí la silueta de una persona con la sombra de una guitarra.

─¿Sobre qué tema te gustaría? ─Estaba temblando, de nuevo el corazón me latía con fuerza.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.