Volví para ver si estabas pero nunca nos cruzamos otra vez

Plan de emergencia (Drama)

Madre mía, cuando la conocí por supuesto que creí que era la chica más rara que había visto, y con el tiempo me di cuenta que también era la más maravillosa.

Me había mudado a San Telmo durante el ciclo escolar. Nunca fui una persona cerrada, sino extrovertida, por lo que supe que me iba a adaptar bien, y así fue. Los maestros y alumnos me hicieron parte de su círculo, lo único complicado fueron las materias. En mi cumpleaños número trece mi mamá y mi papá, que estaban separados hace años, se reconciliaron, y no tardaron en querer mudarse juntos de nuevo. Yo estaba emocionada. Una vez que parecía otra oveja del rebaño, me dejaron elegir una actividad recreativa, y elegí la danza. Al empezar árabe me sentí una estatua, dura, de mármol, solo tenía cuatro compañeras pero estaban adelantadas. Sin embargo, la profesora me tenía completa paciencia. Me sentí cómoda y con ansias de seguir, y el primer día conocí a quien se convertiría en la luz de mi vida.

—Hola —dijo una voz más aguda de como suena la mía, y bastante más amable—, lo hiciste muy bien para ser tu primera clase, se nota que te gusta y querés avanzar. ¿Cómo te llamas?

Su tono español me enamoró. Estábamos agarrando nuestras pertenencias para irnos, las otras tres chicas eran adultas y se fueron, la profesora hablaba con mi mamá, y ella aprovechó a hablar conmigo. Puedo asegurar que es la chica más bonita que vi hasta el día de hoy, y no lo digo por su apariencia. Cuando me di vuelta al escuchar su voz amena, pude ver un semblante redondo, gentil. Pude ver sus dientes, algunos alineados como otros no, debajo de su sonrisa que transmitía seguridad. El cabello castaño ondulado que parecía despeinado lo usaba suelto sin preocupación, y su tez morena en combinación con sus ojos pequeños que se achicaban más al sonreírme, me hicieron pensar que hasta a una persona sociable, se le hace un nudo cuando conoce a alguien a quien quiere agradarle. Claro que no me di cuenta, que se acercaba precisamente porque tenía curiosidad en mí.

—Muchas gracias —mi mente estaba en blanco.

—¿Ese es tu nombre? —empezó a reír sin burlarse, me sentí roja.

—No, perdón —sacudí la cabeza mientras ocultaba que también me quería reír—, soy Veronica, mi nombre es Veronica, tengo trece años, ¿y tú?

—Yo me llamo Amapola, pero me dicen Amo. Suena rarísimo, ya sé. Es que a mi mamá le encanta esa flor. ¿De verdad tenés trece años? ¡Yo también! Pareces más grande.

Es lo que todos me dicen, que parezco de quince porque soy bastante alta. Terminé de agarrar mis pertenencias y fuimos a la puerta donde presenté a mi mamá y a Amo, aunque apenas nos conocimos y ya nos íbamos a despedir. Su mamá la esperaba afuera del edificio. Nos pasamos nuestros contactos, número de teléfono y usuario de Instagram. Cuando vi sus fotos pensé que seguro estaba soñando con ser modelo o algo así, pero al chatear, lo cual hicimos por horas, me dijo que su sueño era simplemente ser bombera, que veía la nobleza del trabajo de su padre y ayudarlo en eso, en la acción y sacrificio era un futuro deseado aunque sabía que no iba a vivir de eso solo.

Verla una vez a la semana, una sola hora, no fue suficiente. Hablábamos todos los días y empezamos a salir juntas en horas libres o después de danza. Su papá nos llevaba a la plaza, a los juegos, a comer y a la heladería, a veces le tocaba a los míos, y alguna que otra tarde nos permitían ir a caminar juntas. En un momento pensé en decirle a mis papás que me cambien a su escuela, pero lo empecé a dudar… cuando la conocí a ella.

Estaba sentada en un banco de la Plaza Dorrego esperando a Amo, ese día llegué temprano por la emoción porque me quería presentar a su mejor amiga de toda la vida. Arreglé mi horrible cabello que siempre traía con una trenza por descuidarlo, me lo corté por encima de los hombros en corte bob y me hice un flequillo por encima de las cejas. Llevábamos tres meses siendo amigas y algunas de sus costumbres se me pegaron, como la de ser más coqueta. Esmalté mis uñas de negro para que combinen con mi pelo, pinté mis labios de rosa para que realce mi piel pálida y me puse rubor para que mis pecas luzcan más bonitas. Amo dice que mis ojos no necesitan ningún adorno porque su color café claro brilla por sí mismo. Recuerdo que empezaba a hacer calor y me puse un vestido rosa que su mamá me dio, me veía de mi edad por primera vez.

Se hicieron las dos de la tarde en punto y las vi llegar, Amo con su jean y remera ajustada con el cabello al viento, y su amiga… Su amiga era mi yo de antes pero peor. Traía unos pantalones marrones gigantescos y una remera xxl de tela gruesa y su pelo estaba como electrificado por el frizz que tenía encima. Cuando llegaron noté de nuevo que volvía a ser la más alta, pero al menos esta chica tenía casi mi altura. Supuse que nos íbamos a llevar bien con Claudia porque también teníamos la misma edad, pero las cosas en común a veces no cuentan en las relaciones.

—Hola —dijo Amo—, llegaste temprano.

—No deberías hacer eso —interrumpió Claudia mirándome—. ¿Cuánto tiempo esperaste sola? Te pudo pasar algo.

—Está lleno de gente —contesté haciendo una mueca sosteniendo la risa, su comentario me pareció gracioso.

—Una mujer fue atacada en un centro comercial lleno de gente, la próxima vez tené más cuidado.

Me quedé dura, no sabía qué decir, sin querer la miré como si fuera un alienígena. Por algún motivo me sentí atacada, como que me lo estaba deseando. Ojalá hubiera entendido en ese momento, que ella sin conocerme, solo me quería proteger.




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