A una paloma la tienen de mascota en un edificio de madera, suelta, semi libre, pero le cortan las alas. Por las noches la paloma se escapa a otros departamentos para evitar que a sus aves vecinas también se las corten. Camina por los tablones grandes, pequeños, viejos y nuevos para lograrlo, pero al volver a casa, vuelven a cortarles las alas.
Hace que los demás extiendan sus alas provocando un arcoíris, pero las de ella siguen gris. Hace que se animen a lo desconocido, pero ella sigue aceptando no poder hacer lo mismo. Hacelo que encuentren algo mejor, pero se pregunta qué será de sus vidas y si les volvieron a cortar o romper las alas, ¿tendrán a alguien que se las arreglen? Ninguna ha vuelto.
Es tonta, como cualquier paloma, aunque un poco más que el resto. Le gustaría distinguir como esas que tienen el plumaje marrón, que son blancas, o tal vez ser de una especie diferente, y tener colores, patas, y picos extravagantes. Tal vez así se animaría a abandonar el edificio y no permitir que le corten las alas, pero sabe que ahí afuera hay mucha discriminación hacia palomas como ella.
Es una paloma común y corriente, una más del montón, sin una característica que la distinga, además de reparar alas, ese es su fuerte. No tiene recuerdos de haber volado pero le enseña a las demás. A veces cree que se deja cortar las alas por miedo a las alturas.
Es otro día, que ve volar a los demás hacia el amanecer, los echa de menos y saluda desde lo lejos.
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Editado: 13.01.2025