"Papá, ahí hay una mujer pez". Oyó aterrorizado de la boca de su hija. El hombre abraza a su niña a pesar de los temblores que sacuden sus músculos, pide a una vecina que la resguarde por unos minutos.
El sol del mediodía calienta la piel de las personas que hacen un círculo alrededor de un descubrimiento fétido. Del interior de una casa del tranquilo vecindario donde creían vivir, han escapado personas que ya no son personas.
El hombre se aproxima al centro del círculo para auxiliar a una mujer que se arrastró hasta allí, y ya no puede continuar, pues sus brazos y su torso han llegado al límite. Está raquítica, o lo que queda de ella. Ha intentado escapar de la miseria que le hicieron pasar. Pero el hombre llora y vomita antes de siquiera tocarla, igual que el resto de los presentes. La mujer suplica ayuda, está tan delgada que sus huesos se marcan por debajo de la piel, y sobre esta, múltiples escamas con olor pútrido, pegadas encima de pequeñas hendiduras realizadas con un bisturí en lo que queda de su cuerpo. Varias de estas escamas se han caído marcando el camino recorrido, y la piel se le está despellejando luego de arrastrarse por el pavimento. Ella tiene cortadas ambas piernas a la altura de la entrepierna, la cual está cosida, y su torso también cosido pero a un enorme cuerpo de pescado que le han cortado la cabeza. Orina y excremento caen por aberturas de la mala costura. El aroma a podrido es inmenso, la carne del pescado tiene días de haber muerto y está a la vista que también, lleva días al aire libre, cosido a la mujer, quien se encuentra siendo la cena de la necrosis.
Poco a poco, va dejando de respirar mientras aún suplica. Derrama unas últimas lágrimas que limpian el exceso de su sangre seca mezclada con la del animal. La infección acabó.
De la casa sale un hombre con la cara ensangrentada. Se tapa la vista con una mano, el sol se siente como agujas penetrando su piel en carne viva. La mitad de su cuerpo, no es humana. Le han cortado parte de la pierna y vuelto a coserla, acortando así su longitud, le cosieron el bícep izquierdo al torso, y su cara está desfigurada. Con una cirugía abrasiva, y cizaña, le han dado la forma de un pico y el ojo negro por la hemorragia que se secó.
Más personas con aspecto de animales huyen del interior de la casa. Un hombre que parece un elefante cuya gordura fue usada para ampliar sus orejas, pero sus órganos abdominales están por caer. Una mujer con una pierna amputada y pata de cabra cosida. Un niño con plumas como puñaladas por todo el cuerpo. Un anciano con pezuñas en lugar de manos, y una cabeza de cerdo atada a su rostro. Todos en el mismo estado cercano a la muerte. El vecindario se volvió un caos.
Uno a uno fue socorrido, y uno a uno fueron muriendo en el hospital. Sus cuerpos no aguantaron, y si lo hacían, no podrían volver a la normalidad tras las malformaciones ocasionadas. El vecino que vivía allí fue encontrado muerto, asesinado por el fallecido llamado "hombre pingüino". Encontraron además, otros experimentos humanos, cuerpos mutilados y un zoológico del horror. Un cuaderno donde este relataba sus aberrantes hechos y los que planeaba hacer, fue la clave para cerrar la historia de horror y sangre con un amargo final. La frase que más resonó luego de darse a conocer el caso, fue "No lo hice para jugar a ser Dios, solo quería ver qué pasaba, y qué se sentía juntar dos cosas tan diferentes, cuánto podrían vivir y si era posible. Un nuevo tipo de show de fenómenos. ¿A todos nos gustan los animales, no?".
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Editado: 21.01.2025