Una niña encerrada en una habitación, podía convertirse en cualquier animal. La habitación no tenía ventanas, el piso y el techo eran de madera, y las paredes de cemento. A diario, alguien tocaba la única puerta, en ocasiones más de una vez al día, en cualquier horario.
La niña intentaba abrir la puerta todos los días, sobre todo cuando ese alguien tocaba, le pedía ayuda a ese alguien, y ese alguien también intentaba, pero no podían, el picaporte no giraba ni se rompía.
Ella se transformó en un conejo y golpeó la puerta con sus enormes patas, la habitación retumbaba, caía tierra, la vibración movía tornillos y los dejaba flojos, pero no pudo abrirla. Luego se transformó en un gorila, golpeó la puerta y las paredes con una desmesurada energía, y aunque todo temblaba como si pasara un terremoto, la habitación solo se agrietó. Después se transformó en un águila, intentó rasgar el techo con sus garras y su pico hasta desgastarlos, pero no pudo. Se transformó en un león e intentó cavar el piso con sus patas gigantes, pero el resultado era el mismo. Decidió desistir, y convertirse en un pez, que poco a poco, salto tras salto, se ahogaba, y cuando su cuerpo dejó de moverse, sintió los golpecitos en la puerta y vio una figura esquelética, pues la puerta se abrió.
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Editado: 13.01.2025