Una madriguera en el suelo tibio sobre la tierra seca, es donde duerme Dientes, una pequeña coneja cabeza de león de color naranja. Su nombre fue puesto por sus antiguos dueños, quienes la han desechado después de morder los cables del televisor y ensuciar la casa. Apenas tenían paciencia con su pequeño hijo, mucho menos con ese ser travieso, esponjoso y adorable. Dientes se retuerce de frío y hace horas tiene hambre, tiene miedo. Escapó de unos gatos corriendo y saltando.
Sumergida en un sueño profundo, no es capaz de percibir una manta que la cubre y firmes brazos que levantan su cuerpo. Una mano caliente acaricia sus orejas. Al abrir sus ojos marrones, se asusta, hunde sus garras en la piel de quien la levantó, es una persona. Caricias y besos la calman, le recuerda a su antigua familia. "No te preocupes pequeña, te voy a cuidar mucho", escuchó cuando su corazón impaciente latía veloz. Pero esa dulce tonada y mano suave que acercaba un trozo de zanahoria a su boca, la calmaron. Confiando de nuevo en un humano.
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Editado: 13.01.2025