Volveré, pero tal vez en otra vida

11

Y cambia la estación…

 

Los veía en todas partes. Cada que me asomaba por la ventana, ahí estaban.

O puede que no fuera así, Gabe no rompería su promesa. En todo caso, a quien debía de estar vigilando era a Michael, él le debía ese dinero. Dios, estaba muy paranoica, todo fue cuando me enteré de que mis papás seguían en la ciudad. Tenía sentido, los habíamos echado de la casa, no de la ciudad. Nos encontramos con papá en el supermercado, desde entonces, me sentía en peligro, veía a los guaruras de Gabe en todas partes.

Mamá me buscaba e intentaba comunicarse conmigo varias veces, no le di la oportunidad. El tiempo para hablar se perdió hace años, estaba cansada de ese asunto. No quería saber nada de ellos. En mi vida ya no tenían un espacio.

Después de dicha charla con tu papá, te volviste un poco rebelde con él. Tenías cuatro días viviendo con nosotras. Despertábamos juntos, preparábamos el desayuno, te acompañaba a tu trabajo, te esperaba en casa y por la noche, veíamos con la abuela la última telenovela del día.

Fuiste mi distracción, no hable en ningún momento con la abuela sobre aquel asunto que por poco rompió una amistad. Las cosas con Jos estaban tensas, no hablamos ni nos veíamos, solo de vez en cuando nos enviábamos videos que nos recordaban el uno al otro. Lo mejor fue dejarlo así por unos días, no sería la primera vez ni la última, que nos peleamos por un chisme, ya llegaría un chisme mucho mejor que nos reconciliará.

La abuela se encontraba en su habitación, yo veía televisión en la sala cuando llegaste. Tus nudillos estaban blancos, tu cabello estaba desordenado y te sangraba el labio. Lanzabas fuego de lo furioso que estabas, se notaba en todo tu cuerpo, sobre todo en tus ojos.

─¡Paso los límites! ¡Esto supera todo! ¡Lo odio con todas mis fuerzas! Tengo ganas de regresar y arrancarle la cabeza.

─Tate, ¿qué paso?

Caminabas de un lado para el otro, pasabas tus manos por el cabello. Respirabas profundo como método para tranquilizarte. Te di tu espacio, esperé hasta que te tranquilizaras y pudieras hablar. Nunca te había visto así. Me asusté un poco, estuve alerta de que no hicieras algo estúpido como ir con tu padre a continuar la pelea. 

Te sentaste en el sillón dejando descansar tus manos sobre las rodillas, no dejabas de temblar. Me acerqué cuando varias lágrimas se deslizaban por tus mejillas.

─¿Quieres hablar de lo que paso? ─arregle un poco tu cabello. Con un pedazo de mi cobija limpié la sangre de tu labio, era lo más cercano que tenía a un trapo.

─Aproveche que el muy inútil no estaría en el departamento para ir por algo ropa. Desde que entre, supe que algo andaba mal, la puerta de mi habitación estaba abierta y mi maleta salía por un extremo de la cama. Revise el armario y… ─volviste a apretar los puños─ ¡El maldito hijo de puta se robó todo mi dinero!

No supe qué decir. Se me revolvió el estómago, me sentí mareada. Se me contagio tu frustración y coraje. Michael no tenía límites. Le deseaba todo el mal posible, que pisará popo no era suficiente. La garganta me ardía del enojo. No tenías que pedírmelo, yo misma iría a darle una lección. A mí nadie me detendría de hacer algo estúpido.

─Movió mar y tierra hasta que lo encontró. ¡Se llevó todo! ¡Me quito la carta de mi mamá! ─limpiaste tus lágrimas. De todas las veces, en esa fue donde más destrozado te vi─. No le conté el plan, pero no es tan imbécil, sabe que voy a huir.

─¿Es por eso que robo tu dinero? ¿Para qué no huyas?

─No… No lo sé… él no sabía nada hasta que leyó la carta. Busco dinero porque lo necesitaba y en el camino encontró oro. No hubiera explotado tanto si ese dinero lo hubiera tomado en su desesperación por pagar su deuda con esos idiotas, ¡pero no! El maldito bastardo llegó a la casa con ropa nueva y licor del más caro. ¡El hijo de puta se gastó todos mis ahorros en estupideces! ─llorabas del coraje. Me dio tanta impotencia, no sabía qué hacer ni que decirte─. Trabaje muchísimo por ese dinero, llevo años ahorrando para irme de aquí. Cada vez que estoy cerca, ese imbécil lo arruina todo. Estoy harto, ya me cansé de sus mierdas.

─Tate… ─tomé tus manos, estaban heladas─ Tu papá paso los límites hace mucho, esto ya no puede seguir así. Las dos veces que te envío al hospital eran suficientes para enviarlo a la cárcel, esta vez debemos denunciarlo, él cometió un robo. No podemos quedarnos con los brazos cruzados, debe de haber por lo menos una persona que nos escuche, que nos ayude a hacer justicia.

─Por mucho tiempo me aferré a ese pensamiento, pero… ya no puedo, Em. Papá está logrando lo que quiere, no le veo luz a esto. Estoy en la línea de ya decirle que me rindo, que nada de lo que haga, podré vencerlo.  

Te pegué a mi pecho, en mis brazos soltabas todo lo que llevabas por dentro. Intentaba mantenerme positiva, pero me duele aceptar que yo también me estaba rindiendo. Cada vez se hacía más difícil la situación. Me partía el alma verte así. En mi vida había sentido tanta desesperación.

No teníamos la culpa, ahora lo sé. En ese momento me sentía mal por no saber cómo ayudarte. Perdóname por sentirme así, por no haber hecho lo suficiente. Me sentía tan débil. El amor no lo era todo, menos en un asunto como ese.

─¿Qué puedo hacer por ti, Tate? ─tenía un nudo en la garganta─. Sabes que nunca te dejaré solo, estoy aquí.




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