Volveré, pero tal vez en otra vida

Epílogo

Cubro la vitrina con una manta larga.

Jeremy coloca la última caja de tus pertenencias junto a las demás que guardan los artículos de la abuela y algunos míos que no podré llevar. No me quedó de otra más que convertir el santuario de Elvis en una bodega. Me duele que todo haya terminado aquí, pero tome la decisión de solo viajar con una maleta, lo que no entrará en ella, se irá a donaciones y dentro de cajas.  

He repuesto los casetes rotos y el traje está guardado en su nueva vitrina. Lo único que sí llevaré conmigo es la guitarra del abuelo y el vinilo de los 30 hits.

Me aseguro de que todo este cubierto para que no entre el polvo y que no falte ninguna caja por almacenar. Cierro el santuario con llave, entregándole una de repuesto a Jeremy y a Jos, por si en algún momento necesitan algo.

Ya está casi todo listo. Jos me ayuda a cubrir con sabanas los muebles del comedor, mientras que Jeremy se encarga de la sala. Poco a poco todos los buenos recuerdos han quedado cubiertos. Es complicado aceptar la idea de tener que marcharse, pero es más difícil no aceptar que es momento de dejar todo atrás para poder avanzar.

Todas las ventanas las he sellado con periódico para que nadie pueda ver el interior de lo que un día fue nuestro hogar. Desconecto la línea del teléfono, ya no hace falta.

Me tomo mi tiempo antes de salir. Recorro las habitaciones y los pequeños rincones. Lo que más recuerdo son esas noches en donde junto a mis abuelos veía la televisión acurrucada en el sofá. En la cocina, veo a mi abuela con su mandil floreado cocinando alguna de sus delicias mexicanas. En el comedor, veo a mi abuelo con su taza de café, sus lentes en la punta de su nariz mientras intenta completar uno de esos crucigramas raros del periódico. En mi habitación, nos veo sobre la cama, riendo por alguna tontería que se nos ocurrió, besándonos en todas partes y diciéndonos lo mucho que nos amamos.

La abuela lo dijo, este siempre será mi hogar. Ya llegará el día en que me toque regresar.

Me deslizo sobre una de las paredes de mi habitación. Me quedan diez minutos. Con mi teléfono, marco el número de la única persona que me hace falta llamar para que este nuevo capítulo inicie con el pie derecho.

─¿Emmeline? Hija, ¿estás bien? ¿Paso algo?

─Hola, mamá. No, no pasa nada. Estoy bien, no te asustes.

─Perdón por mi reacción, no esperaba tu llamada. Pensé que había pasado algo malo.

─¿Está papá contigo? ¿Puedes poner el altavoz?

Llene mis pulmones de aire. Estoy lista para soltarlo todo.

─Hola, Emmie ─la voz de papá, me acelero el corazón. Pareciera como si tuviera años de no escucharlo. Siempre se siente como si habláramos por primera vez─. Estoy aquí, los dos te escuchamos.

─Son varias cosas las que quiero decirles… No sé por dónde empezar… ─recargué la cabeza en la pared, cerré los ojos por unos segundos─. Me mudo a Valle de las Estrellas. Yo sola.

─¿Y tu abuela? ¿Ella está de acuerdo con eso?

Ellos aún no lo sabían. No fue correcto no haberles dicho nada. Todo sucedió tan rápido que se me paso comunicarles ese enorme detalle.

─La abuela, ya no está. Se fue a su lugar feliz. Ella está con el abuelo.

Silencio.

No esperaba otra cosa con una noticia así de grande dicha de golpe.

─Perdón por no haberlos llamado cuando paso. Fue una decisión que ella tomo. Se marchó sin decir adiós, desde hace mucho tiempo lo estuvo planeando. Ahora ella es feliz junto a la persona que más ama en su vida, es lo único que deseaba desde que el abuelo se fue.

─Bueno… supongo que… así es la vida ─dijo papá después de unos largos minutos─. Lo importante es que los dos ya están juntos. Sus almas deben de estar descansando en paz por toda la eternidad.

Sentía el nudo de su garganta en cada una de sus palabras. Lo imaginaba al otro lado de la línea sosteniendo la mano de mamá en un intento de aguantar las lágrimas.

─¿Cómo estás, Em? ─pregunto mamá con el mismo tono de tristeza que papá─. ¿Qué has hecho desde que la abuela se fue?

─Las cosas no han estado bien. Todo ha sido un desastre ─no le pude mentir─. Tate murió. Él… se fue poco tiempo después que la abuela.

─Ay, cariño. Lo siento tanto. ¿Por qué no nos llamaste? ─escuchaba sus lágrimas─. Desearía tanto poder estar contigo, no me imagino lo difícil que es pasar por todo eso en tan poco tiempo.

─Hija, ¿hay algo que podamos hacer por ti? ¿Cuándo te vas de la ciudad?

─Me voy en unos minutos. Ya tengo un departamento y cambié mi matrícula, en un mes retomaré mis estudios. No necesito nada. Quiero empezar de cero, es lo que mi alma necesita. Esa es la razón por la que los llame… Antes de irme, deben de saber que… los perdono. Lo que paso, ya todo quedó atrás. Llegar a esto no ha sido fácil, pero es parte de sanar. Es lo mejor para los tres. No tienen que decirme nada, solo quiero que sepan que los quiero mucho y si lo desean, podemos pasar de página e intentarlo otra vez.

─Te amamos mucho, Emmeline ─dijo papá─. Nada nos dará más gusto que formar parte en tu proceso de empezar de cero. Aquí estamos, nunca nos iremos.




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